En este mundo apurado, en que no tenemos tiempo para lo que más nos importa o nos gusta (como leer, por ejemplo), el microrrelato es un regalo, y a la vez, una joya de precisión. Cada palabra rica en polisemia, o intertextualidad, proyectada en la imaginación del lector, debe provocar un universo de interpretaciones, atrapar, encantar y, muchas veces, desestabilizar.
La economía del mensaje trasciende el resumen de un cuento, por lo que constituye al microrrelato como un género en sí mismo. Minimalismo puro, concisión extrema, Aunque la prioridad no es el ahorro. Sí lo es, el caleidoscopio de sensaciones, interpretaciones, sentidos.
Desafío a la creatividad para el que lo escribe y para el que lo lee.
Convenimos en que toda obra literaria es co-creación de autor y lector. El texto se multiplica a través de las lecturas e interpretaciones. Es el sueño de un sembrador. Plantar una semilla y que se reproduzca por cientos.
Contar una historia, mínima, que deje al lector con la boca y la mente abiertas, ése es el objetivo del microrrelato.
Precisión y sugerencia, paradoja y sorpresa. Fundamental en este género.
Si en toda obra el título es primordial, en un microcuento juega con el sentido general, aporta, re-significa. El nombre es trama, eje y motivo.
El microcuento es el arte de un alquimista de las palabras. Busca, combina, escribe, borra, sugiere, exalta, crea, sopla polvo de estrellas sobre un pequeño trozo de papel, y hace la magia.
Algunos detalles a tener en cuenta para escribir un microrrelato:
- La brevedad no significa quedarse corto.
- La lengua es símbolo, el microrrelato es el arte del símbolo.
- La elipsis y la referencia son aliadas. En estos textos, lo que no se dice tiene tanto o más valor que lo que se expresa.
- El lector es cómplice, no puede ser ignorado.
- Un microrrelato no es el resumen de un cuento, ni una fábula, ni un poema en prosa.
- El objetivo es sorprender, no describir ni juzgar.
- Un detalle, una sugerencia, puede encerrar la llave del microrrelato.
- Pocos personajes, tiempo breve y lugar acotado, todo en un solo sitio.
- Desafía desde el título y explota en un instante, aunque el final sea abierto.
- Atrapa al lector desde el comienzo, lo intriga, lo conquista y lo noquea.
El autor es experto en sugerencia y sugestión. Derrama un enigma en forma de cuento y descoloca. Ahorramos tiempo en leerlo y lo derrochamos en deleitarnos.
En realidad, escribir un microrrelato es un trabajo de relojería. Cada pieza, cada palabra, tiene que ser la indicada para el lugar justo. Aquí sí podemos decir que lo que abunda, daña. Y no podemos perder de vista al bosque por embelesarnos con un árbol. Visión de conjunto sin perder el detalle.
Es extraordinario que podamos redactarlo y, así, sin más, lo demos por concluido. Exige un mínimo de imaginación y mucho esfuerzo, cuidado, transpiración, como todo buen texto.
Y aunque nos cueste explicar lo que es un buen microrrelato, les aseguro: más difícil es escribirlo.