Historias del cambio

Mujeres sismólogas

A lo largo de la historia muchas han sido las mujeres destacadas en campos científicos. Sin embargo, las aportaciones de pocas de ellas han sobrevivido al paso del tiempo, ocultas por una sociedad donde los conocimientos propiamente dichos no bastaban para alcanzar la notoriedad que se merecían.

Hoy hablamos de mujeres sismólogas que vivieron desde la antigüedad hasta nuestros tiempos, y todas ellas estudiaron los movimientos sísmicos con la intención de comprender su funcionamiento y crear sistemas de alerta temprana.

Nuestro planeta está formado por diferentes capas: la corteza, el manto (superior e inferior) y el núcleo (externo e interno). Cuando se inventó el sismógrafo en 1880, los científicos estaban convencidos de que la Tierra estaba compuesta de un centro líquido, rodeado de una especie de corteza. Fue la danesa Inge Lehmann (1888-1993) quien descubrió que en realidad el centro de la Tierra es un núcleo duro, rodeado de una capa externa líquida.

Lehmann estudió Física y Matemáticas en la Universidad de Copenhague y en 1925 se convirtió en ayudante de un geólogo encargado de instalar estaciones sísmicas por Dinamarca y Groenlandia. Años después, en 1928, dirigiría el área de sismología en el Instituto de Geodesia danés.

En 1929 ocurrió un gran terremoto en Nueva Zelanda. Inge Lehmann estudió el comportamiento de la Tierra porque se quedó intrigada al comprobar que las ondas expansivas no se comportaban en el interior del planeta como deberían hacerlo según las teorías que la sociedad científica había mantenido hasta entonces. Fue en 1936 cuando publicó el documento conocido como “P”, con sus conclusiones. En él describió cómo las ondas habían viajado al interior de la Tierra y colisionado con algún tipo de barrera. Un hecho que demostraba que el núcleo del planeta era sólido y estaba rodeado de un exterior líquido. De esta forma descubrió la conocida como Discontinuidad de Lehmann, el límite entre el núcleo duro y el núcleo líquido. Esas ondas también demostraron que la Tierra no es una esfera compacta e inactiva, como se creía hasta ese momento. Lehmann utilizaría los terremotos para confirmar su teoría.

Retrato de Inge Lehmann tomado en 1932. | CRÉDITO: The Royal Library, National Library of Denmark and University of Copenhagen University Library

No obstante, hubo que esperar hasta 1970 para que nuevas mediciones confirmaran su teoría. Inge Lehmann se trasladó a Estados Unidos donde siguió sus estudios sobre el centro de la Tierra, y viajaría por el mundo estudiando los sismos que se producían. En 1971 le fue concedida la Medalla William Bowie, la máxima distinción de Unión Geofísica de EEUU, siendo la primera mujer en recibirlo. Ha sido una de las científicas más longevas de la historia, ya que llegó a cumplir 105 años.

La realidad es que no es posible predecir los terremotos. De hecho, muchos sismólogos consideran más importante los sistemas de alerta temprana de terremotos que la prevención, ya que creen que nunca podremos predecir estos fenómenos sísmicos. Una de las referentes en el estudio de estos sistemas de alerta temprana es Arantza Ugalde Aguirre (1966), doctora en Ciencias Físicas por la Universidad Politécnica de Cataluña. Ugalde es investigadora del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera de Barcelona (CSIC) y profesora titular de la Universidad Ramon Llull. Durante los últimos años ha coordinado las actividades docentes y ha dirigido el servicio de cultura científica del Instituto.

Su investigación se centra en el estudio de la atenuación de las ondas sísmicas y la sismicidad inducida, contribuyendo a los estudios de riesgo sísmico en regiones activas de la Tierra.

También es la coordinadora del libro Cuando la tierra tiembla, de Ediciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde reconocidos especialistas dan a conocer, de manera sencilla aunque con rigor científico, qué son los terremotos, por qué o cuando se producen y, sobre todo, si se pueden predecir.

Cuando se produce un terremoto, si la zona donde ocurre ese terremoto está alejada de una ciudad, como la velocidad de las ondas (que son las que causan los daños), es pequeña en comparación con la velocidad ala que se transmite la información, se puede avisar a ese núcleo urbano de que ha ocurrido ese terremoto. Entonces, se dispone de unos minutos para actuar. Se puede evacuar, parar algún proceso industrial, detener un tren de alta velocidad… Esto ocurre en lugares como Japón, donde la sismicidad es muy elevada. De hecho, allí cuentan con un servicio móvil en el que se informa a tiempo real que ha ocurrido un terremoto en el país, disponiendo de un margen de 3-5 minutos hasta que las ondas lleguen.

Una española en la Antártida

La diferente velocidad de cada tipo de onda es, además, la propiedad que se utiliza para determinar la localización del foco del terremoto. Porque la Tierra es un planeta vivo. Eso lo comprueba Belén Rosado Ramos (1996), una experta en geodesia cuyo trabajo consiste en “escuchar cómo respira un volcán en la Antártida”. Esta gaditana, tras estudiar Matemáticas y hacer un Máster también en Matemáticas en la Universidad de Cádiz, tuvo la oportunidad de realizar el doctorado sobre modelos matemáticos de deformación de la isla volcánica de Decepción (Antártida) en 2014 y ya lleva seis campañas antárticas en la base española Gabriel de Castilla.

Su labor, dirigida por el Laboratorio de Astronomía, Geodesia y Cartografía de la Universidad de Cádiz, se centra en el estudio de la actividad volcánica desde el punto de vista de la deformación, es decir, cómo cambia el volcán, si se expande o contrae. Se lleva a cabo a través de GPS muy sofisticados que garantizan precisiones de milímetros. También tienen instalada una estación de termometría para medir la temperatura del suelo, y mareógrafos fondeados en una parte de la isla para el estudio de la temperatura, la presión y el nivel medio del mar. Rosado acude con frecuencia a Cerro Caliente, una zona caracterizada por las anomalías termométricas del suelo, y donde debe descargar los datos de esa estación.

La isla Decepción es un volcán activo cuyo último proceso eruptivo fue de 1967 a 1970, y por eso cada año, científicos de la Universidad de Granada y desde hace dos años también del Instituto Geográfico Nacional realizan la vigilancia volcánica desde el punto de vista sísmico. En este caso, Belén Rosado se encarga de medir cómo y cuánto se deforma la isla.