He conocido otras culturas y otras gentes que viven realidades muy diferentes a la mía y eso mismo me ha hecho valorar más la suerte que tengo de haber nacido aquí, en un lugar donde abro un grifo y no necesito recorrer 10km a pie o esperar a que venga un camión cisterna de ayuda humanitaria para poder tener un poco de agua que llevarme a la boca.
He visto sus caras de sorpresa cuando les cuento que he ganado muchas medallas paralímpicas, aunque creo que la sorpresa es más por el hecho de que me paso varias horas cada día metida en la piscina. No me siento culpable por nadar, al fin y al cabo hago lo posible por no despilfarrar, en la piscina, en casa… pero sí que me pregunto a menudo por qué no nos preocuparemos más de cuidar mejor el bien más preciado que tenemos. Las instalaciones deportivas no siempre se diseñan o se gestionan teniendo en cuenta la eficiencia energética y las piscinas requieren mucha energía para mantenerse. Es un esfuerzo de todos.
No vale arrepentirse de lo que no hicimos, lo que vale es el aquí y ahora y en todo caso, lo que puedo hacer mañana. Es el momento de provocar el cambio y de que seamos cada uno de nosotros los que lo provoquemos. Dejemos de dar excusas para no aceptar la responsabilidad que tenemos. El cuidado del medioambiente, es responsabilidad de todos. No tienen por qué ser grandes gestos complicados ni grandes gestas, pueden ser pequeñas rutinas que empecemos a incorporar en nuestro día a día y que sirvan para que el esfuerzo colectivo deje un mundo mejor para todos.