Historias del cambio

Mujeres químicas

A lo largo de la historia muchas han sido las mujeres destacadas en campos científicos. Sin embargo, las aportaciones de pocas de ellas han sobrevivido al paso del tiempo, ocultas por una sociedad donde los conocimientos no bastaban por sí solos para alcanzar la notoriedad que se merecían.

Hoy hablamos de mujeres químicas que vivieron desde la antigüedad hasta nuestros tiempos, y describimos cómo su buen hacer, plasmado por escrito, nos servirá siempre de referente.

Puede que la primera farmacéutica de la que se tiene constancia en el mundo sea Tapputi–Belatekallim, química y perfumista que vivió en Mesopotamia en torno al año 1200 a. C. De ella apenas nos llegan referencias de índole personal. Tan solo sabemos por su apodo (Belatekallim = supervisora del palacio), que dirigía el laboratorio de cosméticos del Palacio Real de Babilonia. El perfume se utilizaba por entonces para uso religioso y para disfrute personal de personas poderosas.

Su actividad quedó registrada en una tablilla de arcilla con escritura cuneiforme, que muestra cómo Tapputi usó el primer alambique en la historia y desarrolló sus propios sistemas de destilación. Creó perfumes con mezclas de distintas sustancias que obtenía mediante procesos de extracción (separación) y destilación (separación en líquido) de plantas. También utilizó la sublimación (cambio de estado sólido a gaseoso), empleando flores, aceite, cálamo, ciprés, mirra o bálsamo. Las cremas y los ungüentos perfumados se obtenían cociendo flores y otras partes perfumadas de las plantas. Además, escribió un tratado sobre perfumería, que lamentablemente no se ha conservado.

Tampoco se conoce mucho de la vida privada de otra química parisina que vivió muchos años después, Marie Meurdrac (muerta antes de 1687). Marie es la autora de La Chymie charitable et facile, en faveur des dames, un libro publicado en 1666, que tuvo varias ediciones en francés y traducciones al alemán e italiano. Esta obra es uno de los primeros textos sobre química y farmacéutica escritos por una mujer y destinado a mujeres. En él se recoge todo el conocimiento de la época sobre la química, así como su propia experiencia en la preparación de cosméticos, medicinas, drogas y ungüentos, algunos de los cuales ella distribuía a los pobres (de ahí el término de charitable en su título).

Su formación fue fundamentalmente autodidacta, aunque asistió también a algunos talleres de química y farmacia impartidos por el iatroquímico Jean Beguin (1550-1620) en París. Su química se basaba en la teoría de las tres sustancias de Paracelso, según la cual, las plantas, los animales y los minerales estaban formados por sal, mercurio y azufre. Tras un proceso de extracción, los medicamentos se elaboraban con la combinación de estas sustancias.

Su obra se organiza en seis partes. Las cinco primeras siguen el patrón de los libros de texto de química de la época, cuyo objetivo principal era preparar medicinas. Incluían operaciones químicas básicas, seguidas de discusiones sobre cómo obtener medicinas de una gran variedad de plantas, animales y minerales, y luego una sección de cómo preparar las medicinas a partir de estas fuentes.

Añadió una sección especial dedicada a la cosmética, en la que no sólo explicaba cómo preparar maquillajes o tintes del pelo, sino que advertía del carácter venenoso de muchas sustancias empleadas hasta entonces en cosmética, como por ejemplo el blanqueador de piel, que contenía sublimado corrosivo.

Los experimentos y preparaciones descritas en su tratado podían reproducirse utilizando un material rudimentario, aunque Marie recomendaba a sus lectoras que encargaran las preparaciones o acudieran a cursos prácticos en su laboratorio.

No obstante, el legado por escrito que nos ha dejado una de las químicas más influyentes en la actualidad, la asturiana Margarita Salas Falgueras (1938 – 2019), es sin duda mucho más extenso y preciso. Esta pionera en el campo de bioquímica y la biología molecular en España ha sido un auténtico referente de la ciencia española.

Licenciada en Química por la Universidad Complutense de Madrid en 1960, allí conoció a Eladio Viñuelas que se convirtió en su marido y compañero de profesión. Ambos realizaron una vida científica paralela y, a veces, complementaria. Tras el doctorado en Bioquímica, se marcharon a EE. UU. para trabajar en el laboratorio del Premio Nobel Severo Ochoa, amigo de su padre, que era médico psiquiatra.

Al regresar a España, formó parte del primer equipo de trabajo que introdujo la biología molecular como ámbito de investigación en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC de Madrid. Dejó un enorme legado compuesto por más de 350 publicaciones en libros y revistas nacionales e internacionales. Logró además 8 patentes, e impartió al menos 400 conferencias en foros nacionales e internacionales. Una de las contribuciones más destacables ha sido el método del ADN polimerasa phi29, que permite amplificar millones de veces el ADN para poder ser analizado, cuya patente ha sido, además, una de las más rentables del CSIC. Durante toda su vida, Margarita defendió la investigación básica, la búsqueda de conocimiento en sí mismo. «De ella pueden salir resultados aplicables que no son previsibles a primera vista», afirmaba.

Su labor docente ha sido igualmente muy valorada. Desde 1968 a 1992 fue profesora de Genética Molecular de la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense. Muchos de sus alumnos han establecido sus propios grupos de investigación, gozando hoy de un reconocido prestigio entre la comunidad científica especializada. Ejemplo notable es la doctora en biología María Blasco, la actual directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Madrid.

A pesar de todos los premios recibidos por sus investigaciones, las instituciones internacionales de las que ha formado parte o los reconocimientos honoris causa que recibió de una decena de universidades, ella consideraba que su mayor logro fue haber sido la primera mujer española miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

Gracias a la recopilación por escrito de los conocimientos de estas pioneras en su época, la química sin duda ha avanzado de modo tangible, pudiendo ser conscientes de su alcance.