Campus logo

¿Cómo hablan los árboles del cambio climático?

8 de Febrero de 2021
Dendrocronología ciencia que estudia el pasado de los árboles a través de los anillos de su tronco
En un lugar de Aragón de cuyo nombre no logro acordarme, en un acantilado de roca caliza orientado a mediodía vivía una sabina negral. No era un hogar especialmente acogedor o cómodo (al menos, a ojos humanos), pero hay seres que se crecen con las dificultades y dan lo mejor de sí, como nuestra tenaz heroína clorofílica.

Cuando su memoria de madera fue analizada en el Instituto Pirenaico de Ecología —no sin dificultades, dado que las sabinas a menudo echan tronco irregular y retorcido—, pudo estimarse su edad, que casi roza el milenio y que tiene el honor de ser, a día de hoy, el arbusto ibérico viviente más viejo conocido. Al ser un arbusto singular, este ejemplar de Juniperus phoenicea es de los pocos que han sido bautizados, otorgándosele el cervantino nombre de Sancho.

El pasado de los árboles: dendrocronología

Como muchas plantas leñosas de nuestro planeta, Sancho es cronista, y su archivo histórico está perfectamente guardado en los anillos de su tronco, cada uno de los cuales corresponde a una temporada de crecimiento. El grosor y características de estas capas revelan información sobre las condiciones en que se formaron; en ellas podemos encontrar datos sobre incendios, aludes, sequías, vendavales, temperatura, ataques de herbívoros… Si fue lo suficientemente significativo para afectar al crecimiento de la planta, quedó grabado en la madera, cuya memoria es mucho más larga y fiable que la de cualquier humano.

Antes de que soñásemos los termómetros o los pluviómetros, las plantas leñosas ya registraban variables climáticas, como pequeñas estaciones meteorológicas con raíces, y llevan haciéndolo desde que se inventó la madera (o casi). De ahí que el estudio de los anillos arbóreos —disciplina conocida como dendrocronología— sea utilísimo para reconstruir climas pretéritos.

Sin embargo, sacar una secuencia de anillos de un tronco no es como descargarse los archivos de la Agencia Estatal de Meteorología, bien clasificados según fecha y variable climática. Existe una ingente tarea de reconocimiento e interpretación de la información que contiene cada memoria arbórea, descifrar qué dice y qué no dice. Más allá del principio básico —«la madera registra experiencias de crecimiento»—, no hay una clave de descodificación universal.

Aina S. Erice, bióloga y divulgadora, nos destaca la importante información que recogen los troncos de los árboles referente al cambio climático

Pues las plantas leñosas quizás documenten la historia climática de un lugar, pero se trata de micro-historias, narraciones que solo abrazan el entorno en el que habita cada una de ellas. Por mucho que analicemos sus anillos, Sancho no nos dirá qué temperatura media hizo en Murcia el 5 de enero de 1764; a lo sumo, quizás te revele si aquella temporada de crecimiento fue buena en su pared rocosa del Prepirineo oscense. Las plantas nos contarán, a través de sus anillos, únicamente sus experiencias locales de crecimiento; no obstante —y aun siendo más fidedignas que las memorias humanas— no siempre son de fiar.

Para empezar, si la planta vive en un entorno estable sin apenas interrupciones en su crecimiento, este será continuo y, por tanto, no formará anillos; este es el caso de muchos árboles tropicales, que de poco sirven a la dendrocronología.

De igual modo, a menudo asumimos que las temporadas de crecimiento grabadas en la madera tienen cadencia anual; esta equivalencia es cierta en la mayoría de ambientes templados (donde las temperaturas invernales interrumpen el desarrollo vegetal) pero en climas mediterráneos una planta puede enfrentarse a dos pausas forzadas (en invierno por frío, y en verano por sequía), con lo que un año abarcaría no una sino dos temporadas de crecimiento. Y, si el año es especialmente duro, una planta puede decidir no invertir en recuerdos lígneos, y su memoria será un año más joven que el árbol.

Al igual que otras sabinas, que son proclives a estos lapsus de memoria cuando las cosas se ponen feas, al medir la edad de Sancho con técnicas de datación radioactiva (carbono-14), en su carné aparecieron más de 900 años, de los que hay 300 que no figuran en su secuencia de anillos. Ello complica el trabajo de interpretación climática, pues ¿qué años se colaron por los resquicios de la memoria de Sancho?

Para averiguarlo debemos elaborar una cronología maestra a partir de las memorias de muchos árboles de la misma especie, «encadenándolas» entre sí e intentando anclar distintos puntos de la secuencia resultante (anillos característicos) a fechas concretas con la mayor exactitud posible.

Las variables climáticas en el tronco de los árboles

Interpretar climas pretéritos a partir de memorias de madera es posible, pero no es sencillo: debes encontrar a la especie adecuada (de larga memoria, preferiblemente), descubrir la clave de lectura de sus anillos, y anclarla correctamente en el tiempo antes de extraer conclusiones, cuya validez está sujeta al hábitat de tus colaboradores arbóreos. No podemos entender la evolución climática del Mediterráneo con datos dendrocronológicos de pinos mongoles.

Cada memoria de madera es una pieza diminuta en un puzzle, un hilo en el tapiz de nuestra comprensión —aún imperfecta, pero cada vez mayor— sobre cómo cambia el clima.

Como todo sistema dinámico, el clima está ineludiblemente sujeto al cambio. Cambiaba antes de que existiésemos los humanos, y seguirá haciéndolo tras nuestra desaparición, por causas ajenas a nosotros (desde variaciones de la actividad solar hasta fenómenos geológicos o incluso biológicos).

Sin embargo, nosotros somos la primera especie que es consciente de ser un factor de (gran) peso en la dirección y magnitud del cambio y, por tanto, tenemos la responsabilidad de comprender, analizar y gestionar nuestro impacto.

Y en las crónicas de Sancho y todas sus compañeras leñosas tenemos un tesoro valiosísimo que puede ayudarnos a lograrlo.

Sancho vive en el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara de Huesca; puedes admirar los anillos de algunos congéneres suyos en la magnífica web del Museo Arbóreo Virtual.

ACERCA DEL AUTOR

Aina S. Erice
Aina S. Erice es bióloga, escritora y divulgadora. Lleva diez años investigando y difundiendo las maravillas del reino vegetal y nuestra relación a 360º con las plantas. Ha publicado los libros La Invención del Reino Vegetal, El libro de las plantas olvidadas y Cuéntame, Sésamo: 9 historias sobre los poderes mágicos y reales de las plantas.