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#COP21 Una madriguera de agua para la yihad

4 de Diciembre de 2015
El calentamiento global y el uso intenso de riego para cultivos han convertido el menguante Lago Chad en una red de cientos de islas; una guarida perfecta para Boko Haram.

Baga Sola. Chad. En equilibrio sobre su canoa, Djimtangar coge la red con las manos en pinza, gira la cintura para coger impulso y extiende los brazos con un golpe seco. La red, que adopta una forma perfectamente circular, vuela y se hunde en el agua con un suave chapoteo. Y Djimtangar se sienta a esperar en silencio. En esa escena, repetida inmutable durante siglos, se esconde la esencia del Lago Chad, un milagro de agua en el corazón de algunas de las tierras más áridas del planeta.

Del lago, que baña las porosas fronteras de cuatro países (Camerún, Nigeria, Níger y Chad) dependen más de 60 millones de personas. Pero el milagro se muere. Si en 1960, el lago tenía una superficie similar a la de Galicia —unos 25.000km2—, el calentamiento global, y el aumento de la presión humana por el uso de agua para cultivos han reducido su tamaño más de la mitad. Aunque en 2009 prácticamente se secó, ahora ocupa 14.000km2, algo más que Asturias.

Fotografía de Xavier Aldekoa

 Para Djimtangar la desaparición del lago es una noticia terrible. “Sin agua no podemos sobrevivir; nuestros cultivos y animales necesitan al lago y la pesca es el modo de vida de la mayoría”, dice lacónico. Pero ni siquiera es la peor. En los últimos meses, el lago Chad se ha convertido en el escondite perfecto para los yihadistas de Boko Haram. El alarmante descenso del nivel de sus aguas ha hecho del lago una maraña de pequeñas islas o islotes donde es fácil esconderse y difícil no perderse. Mediante el alistamiento —forzoso o no—, los pactos de sangre o las amenazas, el grupo yihadista usa a la etnia autóctona del lago, los buduma, para moverse por sus laberintos de canales e islas como si fuera el salón de su casa.

Hay dos grandes culpables de la paulatina desaparición del que, cuando fue descubierto oficialmente por europeos en el año 1823, era uno de los lagos más grandes del mundo y el cuarto de África. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), la mitad del descenso de sus aguas en el último medio siglo se debe atribuir al calentamiento global. El aumento de las temperaturas ha castigado sin piedad un lago de aguas muy poco profundas, de 7 metros en su punto máximo y 1’5 metros de media, por lo que se evaporan fácilmente. Históricamente el lago ha sufrido enormes fluctuaciones de su caudal y no es la primera vez que ha estado punto de desaparecer. 

Pero por primera vez, a las cuestiones naturales se une la mano del hombre. El excesivo uso de sus aguas por parte la población, con proyectos de irrigación gubernamentales imposibles e irresponsables, son culpables según la UNEP de que el lago Chad se esté secando y pueda desaparecer definitivamente en menos de 20 años. La construcción de presas en los ríos que alimentaban al lago y proyectos de cultivo de productos no autóctonos y dirigidos a ser exportados, ahogaron al lago. Entre 1983 y 1994, el agua utilizada para la irrigación se multiplicó por cuatro.

En realidad, el desastre ecológico del lago Chad es la mejor noticia para los fundamentalistas. La presión militar desde mayo del ejército de Nigeria en el noreste del país ha obligado a Boko Haram, cuyo nombre en lengua hausa se traduce como la educación occidental, a replegarse a la reserva de Sambisa o el lago Chad. Y en ambos lugares es muy difícil encontrarles. Hasta hace poco, los islamistas radicales golpeaban en Nigeria y sólo tenían que cruzar la frontera a alguno de los países vecinos para refugiarse. Desde el aumento de la cooperación militar regional, que cristalizará en 2016 con una fuerza multinacional africana de 8.500 soldados, los extremistas han perdido territorios bajo su control y han adoptado una táctica de guerrillas, con ataques y atentados rápidos alrededor del lago o en ciudades fronterizas.   

Fotografía de Xavier Aldekoa

El calentamiento global en el lago Chad no es sólo un drama ecológico. El descenso del nivel de las aguas y la adopción de sus islas por los yihadistas de la filial del Estado Islámico en África Occidental ha cambiado para siempre la vida las comunidades locales: más de 60.000 personas han huido de las islas o de las aldeas a las orillas del lago por culpa de la violencia de Boko Haram. 

Fotografía de portada: Xavier Aldekoa

ACERCA DEL AUTOR

Xavier Aldekoa
Africa Correspondent. La Vanguardia. Miembro de Muzungu, productora social e independiente. Autor de Océano África (Editorial Península). xavieraldekoa.net @xavieraldekoa.