Es conocida la asombrosa capacidad de Julio Verne (Nantes, 1828-Amiens, 1905) para construir historias que se adelantaron al relato de su tiempo. La ficción le sirvió al escritor francés para poner por escrito algunas intuiciones que, pese a que los avances técnicos y científicos de la época no podían demostrar en ese momento, acabarían siendo teorías confirmadas por los investigadores más prestigiosos. Es lo que se conoce como serendipias, hallazgos y coincidencias que nacen de la invención para convertirse en una descripción plausible de cómo es este extraño y sorprendente mundo que habitamos. Del submarino a las videoconferencias. Del helicóptero al mismísimo Internet.
Es el caso de Viaje al centro de la Tierra, la novela que publicó en 1864, y que narra el viaje de un profesor de mineralogía (Otto Lidenbrock) junto su sobrino (Axel) y un guía (Hans) al interior del globo. Aquí la serendipia no nos avanza un invento tecnológico que está por venir, sino las aguas subterráneas que, en la actualidad, sabemos que ocupan, sobre todo, las grietas del sustrato rocoso.
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Foto: Julio Verne
Autor: Pixabay