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Menos glifosato y más insecticidas naturales

5 de Mayo de 2015
Conocer la historia, interpretar correctamente el presente y esperar un futuro mejor son tres piezas clave para avanzar como personas y como sociedad. En la protección del medio ambiente, esta primavera nos encontramos un especie de flecha del tiempo que une pasado, presente y futuro. Los tres protagonistas de este proceso son el DDT, el glifosato y los insecticidas naturales.  

Decíamos en el apunte de este blog del 26 de marzo que muchos ciudadanos revisamos casi cada día internet y el conjunto de medios de comunicación a la búsqueda de novedades científicas que pueden mejorar nuestras vidas. Las noticias sobre descubrimientos e innovaciones tecnológicas son importantes pero no podemos olvidar la transcendencia de la historia y el contexto en que se producen estos avances. 

Repasando uno de los episodios más importantes del siglo XX en la defensa del medio ambiente y la salud de las personas aparece el nombre de Rachel Carson y su libro Silent Spring (Primavera silenciosa), editado por primera vez en Estados Unidos en septiembre de 1962. Durante algún tiempo aquella denuncia del uso indiscriminado de productos como el DDT fue menospreciada por algunos sectores de la comunidad científica, las empresas químicas y las administraciones públicas. Finalmente, la obra capital de esta famosa bióloga norteamericana se convirtió en un best seller, desencadenó el proceso legal para prohibir el uso de algunos productos químicos peligrosos y sentó las bases del movimiento ecologista internacional. 

Salvando las distancias, el pasado 20 de marzo la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, dependiente de la Organización Mundial de la Salud) decidió incorporar el herbicida glifosato y los insecticidas malatión y diazinón a la lista de substancias «probablemente carcinógenas para humanos». Esta resolución no implica de momento ninguna prohibición en el uso de estos tres organofosforados pero es una llamada de atención que no podemos menospreciar (como nunca se debió menospreciar a Rachel Carson). Mientras se llevan a cabo nuevos estudios, la IARC ha incluido estos tres pesticidas en la lista 2A en la que se encuentran inscritos otros 70 productos o agentes, entre ellos la acrilamida (que se genera por ejemplo al freír las patatas a temperaturas muy altas) o la creosota (que durante décadas fue utilizada para proteger las traviesas de madera de las vías férreas).

La resolución adoptada ahora por la IARC no debe crear alarmas injustificadas pero las administraciones públicas y los ciudadanos deberíamos tomar medidas de precaución para evitar la utilización indiscriminada de este tipo de productos en agricultura y jardinería, así como prevenir exposiciones innecesarias a estas substancias.  

Para interpretar correctamente las nuevas indicaciones de la IARC debemos saber que la lista 2A incluye a los ahora 73 productos o agentes que, según los datos conocidos hasta el momento, «probablemente» puedan ser causantes de cáncer en humanos. En otra categoria con mucho más peligro, la lista 1, la IARC incluye 116 productos o agentes sobre los que sí que existen datos concretos que demuestran que pueden causar cáncer en humanos. Incluso en este caso hace falta que los datos vayan acompañados de una correcta interpretación del contexto, porque no es lo mismo la exposición a la radiactividad del plutonio que las radiaciones solares (aunque ambos agentes -plutonio y rayos solares- se encuentren en la lista 1 de la IARC). 

Recordando la historia e interpretando correctamente los datos del presente podemos acercarnos con mayor conocimiento a los avances científicos que pueden marcar el futuro. En este caso, frente al DDT y el glifosato llama la atención un estudio sobre alternativas a los pesticidas clásicos publicado el pasado 7 de abril en la edición on line de la revista Chemical Communications. En este trabajo, un equipo liderado por investigadores de la Escuela de Química de la Universidad de Cardiff (Reino Unido) presenta el descubrimiento de un nuevo sistema para crear moléculas que reproducen el olor de repelentes naturales de insectos, como los terpenos de las plantas.

El profesor Rudolf Allemann, líder de esta investigación, afirma que «a través de nuevas técnicas bioquímicas» su equipo ha sido capaz de producir moléculas de olor repelente de insectos que funcionan de forma similar a los insecticidas naturales originales. Este nuevo proceso de fabricación permitiría extender el uso de repelentes de insectos en substitución de los actuales insecticidas químicos, reduciendo el impacto sobre el medio ambiente y la salud de las personas.  

En el pasado se cometieron muchos errores con los insecticidas químicos. Ahora se impone la prudencia y la investigación científica para evitar la amenaza de una Primavera Silenciosa.

ACERCA DEL AUTOR

Joaquim Elcacho
Joaquim Elcacho. Periodista especializado en medio ambiente y ciencia. Coordinador de La Vanguardia Natural, canal/sección de medio ambiente y naturaleza de la edición digital de La Vanguardia. http://www.lavanguardia.com/natural