La alimentación sostenible puede desempeñar un papel fundamental en el desarrollo sostenible, sobre todo de las comunidades menos favorecidas. Y es que esta promociona el desarrollo agrícola, la seguridad alimentaria, la nutrición, la producción sostenible de alimentos y la conservación de la biodiversidad.
Implementar una gastronomía sostenible contribuye al cumplimiento del objetivo de desarrollo sostenibles número 2: «Un mundo #HambreCero para el 2030 es posible», que es tema central de la campaña por el Día Mundial de la Alimentación que se celebró el 16 de octubre de 2018. Todo ello apunta a que este enfoque de la gastronomía reafirma la idea de que todas las culturas y civilizaciones pueden contribuir al desarrollo sostenible y desempeñan un papel crucial en su facilitación.
Algunas de las principales ventajas de la alimentación sostenible son las siguientes:
En 2018, la ONU quiere dar importancia a la indicación geográfica, un elemento esencial de la alimentación sostenible. Es una etiqueta que se usa para los productos que tienen un origen geográfico concreto y cuyas características y reputación están vinculadas a ese origen.
Las indicaciones geográficas estimulan las economías locales y pueden ser una vía de desarrollo sostenible para las comunidades rurales. Mediante la producción de alimentos sostenibles de calidad, se consigue un valor añadido y acceso a mercados más lucrativos. Los vínculos únicos de estos productos con los recursos naturales y la cultura de un área geográfica los convierten en herramientas muy útiles para preservar y promover el patrimonio alimentario y las dietas sanas.
El compromiso del carácter sostenible de los alimentos demanda una responsabilidad en su producción y consumo. Esto significa que todas las partes de la cadena, productores, sector privado y público o agencias de transporte, entre otros, deben apoyarlo. Y no solo eso, sino también crear vínculos con los productores locales.
Otro aspecto relacionado con la alimentación sostenible es evitar el desperdicio de alimentos, ya que supone el derroche de los recursos que se han empleado en su producción: tierra, agua, trabajo, capital y energía. Ello aumenta en vano las emisiones de gases causantes del efecto invernadero.
En el Día Mundial de la Alimentación, hay que recordar que un tercio de los alimentos producidos se pierde o se desperdicia en el mundo para el consumo humano. Esto supone, aproximadamente, 1.700 millones de toneladas al año.
Este volumen de alimentos desperdiciados, con el que se podría alimentar a 3.000 millones de personas, tiene importantes consecuencias medioambientales. La huella de carbono del despilfarro de alimentos se estima en 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero por año. Por lo tanto fomentar una producción y consumo de alimentos sostenibles se antoja imprescindible.