Los años 2019 y 2020 pasarán a la historia con el récord de incendios más dramáticos jamás ocurridos. Durante estos dos años, el planeta ardió literalmente. Lo hizo desde la selva amazónica hasta los terribles incendios sucedidos en Australia, pasando por los bosques del Ártico e Indonesia.
Estos incendios tuvieron su origen por distintas causas, pero todos ellos comparten un denominador común: el cambio climático intensificó su ferocidad. Y un ejemplo de ello es que, desde el año 2001, la temperatura global del planeta no ha parado de crecer, alimentando, aún más si cabe, la posibilidad de que estos fenómenos se produzcan de forma mucho más recurrente.
A medida que aumentan los incendios, también lo hacen las emisiones de gases efecto invernadero a la atmósfera que, a su vez, contribuyen a este aumento de la temperatura global de la Tierra. Todo ello hace que los eventos climáticos extremos, como los incendios forestales, proliferen con mayor intensidad.
El cambio climático y los incendios forestales engloban un círculo vicioso que, si no se pone freno a uno, es imposible acabar con el otro. Estos fenómenos extremos ya no solo suponen una amenaza para la vida de las personas, sino también provocan graves daños en el patrimonio natural que no deja de ser el medio de subsistencia para muchas especies.
Los incendios forestales en España durante el 2021
España es uno de los países con mayor riesgo de incendios en Europa y han pasado a ser un fenómeno cíclico recurrente. Su prevención y extinción es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos. Y debemos hacerlo en un momento en el que la dinámica de estos fenómenos ha cambiado.
En España, entre 2010 y 2019 el número de siniestros se redujo en un 36% respecto a la década anterior y la media de la superficie afectada disminuyó en un 27%. No obstante, la proporción de grandes incendios crece año tras año respecto al total de siniestros. Y aunque apenas suponen el 0,18% del total, en ellos arde el 40% de la superficie total afectada por el fuego, según datos del Ministerio de para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). Puedes consultar aquí la comparativa de incendios forestales en España en estos años.
Durante los meses de enero a junio de 2021 vemos, en los datos registrados, que mientras suben los conatos, de 1776 en 2020 a 2.254 en 2021, se reducen los incendios propiamente dichos (de 1.284 a 1.197) y se duplican los llamados grandes incendios forestales (GIF), los que afectan a más de 500 hectáreas, que pasaron de 3 a 6.
De esta forma, podemos ver un cambio de tendencia: ahora tenemos menos incendios, pero son más grandes y feroces. Los GIF suelen sobrepasar la capacidad de extinción y suponen un gran desafío para los servicios de emergencia. Y es que, a su ferocidad, se suma a la aparición de diferentes focos inconexos entre sí que dificultan, aún más, las tareas de extinción.
Jordi Verdell, responsable de proyectos internacionales de la Fundación Pau Costa, con la que colabora Fundación Aquae a través de la red Impulsores del Cambio, explica que «se han incrementado los grandes incendios forestales, que son los que queman más de 500 hectáreas y lo hacen con más intensidad y virulencia. Se propagan a gran velocidad y tienen mucho más impacto sobre el ecosistema. No es lo mismo tener un incendio de 10.000 hectáreas que 200 de 50. Los pequeños se apagan».
En cuanto a la ubicación de estos incendios, sin duda, la peor parte se la llevan las comunidades interiores españolas donde se ubican el 41% de estos incendios forestales registrados durante los primeros meses de 2021. A estos le siguen el noreste peninsular, donde se engloban el 38% y el mediterráneo con un 21%.
De hecho, según datos de Copernicus, el programa de observación de la Tierra que gestiona la Comisión Europea para toda la Unión, desde el 1 de enero y hasta el 25 de julio de este año se han producido en España 12 Grandes Incendios Forestales. Tres en Andalucía, otros tres en Cantabria, dos en Castilla-La Mancha y uno respectivamente en Canarias, Cataluña, Castilla y León y País Vasco. En conjunto han quemado más de 26.000 hectáreas.
Mejorar la gestión del territorio es una solución
El despoblamiento rural y el cambio climático son los dos grandes pilares que nos han llevado a una situación de riesgo constante en materia de incendios forestales. A esto hay que sumarle un cambio en el régimen de las precipitaciones. Y es que, como explica Verdell, «no llueve igual ahora que hace 30 años y no es lo mismo que caigan 10 litros durante 10 días que 100 litros en un día. Lo primero implica aprovechamiento, lo segundo genera inundaciones».
La respuesta inmediata a los incendios es la extinción. Pero, aunque el agua siga siendo la principal herramienta contra el fuego, los sistemas de extinción de todos los países, forestales y no forestales, tienen límites y no están preparados para hacer frente a estos escenarios de mega-incendios de alta intensidad.
“La extinción no es la solución, es la respuesta al problema a corto plazo. La solución pasa por atacar el origen del problema y esto se hace invirtiendo en prevención, que debe enfocarse en la gestión del territorio”, señala Vendrell.
Protección, concienciación y atención son las 3 claves que nos ayudarán a prevenir los incendios forestales, sea cual sea la época del año. Sin embargo, serán los gobiernos centrales y autonómicos los que deben invertir en gestión sostenible del territorio y revalorizar los bienes rurales y el comercio local. “Repoblar la España vaciada y fomentar una economía rural sana, preservaría y enriquecería la biodiversidad, reduciría el riesgo de mega-incendios y facilitaría el control del fuego”, señalan desde la Fundación Pau Costa.
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