Nuestra huella ecológica va en aumento
La huella ecológica ha aumentado más de la mitad en los últimos 50 años. La biocapacidad se ha mantenido más o menos constante en el último medio siglo. La biocapacidad es la capacidad que tiene la Tierra para producir los recursos que consumen los seres humanos. Por ejemplo, las personas cortan madera más rápido de lo que los árboles pueden producir; extraen agua a mayor velocidad de lo que los acuíferos se pueden reponer; o emiten CO2 más rápido de lo que la naturaleza puede absorber.
¿Qué es la huella ecológica?
La huella ecológica es un método promovido por Global Footprint Network para medir la demanda humana de capital natural. Es decir, la cantidad de naturaleza que se necesita para mantener a las personas o una economía. Realiza un seguimiento de esta demanda a través de un sistema de contabilidad ecológica.
Las cuentas contrastan el área biológicamente productiva que la gente usa para su consumo con el área biológicamente productiva disponible. Puede medirse dentro de una región o en el mundo entero. Tienen en cuenta la biocapacidad, el área productiva que puede regenerar lo que la gente demanda de la naturaleza. En resumen, es una medida del impacto humano en el medio ambiente. La huella y la biocapacidad se pueden comparar a escala individual, regional, nacional o mundial. Tanto la huella como la biocapacidad cambian cada año con el número de personas, el consumo por persona, la eficiencia de producción y la productividad de los ecosistemas.
El análisis de la huella ecológica se utiliza ampliamente en todo el mundo en apoyo de las evaluaciones de sostenibilidad. Permite a las personas medir y gestionar el uso de recursos en toda la economía. Permite también explorar la sostenibilidad de estilos de vida, bienes y servicios, organizaciones, sectores industriales, vecindarios, ciudades, regiones y naciones individuales.
Origen del término
La primera publicación académica sobre huellas ecológicas fue de William Rees en 1992. El concepto y el método de cálculo de la huella ecológica se desarrolló como la tesis doctoral de Mathis Wackernagel. Su tesis estaba bajo la supervisión de Rees en la Universidad de British Columbia en Vancouver, Canadá, de 1990 a 1994.
Originalmente, Wackernagel y Rees llamaron al concepto «capacidad de carga apropiada». Para hacer la idea más accesible, Rees ideó el término «huella ecológica». El término está inspirado por un técnico informático que elogió la «pequeña huella en el escritorio» de su nueva computadora. En 1996, Wackernagel y Rees publicaron el libro Our Ecological Footprint: Reducing Human Impact on the Earth. La forma más sencilla de definir la huella ecológica es; la cantidad de medio ambiente necesaria para producir los bienes y servicios necesarios para mantener un estilo de vida en particular.
El modelo es un medio para comparar el consumo y los estilos de vida, y compararlo con la biocapacidad. La herramienta puede informar a la política de lo que está disponible dentro de su territorio. También informa de hasta qué punto el estilo de vida de la nación sería replicable en todo el mundo. La huella también puede ser una herramienta útil para educar a las personas sobre el consumo excesivo, con el objetivo de alterar el comportamiento personal. Las huellas ecológicas pueden usarse para argumentar que muchos estilos de vida actuales no son sostenibles.
Huella ecológica por países
Las comparaciones país por país muestran las desigualdades en el uso de recursos en este planeta. La huella de GEI o la huella de carbono más estrecha son un componente de la huella ecológica. Cuando solo se informa la huella de carbono, se expresa en peso de CO 2 o CO2e. Pero también se puede expresar en áreas terrestres como huellas ecológicas. Ambos se pueden aplicar a productos, personas o sociedades enteras.
Los países de altos ingresos tienen una huella ecológica cinco veces superior a los de bajos ingresos. El ranking está encabezado por Kuwait, al que siguen Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Dinamarca, Bélgica, Trinidad y Tobago, Singapur, Estados Unidos, Bahréin y Suecia.
España ocupa el lugar número 40. Si todo el mundo viviera como un ciudadano español medio, la humanidad necesitaría 2,3 planetas para satisfacer las demandas de recursos.