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Paradoja
Paradoja
Autor: María Gabriela Araujo
De nada le sirvió a la conciencia de Ascanio Sobrero ser la fuente de origen de los vasodilatadores que hoy salvan al corazón. Murió con la cara y el alma llena de cicatrices. En cambio, el premio nobel se lo quedó Alfred, que creó un imperio acaudalado en dinero y en muertes y nunca se arrepintió. Él, sin reparos de conciencia y por los siglos de los siglos, le paga año tras año a la Historia para que cuide su imagen filantrópica.