¿Cuánto sabes sobre el suelo?

Las causas que pueden provocar la erosión del suelo son muchas y muy variadas. Algunas tienen su origen en los fenómenos de la naturaleza, como el viento, el agua o la gravedad. Otras, en cambio, son consecuencia directa de la acción de los seres humanos. Entre estas últimas, destacan algunas como la deforestación, la actividad minera o la agricultura intensiva. Por ello, resulta fundamental trabajar por el desarrollo de una actividad sostenible que nos permita beneficiarnos de los recursos que nos aporta la naturaleza, pero respetando su capacidad de regeneración natural.

Existen diferentes tipos de acciones que pueden contribuir al cuidado del suelo y permitir que así se evite su erosión. Por ejemplo, la plantación de vegetación puede ayudar a estabilizar el terreno y sus nutrientes, sobre todo si previamente se ha producido alguna actividad humana que haya podido afectarlo. La reforestación es vital para cuidar los ecosistemas y propiciar el mantenimiento del suelo. Por otro lado, la construcción de canales de desagüe puede ayudar al suelo a eliminar el exceso de líquidos y, así, evitar las indundaciones.

A simple vista, podemos pensar que el suelo es un elemento de gran fortaleza, capaz de aguantar los efectos del paso del tiempo, de los fenómenos meteorológicos y de la actividad humana. Sin embargo, muy pocas personas saben que el suelo es un recurso natural no renovable, puesto que es necesario que pasen hasta 1000 años para que se genere un centímetro de suelo. De hecho, la gran presión a la que estamos sometiendo a este recurso puede hacer que, si no hacemos nada para evitarlo, en 2050 más del 90% de los suelos de la Tierra podrían estar ya degradados.

La erosión de la hoja y la erosión por langosta son erosiones del agua y escorrentía superficial del agua. El desgaste mecánico se produce por la exposición de las rocas a las condiciones meteorológicas externas. El sobrepastoreo, que es la realización de una actividad ganadera intensiva, sería la única erosión de tipo antrópica. La dependencia del sector primario de una buena calidad del suelo exigen identificar y desarrollar maneras de llevar a cabo una actividad agrícola y ganadera sostenible. El objetivo es hacer uso de sus recursos, respetando los ciclos naturales de regeneración.

Para que te hagas una idea de la magnitud de la cantidad de diversidad biológica que hay en el suelo, solo en una cucharada de suelo sano hay más organismos que en todo el planeta. El hecho de que una cuarta parte de la diversidad biológica del planeta se encuentre en el suelo implica que ahí conviven millones de organismos que son fundamentales para mantener el ciclo de la vida tal y como lo conocemos. La continua degradación del suelo, por ejemplo, a través de la reducción de carbono que contiene, pondría en serio peligro a esta diversidad biológica y suponer una grave amenaza para la vida y nuestros ecosistemas.

En efecto, hay que evitar a toda costa el uso de cualquier tipo de producto químico para el cuidado del suelo. En la actualidad, se ha extendido el uso de pesticidas y productos similares para proteger los cultivos de las plagas. El gran problema es que los componentes de estos productos también son nocivos para la biodiversidad que se encuentra en el suelo.

Si analizamos las principales causas que provocan el aceleramiento de la degradación del suelo, podremos ver que todas tienen un denominador en común: la actividad humana. La mala gestión de residuos o vertidos provoca la introducción de materiales nocivos (como el plomo) en los ecosistemas. La tala o agricultura extensiva causa la desaparición de su vegetación que, con sus raíces, ayuda a proteger nuestros preciados suelos. Los incendios, por otro lado, arrasa con los suelos, eliminando la importante capa de vida de su horizonte superficial. Finalmente, la modificación del territorio con construcciones de diversa índole altera los ecosistemas de ríos, arroyos, etc.