Las ovejas del fin del mundo

En el filo de la tercera dimensión pastan quietas briznas cuánticas. Corren a lo largo de suaves lomas hechas de retazos de litio primitivo y, desde ahí, contemplan infinitos atardeceres e infinitas estrellas esconderse tras galaxias elípticas. Ajenas a la velocidad vertiginosa a la que se desplaza el universo y el tiempo, las ovejas del fin del mundo son introducidas en estanques de helio líquido, donde las esquilan manos atemporales. Los ovillos caen al suelo cósmico cuyos impactos provocan vibraciones que crean el ritmo del tiempo y enmarcan la velocidad de propagación del espacio.