Historias del cambio

Mujeres antropólogas

A lo largo de la historia muchas han sido las mujeres destacadas en campos científicos. Sin embargo, las aportaciones de pocas de ellas han sobrevivido al paso del tiempo, ocultas por una sociedad donde los conocimientos no bastaban por sí solos para alcanzar la notoriedad que se merecían.

Hoy hablamos de mujeres antropólogas que iniciaron un camino sin retorno en el estudio de la conducta humana y animal.

En 1929 Margaret Mead (1901–1978) se doctoró en antropología por la Universidad de Columbia. Desde 1954 trabajó como profesora adjunta de antropología. Margaret Mead fue una antropóloga pionera en estudiar la educación y crianza de niños y mujeres en las distintas culturas y despertar su interés.

En 1925 realizó su primer trabajo de campo en Samoa, una isla de la Polinesia, centrándose en el estudio de las chicas adolescentes. Esta experiencia se recogió en su libro  Coming of Age in Samoa, donde se presentaría por primera vez la idea de que el carácter que el individuo adquiere a lo largo de los estados de crecimiento y socialización se define según las necesidades de cada cultura.

Sin embargo, las averiguaciones que realizó en este estudio fueron cuestionadas por el mundo occidental, ya que ofrecían una visión de la sociedad y la mujer alejada de los estereotipos aceptados de la época.

De hecho, el antropólogo Derek Freeman publicó Margaret Mead y Samoa: la construcción y destrucción de un mito antropológico, obra que ponía en tela de juicio los principales hallazgos de Mead.  De cualquier manera, muchos encontraron la crítica de Freeman altamente cuestionable, ya que esperó hasta que Margaret Mead muriera para publicar la crítica, de manera que ella no pudiese responder.

La antropóloga Margaret Mead durante uno de sus viajes de campo a Samoa.| CRÉDITO: Tomste 2008

En 1929 viajó a las islas Manus, de Nueva Guinea, donde investigaría sobre los cuentos y relatos utilizados por adultos para la educación y socialización de los niños. Este trabajo serviría para demostrar que los roles de género difieren de una sociedad a otra. Posteriormente, en Bali, exploró nuevas formas para documentar el paso de la niñez a la etapa adulta, y la forma en la que la sociedad plasma este tránsito a través de símbolos.

Mead destacó la posibilidad de aprendizaje que se podía obtener estudiando a otras sociedades. De hecho, definió la diversidad cultural como un recurso, y nunca como un inconveniente. Este fue el origen de su frase “No dudemos jamás de la capacidad de tan sólo un grupo de ciudadanos insistentes y comprometidos para cambiar el mundo”.

Fue profesora de varias instituciones, como el American Museum of Natural History, (Nueva York) y recibió múltiples homenajes, siendo presidenta de honor de varias asociaciones e instituciones, como The American Anthropological Association y The American Association for the Advancement of Science.

Por su parte, la zoóloga y antropóloga Jane Goodall (1934) centró su estudio en los primates. A los dos años su padre le regaló un chimpancé de peluche y tal vez eso fuera el origen de todo.

En 1957, tras estudiar secretariado y trabajar en una compañía de documentales en Inglaterra, Jane se marchó a Kenia con la esperanza de trabajar con animales. Contactó con el conservador del hoy Museo Nacional de Nairobi, el antropólogo Louis Leakey. A pesar de no contar con la formación académica adecuada, Jane era una joven enérgica, y sería contratada por Louis Leakey como asistente. Por ello pudo estudiar los chimpancés en su ambiente natural, en el Parque Nacional de Gombe, en Tanzania, pese a las reservas de las autoridades británicas de permitir que una mujer joven viviese sola con animales salvajes.

Los chimpancés se acostumbraron a su presencia y en 1964 el Gombe Stream Research Center era uno de los centros más importantes en el estudio de su comportamiento. Por ejemplo, descubrió que los chimpancés utilizaban herramientas primitivas: recogían pequeñas ramas y las preparan arrancándoles las hojas. Así, fabricaban una herramienta adecuada a un fin: conseguir termitas en un hormiguero.

En 1965 obtuvo el doctorado honorario en Etología por la Universidad de Cambridge, siendo una de las pocas personas que lo ha alcanzado sin terminar la carrera. Dos años después sería nombrada directora del Gombe Stream Research Center.

En 1977 fundó el Jane Goodall Institute for Wildlife Research, Education and Conservation, cuyo objetivo principal es impulsar programas de conservación de la especie y mejora de las condiciones de vida de los chimpancés.

Goodall es autora de más de 70 artículos, una decena de películas y numerosos libros. Ha sido condecorada con múltiples premios y distinciones, entre ellos la Medalla Hubbard de la National Geographic Society (1995). Desde 2002 es Mensajera de la Paz de la ONU. Dedica más de 300 días al año a viajar por todo el mundo en defensa de los animales y de su bienestar, dando conferencias sobre la destrucción del medio ambiente o el calentamiento global.

Los descubrimientos de Jane Goodall pusieron los cimientos para todos los estudios sobre primates que tuvieron lugar después, como por ejemplo los de la primatóloga gallega Rebeca Atencia Fernández (1977). Según Newsweek, se trata de una de las 20 mujeres que inspirarán a las nuevas generaciones. Compagina las botas de selva con viajes por el mundo para compartir su estrategia para proteger a los primates.

Durante sus estudios de Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, Rebeca colaboró con el Zoo de Madrid, con centros de recuperación o con Rainfer, el único santuario de chimpancés que hay en Madrid, porque soñaba con irse al Congo, el único lugar donde se practicaba la reintroducción de animales. Por eso, contactó con una veterinaria española que trabajaba unos meses al año en Help Congo, un refugio congoleño, y la visitó. Como demostró tener mucha experiencia con animales salvajes, le ofrecieron trabajar allí, dirigiendo el proyecto de reintroducción.

Fue un trabajo duro, en medio de la selva, en unas cabañas rudimentarias, sin Internet, sin teléfono por satélite, y con trabajadores locales donde debería ganarse su respeto, siendo, además, mujer y extranjera. También aprendió a huir de elefantes, serpientes o gorilas.

Cuando se reintroducen los chimpancés, tienen que aprender a moverse, a distinguir las frutas, cómo hacer nidos, a comportarse socialmente, a defenderse de ataques de otros animales. Y el equipo de Atencia, lo que hacía era darles tiempo a asimilar esa información, evitándoles los posibles ataques.

Un día, de repente, llegó Jane Goodall al campamento. Al comprobar el excelente trabajo realizado, le ofreció trabajar en el Centro de Rehabilitación de Chimpancés de Tchimpounga, el más grande de África, dependiente del Instituto Jane Goodall.

Rebeca Atencia formó a un equipo de enfermeros que fuesen capaces de actuar y, también, combatir la llegada masiva de chimpancés, acudiendo al origen: el tráfico ilegal. Para ello, utilizaría la estrategia del triángulo, centrándose en tres puntos: formar a los cuidadores para poder ofrecer cuidados a los primates, informar por televisión y medios de comunicación de que capturar y vender chimpancés era ilegal, y apoyar al gobierno y ONGs para que aplicasen la ley.

Actualmente, la labor de Rebeca Atencia fuera del Congo es igual de importante, ya que la tala de madera y el monocultivo de aceite de palma está destruyendo la selva.

Gracias al coraje y al valor de estas mujeres, la antropología tiene nombre de mujer que suena cada vez más alto.