No nos remontaremos a épocas prehistóricas, donde es evidente la necesidad del ser humano de establecerse junto a ríos y manantiales, sino que vamos a centrarnos en el uso concreto de un tipo concreto de agua, con características específicas en cuanto a su composición y temperatura, que lleva a su utilización con fines terapéuticos o religiosos. Así, estudiaremos las evidencias de utilización de estas aguas en el periodo comprendido entre la segunda Edad del Hierro y la Antigüedad Tardía, en el ámbito geográfico de la Península Ibérica.
La evolución geológica determina la aparición, y también la desaparición, de sugerencias con temperaturas y composiciones químicas diversas, que otorgan a estas fuentes un carácter “especial” que propicia su utilización con fines curativos o religiosos. Este uso arranca desde la remota Antigüedad y se mantendría, en numerosos ejemplos, hasta nuestros días. Sin embargo, no en todos los casos existen vestigios materiales suficientes como para demostrar su uso a lo largo del tiempo.
Si uno de los elementos que definían la ciudad en época romana era la existencia de unas termas, para el ocio y la higiene, e incluso en muchas villae y mansiones se construía un pequeño establecimiento termal o balneum. En el caso de las termas medicinales o aguas con propiedades medicinales, estas se edificaban allí donde brotaba el agua. De ahí que debamos tener en cuenta un hecho elemental y evidente: la terma curativa se encuentra allí donde está el manantial.
Hasta no hace muchos años (podríamos establecer la fecha de 1996, con ocasión del Congreso celebrado en Arnedillo, La Rioja), el estudio de las termas se hacía de manera genérica. Sin diferenciar aquellas que tenían que calentar el agua, de las que aprovechaban las aguas medicinales que manaban a altas temperaturas o las que se construían al amparo de los manantiales que brotaban de forma natural. De esta forma, las termas curativas podían dar lugar a asentamientos. En ellos se llevaba a cabo los tratamientos y se daba alojamiento a enfermos, acompañantes y, suponemos, médicos y hasta sacerdotes. También existía una red de caminos de acceso a estos enclaves.
Algunos de estos lugares con surgencias de aguas a altas temperaturas, y en función de su aprovechamiento, eran conocidos con la denominación Aquae o Aquae Calidae. Así aparecen citados en los autores clásicos y señalados en los Itinerarios, como es el caso de la Tabula de Peutinger (Talbert 2010; Peréx y Rodríguez Morales 2011: 153-170).
La vitalidad de la investigación de los centros termales mineromedicinales es un hecho en la actualidad. Ellos han dado fe de las propiedades medicinales del agua. En temas directamente relacionados con el que nos ocupa, referidos principalmente a Italia y Francia, trabajan, entre otros, P. Zanovello, M. Bassani y M. Guérin-Beauvois. Del mismo modo, para la Península Ibérica destacan los trabajos de F. Díez de Velasco, G. Matilla y S. González Soutelo. Para Portugal, y tras la desaparición de Helena Frade, encontramos los trabajos de M. Reis, más centrados en las termas en general, y los de S. Carneiro referidos a Chaves.
Hemos recogido en nuestro Catálogo aquellos yacimientos en los que la evidencia de termalismo medicinal, o del culto a las divinidades de las aguas, es clara y permite un análisis en profundidad. De ahí que nos hayamos decantado por incluir solo aquellos ejemplos para los que disponemos de datos fehacientes de su utilización en época prerromana y romana. Esto hace que queden fuera de la relación aquellos balnearios actuales sobre los que existen exclusivamente noticias de hallazgos casuales de restos arquitectónicos, o monetales, atribuidos a “los romanos”.
Estas informaciones fueron trasmitidas en la mayoría de los casos por los médicos en sus memorias sobre los balnearios y fechadas a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX. Además, son excesivamente imprecisas y difíciles de confirmar, por lo que hemos optado por su no inclusión. Así, quedan fuera muchos de los yacimientos recogidos por H. Frade (1993 y 1997), pionera en el estudio de las termas de agua con propiedades medicinales de Portugal, dado que ella misma determinó como dudosos muchos de ellos.
De esta forma, nuestro Catálogo queda configurado en 152 fichas que constan de una introducción, que sirve para contextualizar de forma genérica el yacimiento o la surgencia estudiada; se presentan a continuación los datos referidos a época prerromana, si los hubiere; y, del mismo modo, los datos de época romana, ya sean inscripciones, hallazgos numismáticos o restos arquitectónicos.
Se especifica, siempre que ha sido posible, la composición del agua y la temperatura. Cada apartado de la ficha aparece firmado por su autor, evidenciando el carácter colegiado de esta obra.
Los capítulos que constituyen el corpus analítico de este libro han sido realizados por destacados especialistas en los diversos temas que se abordan. Todos ellos vinculados a las termas curativas y el culto a las aguas. A continuación, los diferentes capítulos del libro:
Este texto sobre los usos de las aguas medicinales y su función en el culto religioso, escrito por María J. Peréx Agorreta y Carme Miró i Alaix es la introducción del libro VBI AQVAE IBI SALVS, publicado por la UNED y Fundación Aquae, que se puede descargar aquí.