Microrrelatos

¡EN EL SANTUARIO DE LA CIENCIA!

    El científico más importante del milenio me había concedido una exclusiva. Él mismo me abrió la puerta. Luego murmuró algo sobre la criada.

    Pasamos directamente al laboratorio. Me sentí extasiado cuando accedí a aquel santuario de sabiduría.

    Estaba ansioso por empaparme del conocimiento que supuraba la mente prodigiosa de mi anfitrión. Pero él se fue directo hacia unos recipientes del fondo.

    Mi olfato de periodista infalible me decía que allí se estaba fraguando algún invento espectacular. Con un toque incisivo, le pregunté:

    —Profesor, ¿qué es ese experimento tan prometedor?

    Él me respondió beatíficamente:

    —¡Salchichas, amigo mío, salchichas!