En su curiosidad por entender el funcionamiento del mundo y darle sentido a la vida, el hombre se ha preguntado si hay otros planetas con vida. O, dicho de otra manera, otros planetas con agua. Porque el agua es el motor de la vida tal y como la conocemos en la Tierra. En este sentido, investigaciones recientes parecen haber encontrado el elemento líquido en Marte. Pero no es el único componente del sistema solar donde parece haber –o haber habido– agua. En Venus también hubo agua hace muchos años, pero se desconoce lo que pasó con ella.
El origen de la vida y el paso del tiempo
«Where have all the flowers gone? Long time passing;
where have all the flowers gone? Long time ago…»
Pete Seeger
Son versos escritos por el gran Pete Seeger a mediados de los años 50. Justo en los albores de los movimientos pacifistas que caracterizaron la década siguiente. Y son parte de una canción mítica de la música folk estadounidense. A lo largo de los años, de ella se han hecho muchas versiones, y mi favorita es, sin duda alguna, la interpretada por la incomparable Joan Baez. Cuando escucho esta emotiva canción, mi pensamiento suele volar muy lejos, incluso más allá del mensaje que esta transmite. Y a menudo, seguramente por deformación profesional, pienso en el planeta Venus. Nuestro vecino en el espacio, un mundo prácticamente gemelo de la Tierra. Pero algo debió pasar en Venus hace mucho, mucho tiempo que tuvo terribles consecuencias para la vida en él. Porque el agua de Venus desapareció. Y con ella, la vida.
Venus, el gemelo de la Tierra
Años atrás, creímos que Venus era un mundo cálido pero habitable. Con un clima parecido al que gozaron las regiones ecuatoriales de la Tierra durante el periodo carbonífero. Sin embargo, hoy sabemos que el planeta es lo más parecido a nuestra visión clásica del infierno. Un mundo tórrido, con una temperatura superficial de 462 °C, consecuencia del efecto invernadero descontrolado producido por su masiva atmósfera de CO2. Una atmósfera que ejerce una presión superficial de 92 bar. Como la que encontraríamos a unos 1.000 metros de profundidad en nuestros océanos. Además, por si fuera poco, es también muy corrosiva, puesto que contiene compuestos, como el ácido sulfúrico. De hecho, son estos compuestos los que forman las nubes que podemos observar desde la Tierra.
Condiciones climáticas idóneas para alojar agua
Además, Venus es extremadamente seco. Aquí es dónde surge la pregunta que me asalta al escuchar la canción que he mencionado anteriormente: ¿dónde ha ido a parar el agua de Venus? Nuestros modelos sobre la formación del sistema solar nos indican que tanto la Tierra como Venus se formaron en la misma región de la nebulosa primitiva, y que recibieron la misma tasa de impactos asteroidales y cometarios, por lo que ambos mundos debieron de poseer en sus orígenes cantidades parecidas de agua. Por otra parte, al principio de su existencia, el Sol era un 30 % menos luminoso de lo que es hoy.
Por lo tanto, durante sus primeros centenares de millones de años, Venus debió de gozar de un clima cálido, pero mucho más benigno del que tiene ahora. Y probablemente poseyó océanos… Pero Venus está situado, en término medio, 41 millones de km más cerca del Sol que la Tierra, por lo que con el tiempo, al aumentar la luminosidad solar, la temperatura del planeta también fue en aumento, hasta provocar la ebullición de estos mares primigenios.
Buscando agua en Venus
La hipótesis de que Venus debió poseer océanos recibió un espaldarazo a principios de la década de 1980, cuando las sondas Pioneer Venus midieron, en la atmósfera del planeta, la proporción entre los dos principales isótopos del hidrógeno: el usual, el protio (1H); y su homólogo más pesado, el deuterio (2H). Teóricamente, las proporciones deberían ser muy parecidas a las que hallamos en la atmósfera terrestre, con el hidrógeno ligero dominando claramente. Pero, en el caso de Venus, la proporción resultó ser la inversa, es decir, claramente favorable al deuterio. Esto es precisamente lo que cabría esperar si el hidrógeno atmosférico venusiano procediera de la degradación de las moléculas de agua por efecto de la radiación solar.
Los océanos venusianos
Al evaporarse los océanos, la radiación ultravioleta del Sol habría disociado las moléculas de agua. El protio escaparía rápidamente al espacio, mientras que el deuterio tendería a hacerlo a un ritmo inferior. De esta forma, con el tiempo se iría alterando la relación entre ambos isótopos a favor del deuterio. Por lo que respecta a los iones de oxígeno, una fracción se combinaría con los materiales superficiales, mientras que el resto escaparía también al espacio, debido a fenómenos de repulsión electrostática que se dan en la atmósfera superior del planeta y que son mucho más potentes que sus análogos terrestres. Por eso apenas hay oxígeno hoy en día en la atmósfera de Venus.
Siempre se ha creído que los océanos venusianos debieron durar pocos centenares de millones de años. Pero recientemente, estudios llevados a cabo con distintos modelos climáticos nos indican que pudieron durar muchísimo más de lo que pensábamos, incluso hasta unos 2000 millones de años después de la formación del planeta con agua. Y este hecho podría tener repercusiones importantes: ¡las condiciones ambientales podrían haber sido aceptables para la vida durante un periodo de tiempo geológicamente significativo!
¿Desapareció el agua de Venus por culpa del CO2?
En la Tierra, el agua líquida es crucial para mantener activo el mecanismo de la tectónica de placas; y este, a su vez, para sustentar el ciclo del carbono, que ha permitido que el clima de nuestro planeta, lleno de agua, se mantenga dentro de unos límites aceptables para la vida durante miles de millones de años. Actualmente Venus no muestra evidencias claras de tectónica de placas, y suponemos que esta debió cesar al evaporarse los océanos. Al desaparecer este proceso, habría cesado también el ciclo regulador del carbono atmosférico. Y a partir de aquí, la actividad volcánica habría ido incrementando la presencia de CO2 en la atmósfera sin que nada pudiera compensarlo, desencadenando el efecto invernadero desbocado que observamos hoy. Al perder sus océanos, la suerte de Venus estaba echada.
La vida en otros planetas podría haberse vuelto inviable con la desaparición del agua. Así, como la canción de Pete Seeger, Venus también nos transmite un poderoso mensaje: hay que tener mucho cuidado con aumentar sin control la proporción de CO2 y otros gases invernadero en nuestra atmósfera. En estos tiempos en los que el calentamiento global es ya una realidad obvia, una ojeada a Venus nos sirve para recordar que, aunque no seamos responsables al 100 %, hemos de ser prudentes y tomar cuanto antes las medidas que sean necesarias para minimizar nuestra contribución a dicho calentamiento, sea cual sea la magnitud de esta. ¡Hay demasiado en juego como para quedarnos con los brazos cruzados!