Historias del cambio

La heroína de la conservación de los océanos

La dama de las profundidades o la heroína del planeta son algunos de los apodos con los que se ha nombrado a Sylvia Earle, bióloga marina e investigadora que promueve la lucha pacífica contra la degradación de los océanos a través de su trabajo y de la conciencia ciudadana. Conoce su historia.

Érase una vez, una mujer llamada… Sylvia Alice Earle. Cuando Sylvia tenía 4 o 5 años fue derribada y arrastrada por una ola. En ese instante nació su fascinación por el mar y por la conservación de los océanos. ¿Qué vería entonces? Quién sabe. Pero actualmente la “heroína del planeta” (como la definió en 1998 la revista Times), bióloga marina, empresaria, divulgadora e investigadora del National Geographic cuenta con 84 años y sigue en activo. La evolución de la biodiversidad que ha presenciado en su larga carrera desde que se sumergió por primera vez con 17 años es desoladora.

En 1970 lideró el proyecto TEKTITE II, segunda parte de un experimento pionero promovido por La Marina y la NASA, donde un grupo de cinco mujeres se alojaron en un laboratorio submarino a 18 metros bajo el mar durante dos semanas en las islas Vírgenes. En sus largas jornadas de buceo disfrutaron de un lugar lleno de vida. Pero en 2011 regresó y pudo comprobar que todo se encontraba arrasado.

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Sylvia Earle bucea junto a una serpiente marina

Así vio la necesidad de tomar medidas para la regeneración de esos lugares tan degradados antes de que sea demasiado tarde. “Se ha convertido en un asunto de máxima urgencia” porque los próximos diez años pueden ser determinantes para lo que ocurrirá, tal vez, durante el siguiente milenio.

Con datos escalofriantes en la mano, como el de la cifra de cerca de 100 millones de toneladas de fauna marina que son extraídas de los océanos cada año, y la destrucción de los hábitats de dichas especies, Sylvia llama a la conservación de los océanos y a la lucha pacífica contra esta degradación y deforestación animal y vegetal de los mares. Además, los océanos regulan las precipitaciones, la temperatura, los vientos, nos proveen de oxígeno y son el mayor sumidero de CO2 de la naturaleza.

Cada año se extraen de los océanos 100 millones de toneladas de fauna marina.

“Para mí, consumir un pez que ha tardado treinta, cuarenta o cincuenta años en crecer no tiene mucho sentido. Puedo comer otras cosas que se pueden cultivar. Y, si elegimos comer animales, podemos consumir aquellos que tienen un impacto menor. Un pollo que puede ser sacrificado con 45 días, por ejemplo, tiene un menor coste medioambiental que un atún. Yo elijo ser parte de la solución, no del problema”, afirma.

En esa búsqueda constante por ser parte de la solución e inspirar a que otros también lo sean, Sylvia Earle ha buceado océanos, liderado proyectos y compartido su misión. Un ejemplo de ello es ‘Mission Blue’, documental de Netflix de 2014 centrado en su campaña para salvar los océanos.

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Mission Blue y la Sylvia Earle Alliance son organizaciones creadas por la misma Sylvia, con el fin de concienciar y convencer para crear Hope Spots (Lugares de Esperanza), áreas marinas de alto valor ecológico que deban estar especialmente protegidas, para que su regeneración o su preservación sea un hecho. El primer Hope Spots en el Mar Mediterráneo se creó en España en 2015, y se encuentra en las aguas que circundan las islas Baleares. Actualmente, junto con el Mar de Alborán, España posee el 8% de sus aguas como territorio marino protegido, pero pronto se elevará al 12% cuando se incluya la gran área marina protegida (AMP) de Tenerife-La Gomera. Una excelente noticia.

Sylvia es muy consciente de que para salvar a los océanos necesita de la conciencia ciudadana. Por ello, una parte muy importante en su labor como investigadora es la divulgación. Está claro cuando dice: el conocimiento es la clave. Con el saber viene el cuidado, y con el cuidado hay esperanza de que podamos hacer las paces con la naturaleza y encontrar el equilibrio necesario para poder subsistir todos en armonía. El consejo que da a los jóvenes en materia de ciencia siempre es el mismo: que no se preocupen si no han encontrado su vocación. Que se den tiempo. Y si no se especializan en algo determinado, no importa, porque tiene que haber gente en todos los ámbitos. Lo importante es hacer algo que le guste a uno. De ese modo, será bueno en su campo, ya que no se puede ser científico sin estar enamorado de ello.

De todos modos, no es necesario que seamos investigadores profesionales para ayudar a la conservación de los océanos. Cualquiera puede ser un científico: un niño, un profesor, una madre… pero también un ciudadano de a pie concienciado con los desequilibrios que le estamos infringiendo a la naturaleza con nuestras decisiones cotidianas de coger el coche, usar bolsas de plástico o tirar excedentes de comida a la basura.

Para salvar los océanos se necesita de la conciencia ciudadana. Cada acción individual cuenta.

Esta estadounidense, experta en algas y con más de 7.000 horas de inmersión en su haber, recibió el título de Her Deepness (Su Profundidad, o La Dama de las Profundidades) tras pasearse por el lecho marino en Hawái en 1979 con un traje presurizado denominado JIM que ella misma había diseñado, a casi 400m de profundidad, batiendo un récord. Como también logró ser de las primeras que descendió con un minisubmarino fabricado por su empresa, DOER Marine, a 1.000m en solitario. Pocas personas han logrado descender más. Una de ellas ha sido el director de cine James Cameron, gran amante de las profundidades marinas, cuando preparaba su película Titanic. Ambos mantienen una estrecha relación.

Conservación de los océanos

Sylvia Earle, saliendo de un traje JIM

Realmente, si lo pensamos, estamos conectados con el mar. Seamos de donde seamos. La mayor parte del oxígeno en la atmósfera está generado por el fitoplancton que vive en el mar. El agua del mar forma las nubes, que regresan a la tierra y al mar en forma de agua en sus distintos estados. Cada vez que respiramos estamos conectados con el océano.

Pero los seres humanos, en nuestra infinita soberbia, creemos que los océanos son tan grandes que no importa lo que hagamos con ellos, ni en ellos. Actualmente somos 7.000 millones de personas, y cada acción individual cuenta. En los últimos 50 años hemos degradado de una forma muy notable el aire, el agua, la flora y la fauna de nuestro planeta.

conservación de los océanos

Pero también hay buenas noticias. Por ejemplo, que, pese a su esquilma, un 10% de los peces grandes todavía nadan en nuestros océanos: una fantástica cifra que aporta esperanza. Como la de que la mitad de los arrecifes de coral están vivos y sanos. Todavía estamos a tiempo de reverter la situación. Todavía podemos salvar al Gran Azul. Porque, como dice la misma Sylvia, “sin océanos no hay vida, sin azul no hay verde”.