Microrrelatos

Ecuaciones

Por mí vete, repitió ella sosteniéndole la mirada. Sobre la marcha, el trocó sus amenazas de abandonarla por un condescendiente “esto tiene que tener solución”.
Ella, aburrida de sus cambios de signo, de sus incógnitas no resueltas, de que siempre restara y dividiera, dijo que no. Que no la tenía. Que era una ecuación sin solución en los reales. Tal vez sí en los imaginarios, pero él estaba fuera de ese ámbito de aplicación. Así que, repartió proporcionalmente los diferenciales y tachó el igual que separaba sus términos. Luego, despejada, marchó en busca de nuevos problemas por resolver.