Ya hemos visto que el agua pura o agua destilada, en la que sólo encontramos dos átomos de hidrógeno por cada átomo de oxígeno, es difícil de hallar en la naturaleza, así que el agua suele ir acompañada. Acompañada de sales, de metales, de tóxicos, de vida, de arcilla… pero acompañada.
Podríamos decir que el agua destilada es casi un producto de laboratorio, ya que es allí donde se suele trabajar con ella. Gracias a procesos como la electrólisis, una reacción química en la que se intercambian electrones (oxidación-reducción) y se disocian los elementos de un compuesto por medio de electricidad, podemos ver imágenes preciosas en donde se separa el hidrógeno del oxígeno con una relación 2 a 1, como en el agua destilada.
La electrólisis de la disolución acuosa del hidróxido de sodio (NAOH) es una reacción que genera el doble de hidrógeno (H2) en el cátodo, que oxígeno (O2) en el ánodo. La relación de volumen es dos a uno: H2 : O2 = 2 : 1. La misma relación que existe en el agua pura. Podéis ver esta preciosa reacción química en Beautiful Chemistry.
En el laboratorio, y también en nuestra plancha, descubrimos esa perfecta combinación de H2O, pero no es así en la mayoría de las aguas terrestres de origen superficial. Las aguas de los ríos, los lagos, los mares o los océanos son ligeramente turbias o saladas. La turbiedad del agua puede provenir de diferentes clases de materiales en suspensión, como arena fina, arcilla, limos, microorganismos, hojas, cortezas o otras sustancias vegetales en descomposición.
La salinidad es debida a la presencia de sales disueltas en grandes cantidades y en forma de iones de magnesio, calcio, sodio, potasio, cloruro, bromuro, fluoruro o sulfatos. La cantidad de sólidos totales disueltos en el agua de mar suele ser de aproximadamente unos 35.000 mg/l, una cantidad muy superior a los 1.000mg por litro que la OMS nos recomienda para el consumo humano.
Muchas veces se cree que el agua de manantial es agua pura en su origen, pero aún así esta no es destilada. Los manantiales son fuentes que brotan de la tierra o entre las rocas, y al pasar el agua por esos cursos subterráneos, los minerales se disuelven en ella. Esto le da riqueza y le brinda un determinado sabor al agua, y hasta burbujas de dióxido de carbono, es la conocida agua con gas o carbonatada.
Todo depende de la naturaleza geológica del terreno por el que se filtra el agua. Estos minerales la hacen adecuada para ser bebida. De hecho, el consumo de agua destilada no es muy recomendable para la salud, justamente porque carece de sales minerales que nuestro organismo necesita.
De todos modos, muy probablemente, en algún momento, habréis escuchado alguna queja sobre la dureza de un agua en concreto. Y es que esta, puede dificultar la cocción de algunos alimentos, como por ejemplo las verduras, y hacer que queden duros y en ocasiones amargos. Un agua dura también puede manchar nuestro baño: inodoros, bañeras… Lo que tal vez no os habrán explicado es que la dureza de un agua se debe a todos esos acompañantes, al contenido de sales, de calcio o magnesio, que pueden estar presentes en concentraciones anormalmente altas.
¿Cómo saber si el agua es dura?
Para saber si un agua es más o menos dura podemos realizar un sencillo experimento. Para ello necesitaremos agua destilada, agua del grifo, sal, algunos recipientes transparentes con tapa y detergente.
El primer recipiente lo llenaremos con agua destilada, la más blanda, hasta la mitad. En el segundo pondremos una cantidad similar de una mezcla de agua del grifo y sal, con la intención de endurecer ese agua más de lo normal. Finalmente, en los demás recipientes pondremos aquellas aguas que queramos comparar.
Añadiremos unas gotas de detergente a cada recipiente y los taparemos. Si los agitamos enérgicamente, podremos ver que el recipiente que contiene agua destilada forma mucha más espuma que los demás. Las posibles aguas a examinar serán más duras que el agua destilada y por lo tanto, presentarán menos burbujeo. Sabremos si son más o menos duras que la mezcla que hemos preparado por la menor o mayor efervescencia del detergente en relación a la causada en el recipiente con agua y sal.
Después de realizar este breve experimento, podemos imaginarnos que la utilización de aguas duras plantea algunos problemas domésticos más, como por ejemplo, la reducción de la capacidad limpiadora del detergente. Además, contiene minerales disueltos que poco a poco van precipitando y formando la cal que suele depositarse en las conducciones, en la grifería, en la lavadora… No son pocas las marcas de detergente que intentan luchar contra este último inconveniente.
Desde el punto de vista de la salud, consumir agua dura no supone un riesgo. Aún así, si se desea, el agua puede “ablandarse” mediante procesos químicos, que se realizan tanto en plantas de tratamiento de aguas, como en el hogar. En este último caso, existen pequeños sistemas que contienen unas resinas especiales, que retienen algunas de las sustancias causantes de la dureza cuando el agua se hace pasar a través de ellas. Despojan así al agua de sus salados acompañantes, volviéndola más blanda.
En el límite llegaríamos a la máxima suavidad de la soledad, a la combinación rigurosa, científica y pura de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno.