Azucena Marina, la flor que crece en las dunas
Azucena marina / Foto: Mónica Aceytuno
Aparece siempre, al contrario que otras flores de las dunas que son más rastreras, erguida como si quisiera ver el mar, y en ocasiones, por el recrecimiento del nivel de arena por los aportes del viento sobre la duna, se ve obligada a emerger de nuevo por el crecimiento del tallo que está siempre como queriendo alejarse de las altas temperaturas que alcanza a mediodía la arena.
Pocas cosas hay más sorprendentes que ver florecida a esta azucena de las dunas a la que también, según he leído, llaman cebolla de las gaviotas, no sólo por su belleza, sino por su olor, que atrae a una mariposa esfinge no menos sorprendente, por su gran tamaño, como de pájaro, y por su colorido, en este caso con bandas pardas y rosas en el abdomen.
Aunque se trata de la esfinge de la correhuela (Agrius convolvuli), esa flor blanca con forma de campana que también se da en la inmediaciones de las dunas, se conoce que se ve irremediablemente atraída por este olor que emerge de la azucena marina también de noche, ya que esta esfinge es sobre todo nocturna.
Esfinge de la correhuela (Agrius convolvuli) / Foto: Mónica Aceytuno
La escena, sólo podemos imaginarla, casi soñarla, la arena de la duna fría, bajo la luz de la luna, la gran flor blanca abierta, y esta gran mariposa yendo a libarla desplegando la espirotrompa con el sonido del océano al fondo.
Esas cosas que pasan sin que lleguemos a apreciarlo aunque algo excepcional notemos que han debido de suceder para que sobre las dunas aparezcan, en verano, las flores blancas de las azucenas.
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