Ellos no son más que una parte de las víctimas que caen en las fauces de un depredador silencioso de los océanos. Son las llamadas redes fantasma. Equipos de pesca que han sido abandonados, perdidos o descartados y que se desplazan a la deriva durante años atrapando peces y fauna marina con un ansia que nunca descansa, de ahí que también se utilice el término de pesca fantasma.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) cada año acaban en el océano entre 500.000 y un millón de toneladas de redes y artes de pesca. Se estima que estos aparejos constituyen el 10% de la basura marina. Muchos de estos aparejos incorporan materiales sintéticos y plásticos y están considerados los residuos de estas características más letales para la fauna marina.
Fauna marina y ecosistemas amenazados
Se estima que el 66% de los mamíferos marinos, el 50% de las aves marinas y el cien por cien de las tortugas se han visto afectados por estas redes fantasma. Pero su impacto va más allá. Los equipos de pesca abandonados atraen a peces que quedan atrapados y a su vez son alimento de otros que también se enmallan. Un círculo vicioso por el que siguen pescando de forma eficiente sin ningún control, lo que tiene efectos sobre los recursos pesqueros. Aunque existe dificultad para cuantificar a nivel global las capturas de este tipo de pesca, hay cifras que muestran que cerca del 90% de las especies capturadas por las redes fantasma son comerciales.
Los equipos de pesca perdidos también son una amenaza para hábitats que son áreas de desarrollo de diversas especies, para corales y otros organismos sésiles, es decir que están adheridos a los sustratos. Además, suponen un riesgo para la seguridad en la navegación y las actividades acuáticas, se convierten en un transporte de especies invasoras y los plásticos que incorporan pueden tardar varios cientos de años en descomponerse.
Las tortugas son las especies marinas más afectadas por las redes fantasmas
Por lo general, los pescadores no quieren perder sus artes de pesca, pues constituyen su sustento. Condiciones meteorológicas adversas o corrientes pueden desprenden los aparejos o arrastrarlos hasta zonas rocosas donde se enredan y no pueden sacarlos. Errores o problemas mecánicos, la pérdida de los dispositivos de localización o el abandono de viejos y rudimentarios equipos en mal estado también están entre las causas. Pero detrás de las redes fantasma en muchas ocasiones lo que se esconde es la pesca ilegal, la pesca no reglamentada y no declarada, que contribuye considerablemente a agravar el problema.
Medidas para evitar las redes fantasmas
Las redes fantasma preocupan y desde hace años hay instrumentos internacionales para abordar esta situación. La Organización Marítima Internacional, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, organizaciones regionales de pesca han aprobado directrices al respecto. En 2015, se creó la Iniciativa Global contra las Redes de Pesca Fantasma (GGGI) que reúne a gobiernos, corporaciones del sector privado, la industria pesquera, comunidades académicas y organizaciones no gubernamentales y trabaja para que en 2030 el tonelaje global de equipo que se pierde en el océano anualmente sea igual o menor que la cantidad que el que se recupera, recicla y reutiliza.
Soluciones como aparejos rastreables, el marcado de los equipos para hacerlos visibles e identificar al propietario, promover el desarrollo de equipos biodegradables, facilitar el reciclaje, fomentar incentivos e instalaciones para que se devuelvan los equipos al final de su vida útil son avances significativos, pero aún queda camino por recorrer.
En este episodio de Todo es Agua, hablamos con Enrique Segovia, director de Conservación de WWF España; Ricardo Sagarminaga, biólogo marino de la Fundación Save the Med, organización que en 2019 impulsó el proyecto Med Ghost Fads, ante el alarmante aumento de las artes de pesca fantasma en el Mediterráneo; y con Bernat Hereu, profesor de Ecología marina en la Universidad de Barcelona, quien, junto a otros investigadores, puso en marcha en 2015 la iniciativa Evitemos la pesca fantasma, sobre este problema global cuyas consecuencia sobre la biodiversidad y los ecosistemas marinos son devastadoras.
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