¿Realmente los árboles atraen a la lluvia?
Los bosques nos ayudan a mantener el equilibrio medioambiental del planeta. Sin embargo, el cambio climático está alternándolo y provocando que efectos como el aumento de la temperatura global agrave que fenómenos como la sequía sean cada vez más frecuentes e intensos, afirman desde el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Ante esta situación, los árboles juegan un papel determinante para aminorar sus consecuencias. Por ejemplo, gracias a su efecto conocido como ‘isla de calor’ son capaces de frenar la radiación solar y evitar el impacto directo de esta sobre la superficie terrestre. Gracias a este proceso, pueden llegar a reducir hasta en 2 grados la temperatura de un lugar.
Este efecto termorregulador ha propiciado que la creación de espacios verdes en las ciudades sea determinante para mejorar sus condiciones climáticas. Contar con árboles en los núcleos urbanos no solo contribuye a mejorar la calidad del aire, sino que también mitigan el calor en estas zonas y aumentan su resiliencia climática.
La relación de los bosques y la lluvia
Otro de los beneficios que nos aportan los bosques guarda relación con el agua. Y es que mejoran la calidad de este recurso natural, contribuyen a mantener los caudales de los ríos y aumentan las previsiones de precipitaciones.
Los árboles almacenan y filtran la lluvia a través de sus hojas, su tronco y sus raíces. A lo largo de este proceso, eliminan sedimentos y otros componentes presentes en el agua, evitando así que lleguen a ríos, mares y acuíferos. Esta función los convierte en auténticos filtros naturales y, por todo esto, mantenerlos sanos garantiza la circulación del agua sobre la Tierra, evita la escorrentía y facilita la filtración del agua bajo la superficie.
Además de tener un rol clave en la mejora de la calidad del agua, los bosques también influyen en la generación de precipitaciones y, gracias al proceso de evapotranspiración que realizan, son un componente esencial en el ciclo del agua. Este mecanismo, que conjuga la evaporación y transpiración, es el proceso por el que la vegetación es capaz de devolver el agua de la lluvia a la atmósfera en forma de vapor.
Mediante la evapotranspiración, los árboles devuelven el 70% de la lluvia que cae sobre ellos y generan una mayor cantidad de humedad en comparación con otros entornos naturales como, por ejemplo, los océanos. Precisamente, es esta humedad la que, bajo unas condiciones concretas de presión atmosférica y de temperatura, intensifica la aparición de precipitaciones en la zona. Esto se conoce como teoría de la bomba biótica.
La teoría de la bomba biótica: a menos árboles, menos lluvia
Hasta el momento, y como aseguran desde el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR), gran parte de la lluvia que cae sobre el planeta está vinculada con los bosques. Sin embargo, existen múltiples mecanismos y procesos involucrados que todavía se desconocen en profundidad.
Una de las hipótesis que podría explicar el papel de los árboles como intensificadores de la lluvia es la conocida teoría de la bomba biótica, desarrollada por Anastassia Makarieva y Víctor Gorshkov, investigadores del Instituto de Física Nuclear de San Petersburgo.
Los modelos actuales consideran que la temperatura es la responsable de que se produzcan las precipitaciones. Sin embargo, con esta teoría, los investigadores plantean que es la capacidad de los bosques de condensar la humedad, el principal impulsor de las lluvias. Esta teoría podría explicar la razón de las elevadas precipitaciones en lugares como el Amazonas (en Sudamérica) y el Congo (en África).
Lo que sí está científicamente contrastado es que los bosques influyen en los patrones de lluvia. A menor presencia de árboles, menor cantidad de agua se evapora y, por lo tanto, la probabilidad de que llueva en esa zona es menor. Así lo confirman los datos del CIFOR que indican que la deforestación puede llegar a reducir las precipitaciones en hasta un 30%. Y no solo eso, además, los suelos forestales tienen la capacidad de absorber hasta cuatro veces más de agua que los suelos cubiertos por pastos.