Microrrelatos Científicos 2020
El doctor Efraim retiró el manto del objeto esférico, miró a la audiencia y presionó el botón. Una luz cegadora envolvió el lugar.
Considerándolo un experimento fallido, las personas se retiraron, ignorando que el germen de la ambición fue extirpado de sus cerebros. Era cuestión de tiempo para aplicar el mismo método al resto de la humanidad.
—Sí, pero ¿yo siendo tan pequeña, qué tanto podría valer?
—Pues…
—Vales la hipótesis para un investigador, vales el viento cuando hace calor.
—Vales la patente de un invento, vales el “¡eureka!” en un descubrimiento.
—Vales el árbol en el control del clima, vales el oxígeno cuando te acercas a la cima.
—Vales la fosfina que da vida en Venus, vales observar un agujero negro a años luz.
—Vales el Flavivirus de la hepatitis C, vales las respuestas que yo no sé.
¡Papá! tu eres la voz de mi universo.
Los niños lo crearon en las lecciones de ciencias. Usaron un bolígrafo sin tinta, un globo y un plato con agua y jabón. . Un día la sonrisa burbujeante decía: Estoy triste. Nunca podré existir para siempre. La maestra tuvo una idea: tomaré una foto de la cara sonriente y se proyectará a los estudiantes. ¡Lo dibujarán! Lo hicieron y, luego, crearon un hermoso marco para la imagen. María dijo: ¡Decoraré mi habitación con mi pintura! A los estudiantes les encantó la idea . Ahora, la sonrisa burbujeante era feliz
El nuevo compuesto es idéntico al agua excepto en un enlace químico que en vano hemos intentado corregir. No tendremos problemas por un tiempo, pero en ocho meses el cáncer es inminente. Los contratos de producción se firmaron desde el segundo día y la rueda de prensa es en dos horas.
Muchos morirán y no tenemos opción. Es confidencial.
Ah0r4 h4y un s1st3m4 d3 punt4j3 s3cr3t0 3n l4s r3d3s s0c14l3s. Ya no somos amos de nuestras decisiones. Vivimos en una simulación.
Por eso estamos tu y yo bajo los rascacielos del Silicon Plateau Bangalore intentando crackear los códigos. Por eso huimos de los robots policía en el aeropuerto de Shenzhen. Luchamos contra millones de procesadores. Pero venceremos. ¿Estás conmigo?
Algunas comparten un extenso puente de gas y polvo, susurrándose versos de amor a través del espacio.
Otras colisionan violentamente y se devoran a besos en una danza al compás del silencioso vacío, aprisionadas por su imperiosa atracción gravitacional.
Las más desdichadas viven un amor a distancia con la esperanza de que el tiempo las junte tras una espera dolorosamente larga.
Las que se encuentran solas aguardan una eternidad soñando con amores lejanos.
Las galaxias se aman apasionadamente, pues ante la creciente entropía del universo, únicamente el amor no se termina nunca.
Casi avergonzado, dejé que mi yo de hace quince años dijera:
—Entonces… ¿lo que sale en Parque Jurásico no es posible?
Al profesor y los compañeros se les escapó una sonrisa.
—Desafortunadamente no. ¿Queréis saludar a un descendiente de los dinosaurios? —una urraca se había posado en la ventana.
Aunque no es Dios, hay quienes aún lo confunden, por eso de no verlo con claridad y no saber exactamente donde está, pero la verdad es que es sólo parte de un modelo estándar y muy pesado de verdad.
La nave descendió sobre un planeta a más de 100 años luz de la Tierra. Los microscópicos seres que lograron sobrevivir al largo viaje, encontraron en aquellas nuevas, sulfurosas y cálidas aguas, el camino para prosperar y diversificarse, como antes.
-Pobre, siempre solo, sin nada que compartir.- Exclamó la Sra. Oxígeno.
-Bueno, el nunca pierde los nervios, nunca se desequilibra cuando está solo. Nosotros tenemos una relación de dependencia, sin ti me vuelvo loco.
-¿Y qué prefieres?
-Prefiero la compañía, la cordura está sobrevalorada. - Le respondió, con sonrisa picaresca el Sr. Oxígeno.
Conclusión: estamos ante un mundo perfecto para asentar quince mil millones de colonos, si bien la vida inteligente autóctona (civilización tipo 0,7 según la escala de Kardashov), autodenominada ‘humana’, amenaza con destruir el ecosistema.
Una abeja sintió su fragancia. El insecto la observó curiosamente. El color y el aroma eran embriagadores. Con delicadeza se posó sobre los pétalos y los acarició.
Las anteras vibraron y una fina lluvia de polen las cubrió. La abeja, extasiada por los estímulos, recogió su recompensa del nectario. Fue en ese momento cuando el estigma tímido recibió un gameto, que viajó por el estilo y llegó al ovario de la flor. Un instante fecundo.
Érase una vez un mundo madre, que como cualquiera de ellas dio a luz en su seno a sus hijos llenos de cuidados.
Érase una vez un hijo enfermo que de madre se alimentó hasta dejarla con un solo aliento, perdiéndole todo atisbo de respeto.
Érase una vez un mundo enfermo, moribundo y devastado, por haber amado al hijo equivocado.
Érase una vez un virus llamado ser humano.
Un día la humedad compensó la temperatura. De pronto, el agua y la semilla se encontraron. El largo sueño llegaba a su fin. Las moléculas de H20 ingresaron en la semilla y sus mitocondrias respiraron y se multiplicaron.
En su interior, las reservas se activaron y las células comenzaron a expandirse. Mientras tanto nuevas hebras de ADN sintetizaban a las proteínas.
Todo su potencial había esperado este momento. Era hora de emerger.
Al mismo tiempo, Belinda se despertó a la hora de siempre, donde su madre la llamaba para tomar su desayuno, y mientras daba el primer mordisco, se escuchaba el sonido del agua del grifo, que había quedado abierto.
La hija del sultán preguntó: -Si el tiempo no avanza, ¿nunca creceré? -Y rompió a llorar.
El sultán, compungido por su llanto, ordenó al sol calentar de nuevo la tierra, y al tiempo reanudar su avance.
¿Valió la pena arrancar los secretos de la Ciencia a costa de mi sufrimiento, a costa de privar a mis hijas de su madre?
Jugar a Prometeo no estaba en mi plan de vida, pero sé que mis esfuerzos y agonía serán de mucho valor para mis semejantes, pues de lo que hoy muero para muchos será su salvación.
¿Cambiaría mi vida por una distinta, sin dolores, penurias ni discriminaciones? No lo creo. Volvería a ser, sin lugar a dudas, Maria Sklodovska"
Pensó «Fuimos científicos, químicos, astros físicos, biólogos... llegamos a comprender una parte del todo, pero nunca a nosotros mismos, la humanidad se perdió entre el crepúsculo y el ocaso, ahora es complicado seguir nuestra labor en un mundo destrozado dónde el tiempo no tiene retorno.
¡Perdóname hijo mío! ...»