Microrrelatos

Esperanza

El doctor Jansen estaba exhausto. Bajo el rugido de las torretas antiaéreas, sobreponiéndose al fragor de los cañones sobre el Complejo, fue directo al laboratorio de Tomihiro. No se acostumbraba a llamarle doctor Miyamoto.

 

Se quedó mudo. “Tommy” era el remedo de un hombre, tras pasar 130 horas sin parar de investigar, sostenido por estimulantes. El reactivo que buscaba con tanto afán era la base del suero que acabaría con aquella cruenta guerra.

Miyamoto sonrió a su amigo, cayendo muerto tras decir: “lo encontré”.

 

 Jansen lo tomó en sus brazos. Sostenía en la mano contraída una probeta totalmente vacía.