La cima

Y ahí estaba yo, leyendo un discurso de casi cinco páginas con el corazón latiendo a toda prisa. Las cámaras disparaban sus flases, la corbata me sofocaba y hacía un calor terrible. Se escuchaban unos leves murmullos entre el público que no me permitían concentrar. Me detuve por unos segundos y me quité las gafas. Solo quiero agradecer a dos personas – dije Mi hijo, mi único amor verdadero y a mi esposa, mi compañera eterna. Después de unos segundos el público rompió en aplausos por 10 minutos. Había ganado el premio Nobel de Química.