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Cecilia Tham nos habla sobre el movimiento Maker

Hablamos con Cecilia Tham, fundadora de Makers of Barcelona, sobre el movimiento maker, una verdadera revolución creativa que está cambiando el mundo desde abajo. Más que un movimiento, quizás deberíamos de hablar de una comunidad de aficionados, ingenieros, artistas, diseñadores, informáticos y artesanos que buscan transformar el mundo físico que les rodea.

Muchos se refieren al movimiento maker como el motor de la nueva revolución industrial. Como explica Cecilia Tham en su entrevista, se trata de una revolución basada en la democratización de la innovación, gracias a la cual cualquiera puede convertirse en un creador utilizando herramientas de fabricación digital como las impresoras 3D o las cortadoras láser.

Una fuerza revolucionaria

Con el paso de los años, estas herramientas han pasado de ser verdaderas piezas de museo a convertirse en gadgets al alcance de la mayoría. El movimiento maker se basa precisamente en la idea de que cualquier persona debería tener acceso a las herramientas y al conocimiento necesarios para construir cualquier cosa que necesite o desee. En este sentido, el movimiento maker concibe el cambio a una sociedad productiva como un paso necesario para el empoderamiento de los ciudadanos. Así, las personas pasan de ser simples consumidores a convertirse en dueños de sus propias vidas gracias al poder de la educación, la tecnología y el aprendizaje.

A través del acceso compartido a herramientas y tecnologías de fabricación digital, los makers pueden participar activamente en la economía colaborativa. De esta manera, el movimiento maker se plantea como una forma disruptiva de reducir estimular el desarrollo económico a través del emprendimiento tecnológico. Para que el movimiento maker se pueda aplicar con éxito, es necesario utilizar un modelo basado en el intercambio social, los recursos tecnológicos y la creación e intercambio de conocimiento.

Los orígenes del movimiento maker

El director del MIT Center for Bits and Atoms (CBA), Neil Gershenfeld, impartió en 1998 por primera vez un curso llamado “Cómo hacer (casi) cualquier cosa”. Siete años más tarde, publicó Fab: The Coming Revolution on Your Desktop, un libro que pasaría a la historia como un manifiesto de la cultura maker que todavía estaba por llegar. En él, Gershenfeld habla sobre el poder disruptivo de la creación.

Tomando esta idea como génesis del movimiento maker, los Fab labs de los que hablaba Gershenfeld acabarían proliferando en todo el mundo. Se trata de laboratorios de fabricación digital que actúan como lugares para jugar, crear, aprender, guiar e inventar. En definitiva, un lugar para el aprendizaje y la innovación. Estos Fab Labs brindan acceso al medio ambiente, las habilidades, los materiales y la tecnología avanzada. El objetivo, como adelantaba Gershenfeld: permitir que cualquier persona en cualquier lugar pueda hacer (casi) cualquier cosa.

Sin embargo, el término maker no llegó realmente hasta el año 2005, momento en el que Dale Dougherty lanzó la revista Make, una publicación precursora del movimiento DIY (do-it-yourself). Un año más tarde, Dougherty crearía el Maker Faire, un evento para celebrar las artes, la artesanía, ingeniería y los proyectos de ciencia. Ambos –la revista y el evento– son considerados los verdaderos orígenes de la expansión del movimiento maker.

Las bases del movimiento maker

Cecilia Tham es un ejemplo vivo de cómo el movimiento maker ha evolucionado desde sus orígenes. De hecho, no existe una definición correcta de lo que significa ser un maker. Por ejemplo, puede referirse a actividades de informática orientadas a STEM generalmente relacionadas con la electrónica y la robótica. Pero también podemos hablar de proyectos que surgen en oficios más tradicionales, como la carpintería o la metalurgia.

Las bases del movimiento maker las encontramos quizás en la contracultura de la década de 1960. Es en ese momento cuando nace el término hacker, que no estaba asociado a connotaciones negativas, sino todo lo contrario. De hecho, al principio se hablaba de hackear en un sentido positivo. Significaba  «trabajar en» un problema tecnológico de una manera diferente, presumiblemente más creativa que la que se describe en un manual de instrucciones.

De esta forma, ya la tecnología se veía entonces como una oportunidad de emancipación. La tecnología era percibida por su capacidad de empoderar a las personas y hacerlas capaces de desinstitucionalizar la sociedad.