Historias del cambio
20 años de pasión por la ciencia
Rosa Lozano Durán, junto a Elisabeth Pozo y Rocío Ruiz, hizo historia al ser la ganadora del Stockholm Junior Water Prize -los Nobel junior del agua, cuya final española organiza Fundación Aquae- en 1999, en la primera participación de España en este prestigioso premio internacional. Más de 20 años después nos comparte sus recuerdos y experiencias desde China, donde sigue viviendo su pasión por la ciencia.
Tardé un instante en entender lo que me decía la voz al otro lado del teléfono. “¡Nos han seleccionado, nos han seleccionado! ¡Nos vamos a Estocolmo!”. Yo estaba en casa, preparando los exámenes de selectividad; mi amiga Rocío me llamaba desde el colegio, con la carta de los patrocinadores en la mano: nos habían escogido para representar a España en el Stockholm Junior Water Prize. Nuestra pasión por la ciencia nos llevaba a la final internacional de este prestigioso premio. No nos los podíamos creer.
Nos habíamos pasado varios meses muestreando por la costa del mar de Alborán, y otros tantos analizando datos; las conclusiones de nuestro trabajo, nuestra primera incursión en el método científico, eran claras: los equinodermos, invertebrados marinos que incluyen erizos y estrellas de mar, podían servir como indicadores de la calidad de las aguas. O, en otras palabras, la presencia de ciertas especies de equinodermo en una playa determinada indicaba que las aguas de esa playa no estaban contaminadas. Nuestros resultados establecían una conexión clara entre polución y biodiversidad, y nos llevaban a proponer una nueva clasificación de playas, alternativa a la existente bandera azul, basada en la diversidad biológica en sus aguas.
Comprobamos que los equinodermos eran indicadores de la calidad de las aguas.
Era 1999, y la primera vez que España participaba en el certamen. Rocío, Elisabeth y yo salimos de Málaga con muchísima ilusión y una buena dosis de nervios, y aterrizamos en mitad del Festival del Agua de Estocolmo, en una ciudad que bullía de actividad, para celebrar todo lo acuático y sumergirnos en ciencia. Fue una experiencia increíble, en la nuestra pasión por la ciencia creción. Aprendimos, disfrutamos, hicimos amigos de todo el mundo; discutimos nuestro trabajo con científicos y no científicos; escuchamos a investigadores de distintos campos. Fue inspirador. Me recuerdo pensando: “No quiero que esto termine”.
Estábamos satisfechas de nuestro trabajo, y felices de tener la oportunidad de presentarlo en un foro internacional, pero nunca se nos ocurrió pensar que podíamos ganar. Era una idea tan remota, tan improbable, que cuando en la ceremonia de entrega de premios anunciaron “Spain!”, no nos movimos del sitio; tuvieron que pasar unos segundos para que nos diéramos cuenta de que nuestros padres, nuestro profesor, los organizadores de la fase nacional… todos estaban en pie aplaudiendo y abrazándose, y que eso quizá indicaba que “Spain”, efectivamente, se refería a nosotras.
Sin embargo, lo más importante que me llevé de Estocolmo no fue un trofeo: fue lo vivido, y la certeza de no querer que mi contacto con la ciencia terminase ahí. Unos meses más tarde, empezaba la carrera de Biología en la Universidad de Málaga; cinco años después, mi tesis en el Área de Genética de la Facultad de Ciencias de la misma universidad. Mis planes iniciales de dedicarme a la biología marina cambiaron cuando descubrí la biología molecular y la genética, así que mi tesis se centró en estudiar las estrategias de los virus para causar infección en lugar de animales acuáticos. Durante ese tiempo, pasé unos meses en la universidad de Yale, en Estados Unidos; y, una vez doctorada, me marché a Reino Unido a estudiar inmunidad en plantas en The Sainsbury Laboratory.
Lo más importante no fue el trofeo, sino la certeza de querer seguir en contacto con la ciencia.
Hoy, dirijo mi propio grupo de investigación en el Shanghai Center for Plant Stress Biology, de la Academia China de Ciencias, donde mi equipo estudia los mecanismos moleculares mediante los que los virus de plantas manipulan a su hospedador y causan enfermedades. Somos un laboratorio internacional y multidisciplinar, y trabajamos juntos, usando herramientas de biología molecular y celular, bioquímica, genética, y bioinformática, para ir descubriendo los secretos de las infecciones virales en plantas. Cada día trae algo nuevo, algo que quizá nadie nunca ha visto antes. Y cada día pienso lo mismo que pensé cuando me vi inmersa en ciencia por primera vez, en aquel verano de 1999: no quiero que esto termine.