Desde entonces, el número de planetas extrasolares o exoplanetas conocidos no ha dejado de aumentar. Sobre todo gracias a las observaciones llevadas a cabo por misiones espaciales como COROT, de la Agencia Espacial Europea, o Kepler, de la NASA.
Hoy en día llevamos ya contabilizados 3443 planetas en órbita de otras estrellas. Aunque los métodos utilizados para su detección presentan limitaciones e introducen sesgos importantes por lo que respecta a las características de los planetas que se pueden llegar a detectar, esto nos permite ya establecer estadísticas razonables sobre su abundancia y sobre las distintas tipologías que se dan en nuestra galaxia. Y tal como esperábamos, las clases de planetas halladas dan fe una vez más de la fascinante diversidad que nos ofrece el cosmos.
Mundos exóticos que parecen salidos de un universo de ciencia ficción. Por ejemplo, los jupíteres calientes, los planetas ctónicos, los de carbono o los circumbinarios, han protagonizado algunos de los descubrimientos más destacados de estos últimos años en el campo de la astronomía. Y, al mismo tiempo, han puesto a prueba nuestros modelos sobre la formación y evolución de los planetas.
Las supertierras
Una de las tipologías más comunes ha resultado ser la de las supertierras. Son otra clase de astros de la cual no existe representación —que sepamos— en nuestro sistema solar. Como su nombre indica, una supertierra es un planeta de tamaño y masa superiores a los de la Tierra, pero inferiores a los de los gigantes helados existentes en nuestro propio sistema planetario (Urano y Neptuno).
Como los métodos de detección de exoplanetas de que disponemos actualmente solo nos permiten determinar masas y en algunos casos también diámetros (con lo que entonces podemos calcular la densidad, y así determinar si se trata de planetas rocosos como la Tierra o gaseosos como Júpiter), en principio el término supertierra no hace referencia en absoluto a la posible habitabilidad de estos mundos, aunque, lógicamente, las supertierras de masa, diámetro y densidad más parecidas a las de la Tierra y que estén situadas en la zona de habitabilidad de su estrella (es decir, dentro de la distancia a la estrella que permita la existencia de agua líquida en sus superficies) pasan a ser buenas candidatas para albergar vida.
Tal es el caso de determinados mundos, como, por ejemplo, Gliesse 667Cc. Está situado a 23,6 años luz de la Tierra, con un diámetro de 1,54 veces el de nuestro planeta, y una masa de 3,8 veces la terrestre. Además cuenta con una temperatura superficial estimada en torno a los 13 ºC (si suponemos una atmósfera similar a la de nuestro planeta).
¿Un tipo de planeta más favorable que la Tierra?
Según algunos estudios, las supertierras podrían ser mundos incluso más favorables para la vida que nuestra propia Tierra. Un planeta con unas condiciones físicas similares a las de nuestro planeta pero con una masa superior podría albergar una gran cantidad de agua en su superficie, hasta el punto de que algunas supertierras podrían ser auténticos «mundos de agua».
Por otro lado, los procesos tectónicos podrían ser más poderosos que los que se dan en la Tierra, lo cual favorecería la existencia de un ciclo del carbono similar al nuestro, vital para mantener unas condiciones ambientales aptas para la vida durante largos periodos de tiempo; así como la presencia de un campo magnético más intenso, que protegería las posibles formas de vida indígenas de las radiaciones nocivas provenientes de sus estrellas.
Mundos como Kepler 62e y Kepler 62f, ambos en órbita de una estrella anaranjada situada a 1200 años luz de la Tierra, en la constelación de Lyra, son hoy por hoy dos de los mejores candidatos a waterworlds.
Kepler 186f
Actualmente el exoplaneta extrasolar más parecido a la Tierra por lo que respecta a las características físicas generales es Kepler 186f. Se trata de una supertierra 1,11 veces mayor que nuestro planeta. Está situada dentro de la zona de habitabilidad de su estrella, una enana roja que se encuentra a 500 años luz de la Tierra. Las estimaciones sobre su masa son aún inciertas. Sin embargo todo parece indicar que se trata de un planeta rocoso y no un gigante gaseoso erosionado por la acción del viento estelar. Podríamos decir que estamos ante un «hermano mayor» de nuestro mundo.
Evidentemente, el gran reto consiste ahora en localizar un verdadero gemelo de la Tierra, es decir, un planeta prácticamente idéntico al nuestro. Y, de hecho, algunos de los candidatos a exoplaneta detectados hasta ahora por la sonda Kepler ofrecen perspectivas prometedoras al respecto. Pero falta confirmar su existencia. Sea como sea, uno de los descubrimientos más trascendentes de la historia de la humanidad. El hallazgo de una verdadera «Tierra 2.0», está, como se suele decir, a la vuelta de la esquina.
Última hora: El pasado 24 de agosto se hizo público el descubrimiento de un exoplaneta potencialmente habitable en torno a Proxima Centauri, la estrella más cercana a la Tierra después del Sol. En un próximo artículo centraremos nuestra atención en las posibilidades de que en este mundo vecino pueda existir agua… y vida.