¿Cómo afecta la contaminación a las ballenas?
El animal más pesado que ha existido en la historia de la Tierra todavía habita en nuestro planeta. Se trata de la ballena azul (Balaenoptera musculus). Llega a pesar hasta 170 toneladas, el equivalente a unos 33 elefantes. Si la comparamos con los dinosaurios, estos se quedan diminutos. El conocido Tyrannosaurus rex alcanzaba unas 15 toneladas de peso, una décima parte de la masa de la ballena azul. El fósil de dinosaurio al que se estima más peso, el Patagotitan mayorum, un herbívoro similar a un diplodocus, tendría unas 70 toneladas, menos de la mitad que una ballena azul.
¿Cómo no asombrarse de que en nuestros días habite la Tierra el animal más grande conocido cuando los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años? El corazón de la ballena azul es del tamaño de un automóvil pequeño y durante la temporada principal de alimentación puede consumir alrededor de 3.600 kilos de krill por día, usando para capturarlo su boca filtradora, pues carece de dientes.
Las ballenas llevan viviendo en el planeta unos 50 millones de años, pero se encuentran en peligro máximo de extinción en el siglo XXI debido al creciente deterioro de los océanos. Tras sufrir durante siglos la persecución humana, que acabó con cientos de miles de ejemplares usados por su carne y su grasa y que dejó sus poblaciones en números minúsculos, los cetáceos, un grupo de 90 especies que engloba ballenas, delfines y marsopas, encontraron por fin la protección internacional en 1986, cuando la Comisión Ballenera Internacional decretó el cese de su captura y comercio. Desde entonces solo Islandia, Noruega y Japón siguen cazando ballenas, aduciendo motivos científicos -para estudiarlas una vez muertas- o de mantenimiento de actividades pesqueras tradicionales.
Pero no es la caza por parte de estos tres países la que ahora mismo constituye la principal amenaza para los cetáceos del mundo, sino una amenaza extendida y difusa como la contaminación.
Polución marina
La contaminación de los mares y océanos afecta a las ballenas por múltiples vías. Uno de los mayores desafíos es la presencia de plásticos, en particular los microplásticos, que inundan los océanos y se infiltran en la cadena alimenticia marina.
Las ballenas, al ser filtradoras, absorben grandes volúmenes de agua para alimentarse de plancton y peces pequeños, y lamentablemente, ingieren microplásticos. Los efectos de la ingestión de plásticos en las ballenas son alarmantes. Los materiales plásticos liberan toxinas y productos químicos que pueden afectar su salud reproductiva, sistema inmunológico y digestivo. Además, las ballenas no solo consumen microplásticos, es decir fragmentos diminutos de ese material apenas visibles a la vista, sino también grandes piezas. Son muchos los casos en los que ballenas encontradas muertas en las playas muestran, tras serles realizada una necropsia, grandes cantidades de plástico de gran tamaño en sus estómagos. En 2019, por ejemplo, un zifio o ballenato de Cuvier (Ziphius cavirostris) estudiado en Filipinas tenía 40 kilos de bolsas plásticas que incluían 20 sacos de arroz y bananas y múltiples bolsas de plástico para la compra.
Contaminación acústica
Otro problema que afecta a los cetáceos es la contaminación acústica. El ruido submarino generado por actividades humanas, como la exploración sísmica, la construcción naval y el tráfico de barcos de motor, interfiere en la comunicación y orientación de las ballenas, que dependen del sonido para comunicarse, encontrar pareja, alimentarse y migrar. Esta polución sonora puede llevar a desorientación, separación de grupos sociales y a varamientos masivos de grupos de ballenas en las playas.
Colisiones con barcos
Las colisiones con embarcaciones son una grave amenaza para las ballenas. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA), las colisiones con barcos son una de las principales causas de muerte para varias especies de ballenas, como la ballena franca del Atlántico Norte (Eubalaena glacialis). Se estima que al menos el 80% de estas ballenas muestran signos de haber sido impactadas por barcos en algún momento de sus vidas.
Regiones importantes
Sudamérica es un área de gran importancia para la conservación de estos mamíferos marinos. La región sudamericana alberga una gran diversidad de especies de ballenas y es un destino clave para la reproducción, alimentación y migración de cetáceos.
En las aguas sudamericanas se pueden encontrar diversas especies de ballenas, incluyendo la ballena azul, la ballena jorobada, la ballena franca austral y la ballena de Bryde, entre otras.
Para conservar y proteger a las ballenas en Sudamérica, se están llevando a cabo una serie de esfuerzos de conservación y programas de investigación. Varios países de la región han implementado áreas marinas protegidas y han establecido regulaciones para la protección de estos mamíferos marinos. Además, se están llevando a cabo programas de monitoreo y estudios científicos para comprender mejor sus patrones de migración, comportamiento y necesidades de conservación.
Organizaciones no gubernamentales y la comunidad científica colaboran con gobiernos locales para poner en marcha medidas de conservación, concienciar sobre la importancia de su protección y promover prácticas pesqueras más seguras para reducir la captura accidental de cetáceos.
El esfuerzo conjunto de países, comunidad científica, organizaciones ambientales y la sociedad en general es fundamental para garantizar la protección y conservación de las ballenas en Sudamérica y en resto del mundo, preservando así la biodiversidad marina y los ecosistemas oceánicos y los animales más grandes que han habitado en el planeta en toda su historia.