La evolución de este sector en los últimos años ha presentado una tendencia claramente creciente. Si en 2009 España recibía algo más de 52 millones de turistas extranjeros, la cifra de 2016 ya superaba los 75 millones y se prevé que en 2017 ascienda a los 80 millones.
Estas abrumadoras cifras implican que uno de los principales retos que plantea el sector sea la sostenibilidad, no sólo económica y social sino también medioambiental. En este sentido, el nexo agua-turismo representa un desafío de especial relevancia.
En un país con importantes problemas de escasez de agua y sequías (más de dos terceras partes del país se encuentran en riesgo de desertificación), la gestión de los recursos hídricos representa un reto para el turismo, especialmente por la concentración de turistas, tanto temporal (en los meses de verano en los que las precipitaciones son menores), como espacial (en zonas con una mayor escasez de agua como las islas y la costa mediterránea).
Los problemas asociados a esta fuerte concentración de turistas se ven agravados por el uso poco eficiente que éstos hacen del agua. Según el Instituto Nacional de Estadística, mientras que el consumo medio de agua en España se sitúa en 127 litros por persona y día, el consumo medio de los turistas va de los 450 a los 800 litros, en función de la estación y la zona.
Estamos, sin duda, ante un asunto de máxima trascendencia. No es banal, por tanto, que el 2017 haya sido declarado por las Naciones Unidas como el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, en el contexto de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El objetivo es sensibilizar y convencer, tanto a los responsables políticos como al público en general, de las ventajas del turismo sostenible frente al simple crecimiento económico, así como fomentar la colaboración entre todos los grupos de interés. Es más, el 27 de septiembre de este año se celebró el Día Mundial del Turismo, bajo el lema «El turismo sostenible como instrumento de desarrollo» y estuvo dedicado a explorar la contribución del turismo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En este contexto, las líneas de actuación para alcanzar un sector turístico más sostenible y eficiente en el uso del agua han ido en dos sentidos. El primero de ellos, por la vía de la demanda, pretende mitigar el impacto del cambio climático y promover un uso sostenible de los recursos a través de la implantación de ecotasas (como en Cataluña o Baleares) o la concienciación de los turistas. La segunda línea, enfocada a la oferta, aboga por la responsabilidad del propio sector turístico, que debe tomar las medidas necesarias para lograr un uso del agua más eficiente. En este sentido, aunque aún queda mucho por avanzar, los esfuerzos del sector han sido numerosos en los últimos años, tratando, sobre todo, de avanzar en la implantación de dispositivos ahorradores de agua (temporizadores, sensores en los grifos, cisternas de doble descarga,…) y en la innovación en materia de desalinización, recuperación de agua de lluvia y regeneración de agua. De este modo, el sector trata de avanzar hacia un nuevo modelo de economía circular, más sostenible, eficiente y respetuoso con el medio ambiente.