Historias del cambio
Dos mujeres pioneras en la arqueología submarina
La arqueología submarina unió a Lola Higueras y Pilar Luna, dos arqueologas que, gracias a sus investigaciones y hallazgos se convirtieron en las primeras mujeres pioneras en este ámbito. Lola Higueras logró reunir y documentar más de 2.000 expedientes de naufragios españoles América, Filipinas y otros archipiélagos del Pacifico. Mientras que Pilar Luna ha llevado a cabo ambiciosas expediciones en el sudeste mexicano.
Érase una vez, dos mujeres llamadas… Lola Higueras y Pilar Luna
Lola y Pilar, que tienen el honor de poseer el título de primeras arqueólogas subacuáticas de sus respectivos países, España y México, y de haber sido las únicas durante mucho tiempo. De hecho, ambas mantenían una estrecha relación profesional y de amistad hasta el fallecimiento de Pilar, en marzo de 2020.
Lola Higueras entró a trabajar en los archivos del Museo Naval en 1970, como Jefe de Investigación por su formación en Historia de América, realizando un exhaustivo trabajo sobre la Expedición Científica Malaspina. Catalogó miles de documentos, dibujos y cartografía de la expedición más importante del siglo XVIII. También dirigió la Serie “Ciencia y mar” » de la Editorial Lunwerg, un enorme esfuerzo editorial para mostrar el patrimonio marítimo español.
Pero Lola también realizó numerosas expediciones subacuáticas, ya que, recién llegada al Museo Naval, el Almirante Guillén creó la Unidad de Investigación de Arqueología Submarina, y de la que se encargó ella. Por aquel entonces, la Armada se encargaba de la custodia de los pecios del litoral español. Más tarde fue el Ministerio de Cultura el que se ocuparía de ello. Tras un curso de formación como buceadora, Lola se sumergió en una auténtica aventura, con numerosos viajes para poder documentar con precisión las excavaciones en marcha.
A lo largo de su vida profesional logró reunir y documentar más de 2.000 expedientes de naufragios españoles en España, América, Filipinas y otros archipiélagos del Pacifico, consecuencia del intenso tráfico marítimo de la Carrera de Indias, entre los siglos XVI y XIX.
¿Cómo es una expedición de arqueología submarina?
Es una disciplina plural y costosa, ya que, en arqueología, para estudiar hay que destruir. Pero antes de hacerlo, hay que dejar todo bien documentado. Si la expedición es bajo el agua, han de reunir a varios profesionales de distintas especialidades, además de fletar un barco. La gama es muy amplia, e intervienen buceadores, dibujantes, geólogos, especialistas en construcción naval, topógrafos, fotógrafos, restauradores, biólogos…
El pecio es una “Capsula de vida” que muestra la última instantánea de lo que sucedió antes de reposar durante siglos hasta ser encontrado, hasta ser descubierto sin pretenderlo. Para los investigadores que están estudiando al hombre y su paso por la tierra, encierra documentación valiosísima de la vida de sus tripulantes, las técnicas navales, la construcción naval, la vida a bordo, el comercio y la cultura del momento del naufragio.
Las expediciones arqueológicas submarinas deben reunir a varios profesionales de diferentes especializadas para llevarlas a cabo
Toda esta información debe ser cuidadosamente estudiada, situada en el lugar exacto del hallazgo, dibujada y fotografiada y después viene la difícil decisión de extraer o no las piezas de su lecho marino, ya que la conservación de los materiales “empapados” comienza en el momento mismo de su extracción y elevación a la superficie, donde corren peligro de destruirse si no reciben adecuado y rápido tratamiento, pues gracias a la falta de oxígeno, hay muchos elementos que se mantienen intactos.
En un Congreso Internacional, Lola conoció a Pilar Luna.
Pilar estudió arqueología en la Ciudad de México. En medio de una clase, escuchando a uno de sus profesores, una pregunta le asomó por el subconsciente: “¿Y qué pasa con los vestigios arqueológicos que están bajo las aguas de México?” Tan solo encontró un libro sobre el tema, de George F. Bass, reconocido como «el padre de la arqueología submarina del mundo». Comprendió que era a eso a lo que se quería dedicar. Y en 1980, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) creó un departamento para desarrollar esta disciplina, y encargaron su gestión a Pilar, cargo que desempeñó hasta que se jubiló en 2017.
La «Azote de los cazatesoros», como se la conocía, nunca cedió a chantajes de todo tipo: «Me he enfrentado a autoridades y a poderosos grupos económicos y políticos. Como mujer, y en un país reconocido como machista, muchas veces no resultó ni fácil ni agradable. Sin embargo, para mí es un orgullo decir que México no ha cedido nunca a las presiones de estos grupos que solo pretenden enriquecerse con parte de la herencia cultural de los pueblos que nos sentimos orgullosos de nuestro pasado.»
Una de las investigaciones más ambiciosas de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) ha sido el Proyecto de Investigación Flota de la Nueva España (1630-1631) con sus buques insignia, Nuestra Señora del Juncal y el Santa Teresa. Otra es el Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro: tres espeleobuzos realizaron un hallazgo inconmensurable para la humanidad en el sureste mexicano.
En una gruta inundada hace milenios, se encontró un esqueleto humano perteneciente a una joven – a la que llamaron Naia– que vivió hace casi 13.000 años, en el Pleistoceno Tardío, y murió cuando tenía entre 15 y 17 años de edad. También hallaron esqueletos y restos de 42 animales, varios de ellos ya extinguidos (gonfoterio, tigre dientes de sable, perezoso gigante de tres tipos, osos de cara corta…). El esqueleto de Naia es el eslabón que confirma que algunos grupos de los primeros pobladores de América llegaron, en efecto, de Siberia vía el Estrecho de Bering.
El Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro fue uno de los más importantes para Pilar Luna
El principal objetivo de los cazatesoros solían ser los restos del buque español Nuestra Señora del Juncal, que zarpó de Cádiz en 1630 y se hundió tras una lucha terrible contra el mar bravío un año después en el Golfo de México. Iba cargado de monedas de plata y una gran variedad de productos autóctonos, como el palo de tinte de Campeche, especias y el tan codiciado chocolate. La compañía Odissey, junto con otras empresas similares lo han intentado en numerosas ocasiones.
Y Pilar Luna siempre utilizó esta idea como norma en la arqueología submarina: “Nuestro patrimonio ni se vende, ni se subasta, ni se compra, ni se regala ni se malbarata.»