¿Qué tendrán los pájaros que tienen la capacidad de inspirar páginas y páginas de poesía? ¿Por qué tantos poetas los han utilizado como fuente de inspiración en sus propios escritos? Arte de Pájaros, de Pablo Neruda, es no de los muchos ejemplos que existen de poetas que dedican sus versos a uno de las piezas fundamentales y más bonitas de la biodiversidad animal.
Los pájaros inundan los libros de poesía
El lenguaje tiene una capacidad muy peculiar para captar la visión del mundo de las personas que lo utilizan. Los sustantivos colectivos que aprendemos de pequeños hablan de la fascinación innata del lenguaje por todo lo aviar:
- Averío. Conjunto de aves de corral.
- Bandada. Conjunto de aves que presentan características de comportamiento similar entre ellos.
- Palomar. Conjunto de palomas.
Y no es casualidad que les demos los sustantivos colectivos más poéticos. Desde el nacimiento de la poesía los pájaros han estado presentes.
Las guías de campo nos ayudan a diferenciar a las diferentes especies de aves que habitan el planeta. Por eso son los libros más preciados en la biblioteca del aficionado a la ornitología. Pero quienes además de amar a los pájaros sentimos fascinación por la poesía. Después de todo, ¿qué es un pájaro sino un fugaz verso en el aire?) tenemos otro libro de cabecera. Una obra de arte de obligada consulta para interpretar las emociones que nos despiertan.
La poesía de Neruda en Arte de Pájaros
Se trata de “Arte de Pájaros” de Pablo Neruda, acaso su libro de poesía más limpio, más sincero. En él, Neruda revela el profundo amor por los pájaros, las aves y la naturaleza del poeta de la Araucanía. Considerado por él mismo como “mi libro más amado”, fue publicado en 1966 y recoge los apuntes y las notas de campo de ese gran aficionado a la ornitología que fue Neruda. Él mismo se autodenominaba pajarero y dedicó mucho tiempo al estudio y la observación de las aves silvestres:
“Era su cuerpo hecho de plumas,
eran de pétalos sus alas,
era una rosa que volaba
Dirigiéndose a la dulzura.”
Solo un poeta/pajarero puede describir con tan suma delicadeza la elegante llegada del flamenco a la laguna. Siempre que asisto a ese instante mágico, ya sea en el Delta del Ebro, en Doñana o en las Salinas de San Pedro, recurro a sus versos para que me ayuden a entenderlo.
La incontestable belleza de las aves
La mayoría de los pájaros más bellos viven en el medio acuático o lo visitan con frecuencia. Ya sean ríos, arroyos o fuentes, embalses o balsas de riego, lagos o lagunas, marismas o tablas: allí donde hay agua acude la belleza.
La delicada belleza de la lavandera cascadeña remontando el torrente con sus amarillos y grises. El impresionante babero blanco, blanco de nieve blanca, destacando en ese redondeado plumón de chocolate que es el mirlo acuático.
La estilizada figura de la garza real clavada en la orilla del rio: inmóvil, helada como una estatua en invierno. El delicadísimo pollito de la focha común, con la cabeza encendida por los colores de su plumón, que son los colores mismos de las llamas. Ese azul imposible del calamón, un azul que no lo hay en ningún otro lugar del cielo o de la tierra.
La distinción del pato colorado nadando como un dandi sin mover una sola pluma, la sofisticada elegancia del somormujo lavanco, el espectacular diseño de la avoceta, con su pico recurvado: una belleza reflejada, que gozamos por partida doble cuando se da la mágica alianza entre la luz y el agua.
Y luego están los cantos: no hay otra banda sonora como la de un aguazal al rayar el alba o morir el día. Enumerar a sus solistas daría para otro apunte: el de las músicas del agua, que queda aquí pendiente.