Cada vez es más fácil avistar residuos en el mar. Como consecuencia, a uno le entran cada vez menos ganas de visitar según qué playas o lugares de costa. Y la cuestión más importante sobre el impacto de los residuos en el mar no está en la posible pérdida de belleza de las líneas de costa. Más bien, se trata de un problema que amenaza los ecosistemas donde vive la biodiversidad marina, tan esenciales para el buen funcionamiento de los procesos naturales. La Cumbre Mundial del Océano persigue un sueño que deberíamos tener todos: acabar con los residuos plásticos de las aguas de nuestros mares.
Sigmund Freud expuso decenas de supuestas interpretaciones sobre nuestros sueños más recurrentes. Sin embargo, no tengo constancia de que en sus obras –tan famosas como criticadas– aparezca alguna referencia onírica referida a las islas solitarias del Pacífico. Descansar en una playa deshabitada y desconocida forma parte del ideal de felicidad de muchos de los ciudadanos sometidos al estrés de una era que ya comenzamos a conocer como el Antropoceno.
El problema es que algunos de los malos hábitos de los humanos modernos están destruyendo sus propios sueños.
La isla de Henderson
A mediados del mes de mayo, los investigadores Jennifer Lavers y Alexander Bond publicaron en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS) un estudio -acompañado de fotografías y vídeos- en el que se cuantificaba la dramática acumulación de residuos en la costa de la isla Henderson.
Esta pequeña isla del archipiélago Pitcairn, en el Pacífico sur -territorio del Reino Unido desde 1902-, se encuentra a unos 5.000 kilómetros de la ciudad más próxima. Y está deshabitada desde hace seis siglos. Pese a ello, y aunque parezca extraño, sus playas y acantilados acumulan 37,7 millones de fragmentos de plástico; con concentraciones puntuales de hasta 671 residuos por metro cuadrado, según el estudio realizado sobre el terreno por estos expertos de la Universidad de Tasmania (Australia) y de la Royal Society para la Protección de las Aves (Reino Unido).
La isla Henderson se encuentra situada casi en el centro del remolino o gran corriente marina del Pacífico sur (un fenómeno conocido en inglés como South Pacific Gyre) y, por este motivo, cada día llegan a sus costas miles de fragmentos de residuos lanzados al mar por los pescadores, los buques comerciales y de recreo o los habitantes del oeste de América.
Lucha internacional por mantener los mares libres de residuos
El ejemplo de Henderson debe hacernos reflexionar, sobre todo en una fecha como el Día Mundial de los Océanos (8 de junio)
En la sesión preparatoria de la Cumbre Mundial del Océano (The Ocean Conference) celebrada el pasado mes de febrero en Bali (Indonesia), los representantes del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) presentaron la campaña #MaresLimpios (#CleanSeas).
Uno de los objetivos de este proyecto es eliminar en el horizonte de 2022 dos de las principales fuentes de basura marina. La primera: los microplásticos (microperlas), utilizadas en productos cosméticos. La segunda: el uso excesivo de plásticos de un solo uso (bolsas, envases y similares).
En esta propuesta, Naciones Unidas exhorta a los gobiernos a comprometerse con políticas para la reducción del plástico. Además, pide a la industria que minimice los envases elaborados con este material y propone soluciones innovadoras para rediseñar sus productos.
Esta preocupación y estos objetivos ocupan el apartado o ‘Dialogo’ número 1 de las sesiones oficiales de la mencionada Cumbre Mundial del Océano. Se celebra del 5 al 9 de junio en la sede de la ONU en Nueva York.
Los mares limpios, cosa de todos
Los organismos internacionales, los gobiernos locales y las empresas han de hacer realidad estos objetivos. Así, podríamos en tre todos acabar con las mareas de residuos que ensucian las aguas de todo el planeta. Residuos que, además, causan daños importantes en los ecosistemas, los seres vivos y la salud de las personas.
Los ciudadanos no podemos quedar al margen y esperar que la solución llegue solo de las administraciones públicas y las empresas. El compromiso personal con el medio ambiente exige un mayor esfuerzo en la reducción de los residuos que generamos. Y, en especial, por facilitar su reciclaje.
Si nos sirve de aliciente, pensemos que cada vez que tiramos al suelo una bolsa de plástico o una lata de bebida estamos ensuciando las aguas de los mares y playas más maravillosas del mundo. Entre ellas, hablamos también de islas como la isla de Henderson.