Olas de calor y de frío, sequías, subida del nivel del mar, temporales, inundaciones…. Todos estos son eventos que a las ciudades no les resultan extraños, pero los últimos años han sido clave para demostrar el hecho innegable de que cada vez es mayor la frecuencia y magnitud de los eventos. Por ello, trabajar para minimizar la contribución de las áreas urbanas al cambio climático, así como prepararse para sus impactos graduales y extremos, es una responsabilidad y un deber tanto de los gobiernos locales como de las empresas que realizan su actividad en las ciudades, sin olvidar a los ciudadanos y usuarios de las urbes.
Las ciudades son responsables directa o indirectamente de un gran porcentaje de las emisiones de gases a la atmósfera. Por una parte, existen todas esas fuentes de emisión situadas dentro de la ciudad. Las emisiones del transporte público y privado, del consumo de energía en los edificios, de la gestión de residuos y del agua. Por otra parte, las ciudades son origen de las emisiones indirectas derivadas principalmente del uso de servicios y productos, de la alimentación, de la ropa que usamos, de la generación de energía, del tratamiento del agua que bebemos. Todas estas emisiones ocurren, casi siempre, fuera de la ciudad, pero están intrínsecamente relacionadas con su actividad y la vida dentro de ella.
Medidas contra el cambio climático
Las ciudades llevan décadas trabajando para reducir las emisiones de las actividades y de los procesos que están bajo su competencia, es decir, que ocurren dentro de los límites municipales. Un sector en el que se trabaja mucho es la edificación, tanto en la nueva como en la antigua, y sobre todo en lo relativo a aislar las viviendas, para que se haga un uso eficiente de la energía y mantener una temperatura interior adecuada, así como en la instalación de energías renovables (por ejemplo, paneles solares).
También es muy importante el trabajo realizado en las ciudades para mejorar la movilidad urbana sostenible con el fin de ofrecer unas redes de transporte público sostenibles, asequibles y accesibles a todas las personas y barrios, y eficientes, de manera que se desfavorezca el uso del transporte privado. Las ciudades además dedican sus esfuerzos a la generación de espacios urbanos amigables y disfrutables activamente andando o en otros medios como la bicicleta.
La regeneración del tejido urbano y la movilidad son clave en la lucha contra el cambio climático en las ciudades
En cualquier caso, es imprescindible que la ciudadanía tome parte en estas decisiones y se corresponsabilice. En esta línea, desde los municipios se están creando y desarrollando programas de información, comunicación, aprendizaje y participación, sobre sostenibilidad, cambio climático, calidad ambiental, reciclaje, etc.
Muchas de las acciones mencionadas tienen más beneficios aparte de reducir emisiones, por ejemplo, sobre la salud y el bienestar (más movilidad en transporte público equivale a menos coches y a mejora en la calidad del aire de las ciudades con sus efectos positivos en la salud de la población urbana), pero también sobre la capacidad de las ciudades para tomar medidas contra el cambio climático y adaptarse a los impactos de éste. Al aislar una vivienda para mantener la temperatura interior, también se reduce considerablemente el impacto de las olas de calor o de frío. La regeneración del tejido urbano y la movilidad son, por lo tanto, aspectos clave en la lucha contra el cambio climático en las ciudades, pero no son los únicos.
Sistemas de alerta temprana
Las ciudades también se preparan contra sus efectos mejorando sus planes de emergencia y los sistemas de alerta temprana, así como los sistemas organizativos y generando información acerca de qué grupos de población pueden ser más vulnerables. En el caso de las inundaciones costeras, por ejemplo, las zonas más críticas deben desarrollar planes especiales que contemplen los bienes e infraestructuras más expuestos a la subida del nivel mar y al oleaje y se proponen infraestructuras que eviten los daños, como barreras o diques.
La ordenación urbana y en especial, la integración y desarrollo de infraestructura verde (parques, tejados y fachadas verdes, árboles y jardines) son una apuesta fuerte en las ciudades por sus múltiples beneficios. Ayudan a drenar el agua de la lluvia y a almacenarla para un uso posterior, por ejemplo, en la limpieza de calles y en el riego de los parques durante la época de sequias cuando el agua escasea. También son buenos aliados creando zonas de confort térmico.
En las ciudades existen lo que se llaman islas de calor generadas por el tipo de materiales y la pavimentación, además de contar con la existencia de fuentes de calor como los coches. Las áreas verdes ayudan a contrarrestar este efecto y a mejorar la calidad ambiental, sin olvidar los múltiples beneficios demostrados que tiene la cercanía y el disfrute de la naturaleza sobre la salud y el bienestar de la población.
Es obvio que las ciudades tienen mucho trabajo por delante, pero también muchas oportunidades de generar lugares sociales y centros económicos sostenibles y con capacidad para hacer frente y adaptarse a los impactos climáticos. Es cuestión de apostar y hacer frente a una crisis global con grandes implicaciones en lo local.
*Foto de Asier Aranzadi Oleaje en Zarauz (País Vasco) durante los eventos extremos de febrero de 2014.