Historias del cambio

Los científicos del mañana están hoy en nuestras aulas

Adán Yanes intenta transmitir a sus alumnos valores propios del trabajo científico, como la capacidad de superación, la tolerancia a la frustración, el trabajo en equipo y el afán por mejorar nuestra sociedad. Este físico canario nos cuenta su experiencia en el CERN y cómo los docentes tienen la responsabilidad de fomentar las vocaciones científicas en sus aulas.

Siempre he defendido la importancia vital de educar a nuestros jóvenes de forma integral, y qué mejor ejemplo que los valores inherentes a la Ciencia para alcanzar tal fin.

La capacidad de superación, una alta tolerancia a la frustración, el trabajo en equipo y el afán por un honesto desarrollo y mejora de nuestra sociedad han sido los pilares de la Ciencia desde Tales de Mileto, y después de lo visto y vivido este verano en el CERN, nada más cerca de la realidad.

Aún resuenan con vehemencia en mi cabeza las palabras, llenas de emoción, con las que Isabel Béjar, coordinadora técnica del proyecto High Luminosity, despidió nuestra estancia en el CERN, sobre todo porque las llevo defendiendo en mi aula, día a día, desde hace ya más de una década.

Superación, trabajo en equipo y afán por mejorar nuestra sociedad son los pilares de la Ciencia.

Nos animaba, desde el más sincero respeto y admiración, o al menos así lo sentí yo, a concienciarnos del papel que tenemos los Educadores para con nuestro alumnado y en consecuencia para con la Ciencia.

Profesores en su viaje al CERN

”Los futuros científicos del CERN saldrán de sus aulas…” nos decía convencida, “… y serán ellos los que resuelvan los problemas que nosotros aún no hemos podido resolver…”

Siempre he sido consciente de la gran responsabilidad que tenemos con cada una de las palabras que pronunciamos en nuestras aulas.

Somos generadores de emociones; tenemos la corresponsabilidad de poder moldear el futuro.

A todos  alguna vez nos han asaltado por la calle para agradecernos aquella palabra, gesto o una simple mirada que durante una clase, en el pasillo o en una conversación informal fue crucial para algunos de los que han formado parte de nuestro alumnado.

Por ello, sin duda alguna, considero que el verdadero aprendizaje significativo es continuo en nuestras vidas y se sustenta en las emociones.

Un claro ejemplo de esto lo tenemos en el grupo de apasionados de la Física/Educación que este verano tuvimos la enorme fortuna de compartir “espacio y tiempo” en sus más que amplios sentidos de las palabras, gracias a la Fundación Aquae.

La humildad, la cooperación y la ilusión que se transmitía en el grupo que participó en el Spanish Teacher Programme 2018 es más que garantía de que los futuros científicos que saldrán de nuestras aulas, contribuyendo a dar forma a la Ciencia española, tendrán asegurada una formación integral de calidad, ya que uno de los principales valores que posee una sociedad es una Comunidad Educativa comprometida con su alumnado.

Creo firmemente que somos generadores de emociones y nunca podemos olvidar que con la palabra tenemos la inmensa corresponsabilidad de poder moldear el futuro.

Y por eso sigo pensando, más que nunca, que en mi día a día: “no muevo piedras, construyo catedrales”.