Historias del cambio

Cuidar los bosques para cambiar el mundo

Oriol Vilalta es bombero y creador de la primera plataforma mundial que aglutina a miles de expertos contra incendios forestales. Pero es, es sobre todo, un innovador social con ganas de cambiar el mundo, centrado en la tarea de concienciarnos sobre lo importante que es para nuestro presente y futuro cuidar y proteger las zonas forestales y los bosques.

Desde que a finales del siglo XIX los científicos empezaron a constatar que las emisiones humanas de gases de efecto invernadero podrían cambiar el clima, pero no fue hasta la década de 1990 que la capacidad científica y los instrumentos de medición nos proporcionaron con claridad resultados elocuentes: las emisiones causadas debido a la acción humana daban como resultado un calentamiento global perceptible.

Los incendios forestales emitieron 8.000 millones de toneladas de CO2 anuales los últimos 20 años.

Cuando trasladamos esta realidad a los bosques y lo vinculamos a los incendios forestales, el panorama es complejo. Por un lado, los incendios generan gases de efecto invernadero. Sin embargo, el problema actual no es la cantidad que emiten los incendios en sí, sino el desorden mundial que hay entre gestión de recursos forestales, crisis climática e incendios forestales.

Aunque la ciencia cada día nos aproxima más a unos cálculos mejores, sigue siendo difícil calcular los efectos de los incendios en el calentamiento global. Los científicos estiman que los incendios forestales emitieron alrededor de 8 mil millones de toneladas de CO2 por año durante los últimos 20 años (Guido R. van der Werf, Global fire emissions estimates during 1997–2016), y según la agencia Internacional de Energía, las emisiones globales totales de CO2 alcanzaron los 32’5 mil millones de toneladas.

Pero a su vez, el crecimiento de los bosques en áreas quemadas compensa estas emisiones por lo que se estima de forma muy genérica, que los incendios forestales representan de un 5%-10% de las emisiones anuales de CO2 de cada año.

Hemos alterado tanto las condiciones que los incendios son cada vez más grandes e intensos.

En todo caso, las cifras no nos ayudan a explicar la complejidad de la situación. Incendios forestales ha habido toda la vida, desde que existen los rayos, los volcanes. Estos incendios han estado históricamente en equilibrio con el medio que los sostiene. En muchos sitios, incluso el fuego es una necesidad ecológica vital. Lo es por ejemplo en la sabana, dónde el fuego juega un papel absolutamente clave en el equilibrio del ecosistema. Sin fuego no hay pastos, sin pastos no hay animales, sin animales no hay vida, en definitiva, con el fuego la rueda nunca deja de girar.

Este fuego histórico siempre ha generado emisiones, pero emisiones que forman parte del ciclo natural del planeta hasta que los humanos empezamos a alterar profundamente este equilibrio.

Hoy en día, la realidad está muy lejos del ciclo natural del planeta. Hemos alterado tanto las condiciones que, en el caso de los incendios forestales, estamos experimentando cómo son cada vez más grandes e intensos año tras año, con una virulencia extrema que es capaz de quemar un número de hectáreas por hora nunca visto hasta hoy en día.

De hecho, el fuego ya no se limita a quemar en las zonas históricamente propensas a arder sino en zonas que hasta la actualidad no habían tenido este tipo de problemas. El cambio climático también ha propiciado que se altere la dinámica de los incendios.

Estos nuevos incendios son los que podrían convertirse en un mayor contribuyente al calentamiento global y a la contaminación del aire, y en este sentido las acciones son ya urgentes.

Necesitamos actuar de forma inmediata en la mejora de la extinción, teniendo una mayor capacidad para gestionar las zonas forestales, y, sobre todo, concienciando a la población, para que sea más crítica, más responsable, para que actúe, y que, en definitiva, se haga lo que los jóvenes están pidiendo cada viernes o la contaminación del aire y de nuestro planeta seguirá empeorando.