Historias del cambio

Empleo verde para las ciudades del futuro

Los paisajistas juegan un papel esencial en la construcción de las ciudades sostenibles. Entre sus funciones, destacan la de identificar los recursos naturales que deben protegerse en un entorno urbano. En esta Historia del Cambio abordamos la importancia de promover este tipo de empleos para lograr cumplir el ODS 8.

Con la vista puesta en la agenda 2030, los Estados Miembros de Naciones Unidas aprobaron una serie de objetivos sostenibles. El ODS 8 dice: “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”.

Mientras la economía mundial va fortaleciéndose, se asiste a un aumento de las desigualdades y un déficit de empleos para absorber la creciente fuerza laboral. En los países en desarrollo, la clase media representa hoy más del 34% del empleo total, una cifra que casi se triplicó entre 1991 y 2015. Sin embargo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2015, habían más de 204 millones de personas desempleadas.

La participación de las mujeres en la fuerza laboral fue del 48% en 2018, en comparación con el 75% de los hombres. De entre ellos, 85 millones de mujeres y 55 millones de hombres están subutilizados en la fuerza laboral.

El objetivo que se persigue es estimular el crecimiento económico sostenible mediante el aumento de los niveles de productividad y la innovación tecnológica, y lograr el pleno empleo decente para todos.

¿Cómo? A través de empleos que sean sostenibles, que utilicen recursos que se regeneren y que introduzcan a la mujer como una fuerza laboral equiparada a la del hombre.

¿Qué es la sostenibilidad?

El concepto de sostenibilidad, o sustentabilidad aparece por primera vez en el Informe Brundtland, en 1987, conocido también como “Nuestro futuro común”. Este documento elaborado para Naciones Unidas alertó por primera vez sobre las consecuencias medioambientales negativas del desarrollo económico y la globalización.

Sostenibilidad significa satisfacer las necesidades actuales sin poner en riesgo las necesidades futuras, garantizando el equilibrio entre el desarrollo económico, el bienestar social y el cuidado del medio ambiente.

Para ello, hay que considerar a la naturaleza y el medio ambiente como una fuente de recursos que se puede agotar, hay que buscar la unión entre comunidades y culturas, y promover un crecimiento económico que genere riqueza equitativa para todos sin dañar el medio ambiente.

No se trata solo de aportar valores o ética a las personas, incidir en aspectos culturales o disminuir la contaminación ambiental, sino también el desarrollo humano, la producción agrícola, los bosques, la movilidad urbana… y un largo etcétera.

El papel de los paisajistas en las ciudades sostenibles

Una ciudad sostenible será aquella en la que se logre una contaminación acústica dentro de unos parámetros respetables, posea una movilidad de sus ciudadanos adecuada, un ahorro de energía y de recursos hídricos, que puedan satisfacer las necesidades de sus habitantes sin poner en riesgo las futuras, y donde existan espacios públicos verdes proporcionalmente al número de residentes.

Cuando a un urbanista, es decir, un técnico experto en estudio, planificación y ordenamiento de una ciudad, le encargan un proyecto con el que crear una extensión de una urbe, o un barrio nuevo, el trabajo abarca diversas y variadas disciplinas. Desde arquitectos, a ingenieros, constructores, obreros y técnicos de distintas especialidades.

Uno de ellos son los paisajistas, que se encargarán de, según la propia definición de la Federación Europea de Arquitectura del Paisaje (IFLA) “estudiar, planificar, diseñar y gestionar paisajes urbanos, rurales y naturales en el tiempo y en el espacio basándose en las características propias y en los valores históricos y culturales del lugar”.

Marta Byrne es paisajista y ha participado con distintos estudios de arquitectura en proyectos internacionales muy interesantes, como uno en Angola, precioso, que no consiguieron, o en China, que ganaron. Debieron elaborar el plano de expansión urbana de Haikou, al norte de la isla de Hainan. Este proyecto abarcó dos islas y la franja costera y fluvial de la ciudad.

En estos proyectos de dimensiones tan colosales, la figura del urbanista va mucho más allá de ser un simple arquitecto. Ha de proyectar cómo evoluciona el espacio urbano, las ciudades en su conjunto, y el paisajista ha de estar a la misma altura. Para ello, se comienza con una reorganización espacial, es decir, imaginar dónde va a ir cada elemento.

El Parque Inundable «La Marjal», en Alicante, es un ejemplo de sostenibilidad

Hay que identificar los recursos naturales que se deben salvaguardar como espacio natural. Determinar qué se puede reconvertir en parque urbano, cómo se va a organizar los ecosistemas urbanos y, con todos esos datos, planificar la ciudad. Es la Ordenación de Territorios, donde hay que estudiar todo con detalle para no poner en riesgo los ecosistemas naturales, la flora, la fauna o los ríos, para evitar que se produzcan inundaciones los años de abundantes precipitaciones, o existan problemas de abastecimientos en los períodos de sequía.

Un ejemplo de gestión sostenible es el Parque Inundable “La Marjal”, desarrollado por Aguas de Alicante en una zona urbanizada de la playa de San Juan (Alicante). Además de servir de ocio y esparcimiento, su peculiaridad consiste en la función hidráulica que desempeña: en caso de lluvias fuertes sirve como vaso de retención de aguas pluviales, pudiendo almacenar hasta 45.000 m3 de agua y reduciendo así el riesgo de inundación en la parte baja de la zona. En el interior del vaso hay un gran estanque rodeado de vegetación acuática con la flora y fauna propia de los humedales naturales valencianos (marjales). Para el mantenimiento del agua en condiciones adecuadas de sostenibilidad, se dispone de un circuito de recirculación que incluye una cascada, un estanque pequeño y un rápido.

Tras su creación en 2015, ha recibido numerosos premios, siendo ejemplo de sostenibilidad y adaptación al cambio climático.

Pero… ¿cómo es el proceso para desarrollar este tipo de proyecto? 

Pues, para Marta, el primer paso es visitar el terreno. Se debe recorrer a conciencia, tomando fotografías y datos locales sobre el microclima, como por ejemplo, si el terreno está expuesto al viento, horas de insolación, orientación, existencia de zonas húmedas o también sombreadas, el tipo de suelo, su calidad, elementos naturales, arbolado singular, topografía… En algunos casos, se necesita un análisis de suelo, gracias al cual se conocerá el ph, la posible existencia de escombros, la cantidad de materia orgánica que tiene u otros factores determinantes como la textura (arenosa, arcillosa… fundamental para el drenaje)

De hecho, entre los datos recopilados, la dinámica pluviométrica puede condicionar a toda la actuación. Partiendo de que el agua es un recurso escaso, muchas ciudades tienen una guía de buenas prácticas para paisajismo. En Madrid están los Criterios para una jardinería sostenible. Es una guía con medidas para reducir y optimizar el consumo de agua, de energías, para tratar de reducir los residuos, el impacto ambiental o la contaminación, para fomentar la biodiversidad y optimizar los espacios verdes públicos.

Por ejemplo, para proyectar un parque, se debe limitar el área de pradera (es decir, regada con aspersión) a un máximo del 30% del total de la superficie. O que hay que tender a la xerojardinería (jardinería de muy bajo consumo de agua), con plantas autóctonas, donde entre los elementos decorativos, tendrán una gran importancia los acolchados para retención de agua y protección de las plantas, como cortezas de pino o las playas de áridos (gravas de colores o cantos rodados) como objetivo de reducir las superficies de riego.

Por supuesto, Byrne también incluye un estudio climático, con las épocas secas y las húmedas, y con datos de pluviometría para determinar la cantidad de litros recogidos por metro cuadrado. Con ello se determinan las necesidades hídricas de las plantas durante todo el año, para saber cómo programar el riego, a la vez que se estiman los caudales máximos acumulados en situaciones extremas. Estas se recogen generalmente en las redes de saneamiento urbano, o idealmente se reincorporan al ciclo natural del agua mediante las técnicas SUDS (Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible).

El viento se puede convertir en un dato condicionante si es un factor recurrente, llegando a deformar arbolado, aunque se le puede sacar partido de forma estética o sonora, y no solo con árboles, sino también añadiendo unas gramíneas (herbáceas) que ondulen con el viento.

La floración de las plantas, su colorido o su crecimiento son un elemento más del paisajismo.

Con todos estos datos en su haber, el paisajista pasa a otro nivel, ya que debe tener en cuenta el Programa de Usos del proyecto que le han encargado: una zona de paseo, un gimnasio de mayores, dos áreas de juegos de niños… Entonces es cuando comienza la parte más creativa. Porque Marta debe tomar su plano inmaculado, realizando primero un análisis de donde no se puede construir, qué se puede aprovechar, zonas que hay que proteger y zonas que no, y trabajar con toda esa información de la forma más estéticamente bonita posible.