La creatividad ha pasado de ser deseable a ser absolutamente necesaria para algunas empresas que quieren ser más competitivas. Desafiar el status quo es hoy una parte fundamental de la creatividad. Es así como nace el movimiento maker, basado en la idea de que el fallo es inherente al cambio. Como dice Cecilia Tham en esta charla para Aquae Campus, la verdadera innovación es aquella que surge en torno a la cultura del fracaso.
La importancia de poder cometer errores
Solo cuando el fracaso se percibe como una oportunidad de aprendizaje es posible llegar lejos en la lucha por ser diferentes y mejores. En este sentido, no es nada desdeñable el hecho de que más del 70% de los proyectos de nuevas empresas fracasan. Desde hace años empresarios y artistas se unen para intercambiar las historias de sus propios fracasos. Hay eventos en todo el mundo en los que un emprendedor fracasado se sube en un escenario a compartir su historia.
Compartir los errores que uno ha cometido puede transformar una experiencia de derrota en una fuente inagotable de conocimiento y sabiduría. Pero lejos de ser algo nuevo, la cultura del fracaso asociado a la innovación viene de muy atrás. De hecho, los comienzos de la filosofía occidental nos muestran que la idea de nuestra propia ignorancia sobre el conocimiento tiene más de 2.000 años de historia.
La cultura del fracaso
La cultura del fracaso es una donde el error se percibe como una parte inherente del proceso de desarrollo.
Si el fracaso se ve como un proceso, entonces se vuelve más fácil aceptar la noción de que el fracaso significa aprender continuamente. Una persona que se enfrenta a un proceso de innovación tiene que estar dispuesta a comprobar si la solución que ha diseñado –sea un producto o un servicio– cumple con los objetivos. Si no es así, es momento de pivotar hacia una solución diferente. Y es precisamente este concepto, el de pivotar, que es especialmente importante en la cultura start-up que Cecilia Tham tan bien conoce.
Gran parte de los fracasos que tienen lugar en entornos creativos se deben a la incertidumbre inherente al trabajo. A menudo es difícil anticipar necesidades o problemas puede no han ocurrido antes. De hecho, muchos entornos de trabajo viven expuestos a una incertidumbre constante, lo cual a menudo se convierte en un catalizador de innovación. Es el caso de las salas de urgencias de un hospital o incluso la conducción de un vehículo. Sin embargo, muchas empresas nacen en este entorno de incertidumbre y diseñan soluciones que reciben una gran acogida por parte de la sociedad.
La relación entre la innovación y la incertidumbre
En muchos casos innovar significa estar constantemente expuesto al riesgo de fracasar porque la incertidumbre ante una solución nueva o un nuevo mercado es a menudo muy grande. Sin embargo, el fomento de la cultura del fracaso permite hacer una gestión de expectativas realista en los procesos de innovación. Por lo contrario, confiar ciegamente en que la solución diseñada es adecuada para el mercado puede crear una ceguera de la que una empresa podría no recuperarse.
¿Cómo es posible entonces prevenir los fallos? En muchos casos se trata de actuar con prevención. Se puede preparar para el fracaso desarrollando una cultura basada en la comunicación, una que permita evaluar el estado de la solución con franqueza y fomente el planteamiento de acciones de mejora. En otros casos, puede que el equipo y la idea de negocio sean adecuadas y tremendamente innovadoras pero que el mercado simplemente no esté listo para recibir un producto o servicio.
Es hora de aceptar el error, extraer el aprendizaje de la experiencia y redirigir la atención hacia otro punto.
ACERCA DEL AUTOR
Cecilia ThamACERCA DEL AUTOR
Cecilia Tham es profesora en la Parsons Design School de Nueva York e impulsora de FabCafe, MEAT Creative y Assemble.rs, iniciativas que promueven la innovación colaborativa entre empresas e individuos.