La claridad de Heráclito, de Josep Palau i Fabre
El año 2005 el poeta Josep Palau i Fabre reunió, en dos volúmenes publicados por Galaxia Gutenberg, su obra literaria completa. Quedaban fuera de aquella magnífica edición los innumerables estudios sobre pintura, sobre todo los que dedicó a su amigo y admirado Picasso. Lo que no se sabía entonces es que dos años más tarde aparecería una nueva obra entre sus archivos olvidados. Se trata de un extraño manuscrito de 135 páginas, escrito en francés durante los años sesenta y titulado La clarté d’Héraclite (La claridad de Heráclito, en castellano).
El libro, que fue publicado en catalán por la editorial Accent poco antes de la muerte del escritor, que fallecía en febrero de 2008, se convierte en un diálogo, vivo e intenso, con el filósofo griego. Lo que hace Palau es acudir al poco más de un centenar de máximas que se conservan del de Éfeso y, 2500 años después, construir una entrevista entre ambos.
Josep Palau i Fabre plantea sus interrogantes al filósofo griego
La estrategia es tan simple como estimulante. Palau lee todos los aforismos, muchas veces crípticos, y les formula una pregunta como si, en realidad, siempre hubiesen sido una respuesta del griego a una cuestión planteada con anterioridad. Así, las sentencias de Heráclito, que pasará a la Historia como “El oscuro”, van ganando claridad, y la conversación discurre como si estuvieran hablando dos amigos.
Palau i Fabre, en el prefacio, nos recuerda que el oráculo (“manteion”) significa “respuesta”. Los oráculos, por lo tanto, no eran, como tantas veces se ha dicho, vaticinios o conjuros, sino las respuestas a las preguntas antes formuladas. Así el poeta catalán, como si Heráclito fuera su oráculo, va preguntándole todo tipo de cuestiones, sabiendo que si es preciso en la pregunta, el aforismo irá ganando también en lucidez y transparencia.
Al juego dialéctico, de pregunta y respuesta, Palau suele añadir una breve nota en la que amplía el significado de esa conversación atemporal. Así, sostiene que “identificar a Heráclito con el fuego, como el único elemento que es importante para él, es simplificar demasiado”. De hecho, el catalán le pregunta si, como Tales de Mileto, considera que todo es agua. El de Éfeso (que considera a Tales, literalmente, “el primer astrónomo”) ya tiene la respuesta preparada: “La muerte de las almas es volverse agua, y la muerte del agua es volverse tierra. Pero el agua viene de la tierra, y del agua, el alma”.
Encontrando el sentido de la vida a través del mar
Sobre los elementos que constituyen la vida y la muerte conversaran Palau y Heráclito. “No puedes bajar dos veces al mismo río, porque el agua corriente fluye sobre ti”, dirá el griego, en una de sus máximas más conocidas. El catalán pone el acento aquí en las tradiciones orientales en las que, aún hoy, bañarse significa purificarse. El agua estancada, por el contrario, es sinónimo de impureza.
Heráclito, siempre según Palau i Fabre, observa una similitud profunda entre la agitación del mar (en sus olas y tormentas) con la agitación del fuego (en sus llamas e incendios). Por eso le pregunta que, si el fuego es el origen del mundo, cómo lo hacen, los otros elementos, para nacer de él. “Las transformaciones del fuego son, primero, el mar; y la mitad del mar, la tierra, la mitad de un torbellino”, dice el griego.
De la siempre necesaria perspectiva, de un relativismo tan enigmático como certero, nace el aforismo que defiende que “el mar es el agua más pura e impura. Los peces pueden beberla y es buena para ellos; para los hombres es mala y destructiva”.
La idea del eterno retorno en La claridad de Heráclito
La idea del eterno retorno es una constante en el libro. ¿Por qué volver a bajar a un río donde ya nos hemos purificado una vez? El filósofo griego Heráclito parece insistir en sus intuiciones físicas, aunque matiza, añadiendo una metáfora a su afirmación: “Nos metemos y no nos metemos en los mismos ríos; somos y no somos”. Aquí, no está poniendo en duda únicamente la identidad del río, sino también la nuestra, subrayando nuestra capacidad, innata, de mutar a lo largo de la existencia.
El río parece el mismo. Nosotros también. Pero algo se ha transformado para siempre. Al cambiar las preguntas, también hemos cambiado las respuestas. Y eso lo hacemos una y otra vez.
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