Observo una grieta en el hielo, bajo mis pies, mientras paseo por un lago semihelado en los Territorios del Noroeste. Es la primera semana de diciembre y los lagos deberían estar totalmente helados. Aún así, decido no continuar por allí y recuerdo lo que me explicaba una nativa Chipewyan que caminaba con su hija por el mismo lago: «¡Sí, sí! hace frío y hiela. Es normal aquí… pero el invierno es mucho más corto que antes». Cuando le pregunté sobre el agua helada que estábamos pisando, añadió: “Además, ahora no puedes fiarte del hielo, puede ser una trampa mortal”. Definitivamente, era mucho mejor idea volver hacia atrás.
En esta época, en gran parte del Ártico de Canadá los lagos son sólidos y se puede conducir por ellos e incluso aterrizar y despegar aviones. Sin embargo, debido al calentamiento global, en los últimos años cada vez se llega más tarde a ese punto de congelación. El uso de las carreteras sobre hielo es muy común en el Norte de Canadá, sobre todo en los estados de Yukon, Manitoba y Territorio del Noroeste. Allí, durante la última década los días en que estas carreteras son operativas han pasado de una media de más de dos meses de utilización, a menos de 20 días. Ahora mismo, sólo se puede llegar más al norte en avioneta o helicóptero. Es imposible hacerlo por tierra.
Hasta que el hielo no es suficientemente sólido y la temperatura se mantiene constante, los ríos y lagos son un peligro para la gente. En invierno, los pobladores de estas tierras han utilizado siempre estas superficies heladas para el transporte y también para la pesca. Las consecuencias de este cambio afectan a varias facetas de su vida y son también de importancia vital para la propia seguridad de las personas. De hecho, cada año hay decenas de personas que mueren a causa de la inestabilidad del hielo, por accidentes en las rutas del hielo, pescadores que quedan atrapados en el hielo, etc.