Historias del cambio

Mujeres programadoras

A lo largo de la historia muchas han sido las mujeres destacadas en campos científicos. Sin embargo, las aportaciones de pocas de ellas han sobrevivido al paso del tiempo, ocultas por una sociedad donde los conocimientos no bastaban por sí solos para alcanzar la notoriedad que se merecían

 

Hoy hablamos de mujeres programadoras e informáticas que optaron por no continuar al no ver sus trabajos reconocidos. Pero ¿qué hubiera ocurrido si ellas no llegan a desarrollar sus investigaciones?

Ana Isabella Milbanke, una aristócrata inglesa, y el poeta Lord Byron tuvieron una hija, Ada, que nunca conoció a su padre por la mala relación entre los cónyuges. Cuando años más tarde Ada se casó con Lord Lovelace, pasaría a llamarse Ada Lovelace (1815 – 1852). Desde pequeña con una naturaleza enfermiza, Ada dedicó mucho tiempo a la lectura y el estudio. Su elevada posición social le concedió privilegios como viajar y poder conocer máquinas como el «telar de Jacquard», una máquina que utilizaba tarjetas perforadas que seguían una secuencia. Con cada golpe en la tarjeta, dirigía un hilo negro o blanco al cabezal del telar, señalando el hilo deseado en el lugar indicado. De ese modo, logró crear patrones más complejos, como era el caso del brocado, el damasco o el matelassé.

Otro privilegio fue tener como tutora a la matemática y astrónoma escocesa Mary Somerville, que le permitió relacionarse con científicos como Charles Babbage, diseñador de una calculadora mecánica capaz de calcular tablas de funciones numéricas por el método de diferencias. Con él consiguió mantener una estrecha colaboración.

En 1842 tradujo un artículo escrito en francés en el que se describía la máquina analítica de Babbage, y donde Ada introdujo sus propias teorías acerca del funcionamiento de la máquina. Por ejemplo, el del algoritmo informático: una máquina que pudiera programarse y reprogramarse para que fuera capaz de llevar a cabo cualquier tarea que se expresara mediante símbolos. ¿Cómo? Con las tarjetas perforadas de los telares de Jacquard. Pero este algoritmo nunca se comprobó, porque la calculadora de Babbage no se construyó. Ada, decepcionada, no volvió a trabajar. Murió a los 37 años.

Tuvieron que pasar casi cien años hasta que Howard Aiken, un ingeniero estadounidense diseñara un ordenador electromagnético, ligado con el trabajo de Babbage. Es muy probable que Ada, con su teoría, imaginara el primer ordenador de la historia. Aproximadamente de esa época fue Hedwig Eva Maria Kiesler, conocida como Hedy Lamarr (1914 – 2000), una de las actrices más bellas de Hollywood de los años 30 y 40. Pero también fue una genial inventora que desarrolló, entre otras cosas, el wifi. De hecho, en Austria, su país natal, el 9 de noviembre se celebra el Día del Inventor en su honor.

Hedwig abandonó sus estudios de ingeniería para convertirse en actriz. Entonces, conoció y se casó con Fritz Mandl, un magnate armamentístico que mantenía relaciones comerciales con el ejército nazi. Al abandonar el cine por petición de Fritz, retomó sus estudios y discretamente, fue recogiendo información de la tecnología armamentística nazi en las numerosas reuniones a las que debía asistir.

Cansada de su marido, Hedwig huyó a Estados Unidos. En el barco conoció al productor cinematográfico Louis B. Mayer, que le ofreció trabajar para la Metro-Goldwyn-Mayer, adoptando el nombre de Hedy Lamarr.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Hedwig ofreció su información sobre el ejército alemán al Gobierno de Estados Unidos. Incorporada en el departamento de tecnología militar, Hedwig comprobó que las señales de radio que guiaban a los torpedos de la armada norteamericana eran fáciles de interceptar. Entonces elaboró, junto con el compositor George Antheil, un sistema de detección de torpedos teledirigidos. Inspirado en un principio musical, funcionaba con 88 frecuencias, las equivalentes a las teclas del piano, y podía hacer saltar señales de transmisión entre las frecuencias del espectro magnético. Pero no se usó hasta 1962 para interceptar las comunicaciones y el control de los torpedos. Este método fue el precursor del wifi y hoy se emplea para los sistemas de posicionamiento por satélite, como el GPS.

Fuente: (Photo by Clarence Sinclair Bull/John Kobal Foundation

Después de la guerra, Hedwig fundó su propia compañía cinematográfica y continuó desarrollando inventos, que le hicieron mantener en secreto mientras fue una estrella de la Metro-Goldwyn-Mayer, porque pensaban que podía perjudicar su imagen. Cuando la Metro le rescindió el contrato, nadie la asociaba a ningún invento y ella desistió de continuar. En 1997 le concedieron el Pioneer Award pero Hedwig, harta de que se la hubieran ignorado tanto tiempo, dijo simplemente «It’s about time» (ya era hora).

En una profesión todavía hoy dominada por hombres, la gallega Ana María Prieto (1942- 2018) fue, en 1963, probablemente la primera programadora informática en España.

Residente en Madrid junto a su familia desde los 9 años, esta gallega empezó a estudiar Farmacia, pero no le convencía, ya que Ana María adoraba las matemáticas. Por eso, cuando vio un anuncio de una empresa tecnológica nueva, Bull, que necesitaba personal, se presentó y fue seleccionada como operadora de la que sería la multinacional que comercializaría los primeros ordenadores. Estudió de forma autodidacta, y llegó a ser programadora de la empresa. Tenía solo 21 años.

Se dedicó a viajar y a asistir a ferias tecnológicas por ciudades y a ejercer como colaboradora de varios clientes de su empresa. En los sesenta nadie se imaginaba que en la actualidad pudiéramos tener portátiles, tabletas o móviles.

En 1969 le surgió la oportunidad de regresar a Santiago, como programadora en el centro de cálculo de la Caja de Ahorros. Junto con otros dos compañeros desarrollaron las máquinas programadoras Phillips e IBM que tenía la entidad bancaria. En esta etapa, Ana María Prieto estuvo formando a nuevos programadores, ya que pocos tenían su conocimiento. Pero en 1973 se casó, y dejó el trabajo. Tenía muchas ganas de tener una familia y eso pudo más que su carrera como programadora. Tenía 37 años.

La carrera de ingeniería informática tiene hoy en día unas cifras todavía muy bajas de mujeres matriculadas, apenas el 13% en los primeros cursos. Y la tendencia no es a incrementarse. Desde 2009, el segundo martes de octubre se celebra el Día Internacional de Ada Lovelace, donde se pretende conmemorar los logros conseguidos por las mujeres en campos como la tecnología, la ciencia, la ingeniería o las matemáticas.

Si estas mujeres no hubieran sufrido el rechazo o la indiferencia en sus épocas, sus logros hubieran servido de referente para otras y, tal vez, actualmente, existirían más programadoras.