La escasez de agua en el mundo es un problema creciente, especialmente en el contexto del crecimiento demográfico. En este sentido, la gran mayoría del agua que usamos se destina al riego, por lo que es vital desarrollar ideas que hagan que el agua que usamos en la agricultura dure más tiempo. Una de ellas es la llamada lluvia sólida, que en realidad es un polímero basado en el potasio llamado poliacrilato de potasio.
Los que vivimos en países soleados solemos admirar los verdes paisajes de los países nórdicos, pero no siempre nos acordamos de que ellos tienen, en muchos casos, más de cien formas de llamar a la lluvia. Porque tienen lluvia unos 360 días al año.
Esta semana estuve en Santiago de Compostela participando en unas jornadas del Consello da Cultura Galega. Allí descubrí que en gallego, por ejemplo, podemos encontrar infinidad de vocablos para hablar de esas gotitas que caen del cielo, según si lo hacen con más o menos intensidad: zarzallar, si llueve fino y de forma continua; chuviñar, si llueve poco; lapiñar, patiñar, poallar, pulpizar, marmañar, mocallar, froallar, zarrapicar, cuviscar, borraxar, chubazar, treboar y muchas más. ¡No es extraño, pues, que el día que sale el sol estén todos de muy buen humor!
Lluvia sólida surge como solución a la escasez hídrica
Pero la escasez de lluvia no es sólo oro reluciente y rayos de sol en la frente. La falta de agua puede comportar problemas graves para la agricultura. Por suerte, los investigadores ya se han puesto manos a la obra para poder solucionar este problema y han aparecido propuestas como la de la lluvia sólida.
Esta lluvia representaría una alternativa al riego convencional. Está compuesta por un polímero biodegradable en polvo, no tóxico, que es capaz de absorber 200 veces su peso en agua y almacenarla durante algo más de un mes. Este polímero actúa de forma similar a como lo harían los polímeros súper-absorbentes que podemos encontrar en los pañales para bebes. Al entrar en contacto con el agua, se convierten en un gel. Se necesitan 25 kilogramos de este producto para poder abastecer una hectárea de cultivo y los resultados obtenidos son extraordinarios porque la raíz se mantiene húmeda durante dos meses y se va rehidratando cada vez que caen precipitaciones.
La lluvia sólida se comercializa en una decena de países con el nombre técnico: poliacrilato de potasio. Seguro que en alguna floristería o algún vivero ya habéis visto productos similares a este para un consumo más discreto y doméstico. Es lo que se conoce como riego con agua gelificada, con gel de agua o agua sólida y podemos utilizarlo para macetas y jardineras. En este caso, podemos optar por esta técnica, no sólo porque no salgan las nubes, si no porque puede ayudarnos a ahorrar en nuestro consumo de agua y puede salvar las plantas de aquellos que no suelen acordarse de regarlas regularmente o que van a estar algunos días fuera de su hogar.
Para utilizar este agua en gel, los ahorradores, despistados o viajeros, deberán abrir un hueco en la tierra y enterrar allí un tubo de malla plástica. Dejarán que sobresalga unos dos centímetros por encima de la superficie. Y luego colocarán dentro de este tubo el gel de agua, que no tendrán que reponer hasta dentro de uno o dos meses.
La revolución del poliacrilato de potasio
Imagino que para las plantas debe ser como para nosotros sería hidratarnos a base de gelatinas. De hecho, si en un momento de inspiración experimental, se nos ocurre intentar fabricar nuestra propia agua sólida, podemos hacerlo añadiendo agua a un paquete de gelatina sin sabor. Y colocando esta gelatina ya solidificada dentro de un tubo improvisado, parecido al que obtendríamos comprando un kit de agua sólida comercial.
La revolución de la lluvia sólida o poliacrilato de potasio ha llegado incluso a nuestros floreros. Seguro que alguna vez habéis visto jarrones que contienen lindas floras y unas extrañas bolitas de colores. Pues esas esferas son la fuente de agua de las flores.
¿Quién nos iba a decir que la lluvia podía ser sólida y que a nuestras plantas pudiera gustarles la gelatina? Y es que en este mundo, todo cambia, todo avanza… incluso algo tan aparentemente inmutable como los estados físicos de la lluvia. ¿Cuántos nombres de lluvia más nos tendremos que inventar?