La vida en las regiones abisales

En las frías y oscuras aguas del fondo de los océanos habitan seres adaptados a vivir en un mundo tan hostil como repleto de carencias.

Más allá del talud continental, a partir de los 2.000 metros de profundidad, se encuentra un mundo frío e inhóspito donde no alcanzan los rayos del Sol y donde, en consecuencia, no abunda el alimento –la mayor parte de seres autótrofos, como las plantas, no viven allí porque necesitan la energía de la luz para crear materia orgánica–. Pero eso no significa que en las regiones abisales, que es como se llama este mundo de tinieblas, no haya seres vivos. Los hay, si bien adaptados a la oscuridad, a las bajas temperaturas y a las altas presiones, y con estrategias bien curiosas para conseguir comida sin ser devorados. Salvo excepciones, la mayor parte de seres abisales nunca suben a la superficie y, debido a esta adaptación a condiciones de vida extremas, tienen formas aberrantes. Hay especies que alcanzan proporciones descomunales –es lo que se conoce como gigantismo abisal–, peces que son poco más que una boca y un estómago, otros que son prácticamente transparentes e incluso organismos capaces de generar luz por cuenta propia. A continuación se muestran algunos de los animales más asombrosos que allí habitan.

1 | Gusanos gigantes en las chimeneas de los volcanes submarinos

Este anélido de gran tamaño –puede alcanzar los dos metros de longitud– forma grandes colonias en los fondos marinos del Pacífico, entre los 2.000 y los 4.000 metros de profundidad, muy cerca de las fumarolas por las que los volcanes submarinos expulsan gases y vapores. Esto es posible gracias a su capacidad de resistir las altas temperaturas y la altas concentraciones de sulfatos. De color rojo intenso, el gusano de tubo gigante es uno de los pocos casos conocidos de simbiosis entre un invertebrado marino y bacterias, puesto que el animal la utiliza para transformar sustancias de su entorno en alimento. Foto: © NOAA Okeanos Explorer Program, Galapagos Rift Expedition 2011.

2 | Una máquina de capturar y devorar seres incautos

Una máquina de capturar y devorar seres incautos

El Melanocetus johnsonii es un pez abisal que se caracteriza por tener una boca gigantesca, capaz de engullir presas que le doblan en tamaño, y un órgano bioluminescente sujeto a un filamento móvil que el animal utiliza como cebo. La diferencia de tamaño entre los dos sexos es enorme: las hembras, que miden alrededor de 20 centímetros, son casi diez veces más grandes que los machos. Para reproducirse, el macho muerde a su compañera y se acopla a ella cerca de sus órganos genitales. Durante un tiempo ella lo alimentará, como si de un órgano interno se tratara, a cambio de esperma con el que fecundar los huevos. Foto: © Museum of New Zealand Te Papa/Creative Commons.

3 | El pez hacha marino, un fantasma en la penumbra

El pez hacha marino, un fantasma en la penumbra

El Argyropelecus Aculeatus habita en la zona mesopelágica de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico, entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad, donde los rayos del Sol penetran aunque muy tímidamente –como en cualquier capa abisal, no con la suficiente intensidad como para que las algas puedan hacer la fotosíntesis–. De noche es común que se acerque hasta los 100 metros de profundidad en busca de alimento. Son peces plateados de pocos centímetros de longitud y el cuerpo con forma de hacha –de ahí su nombre común–que utilizan su capacidad de generar luz para deslumbrar y confundir a sus depredadores. Foto: © Francesco Costa/Creative Commons.

4 | Un pulpo casi invisible y con ojos cilíndricos

Un pulpo casi invisible y con ojos cilíndricos

El pulpo telescopio es una de las pocas especies de invertebrados que existe con ojos tubulares; es decir, en lugar de los habituales ojos esféricos, los tiene cilíndricos. Comparte esta característica morfológica con algunos peces abisales, que como él han adaptado este órgano sensorial para aprovechar mejor la escasa luz solar que llega a las profundidades oceánicas. A cambio, sin embargo, ha tenido que sacrificar visión periférica. Este octópodo, habitante de las regiones mesopelágicas del Indo-Pacífico, también se caracteriza por la ausencia de color en su cuerpo y por ser prácticamente transparente, lo que hace muy difícil su localización. Foto: © Steven Haddock/MBARI.

5 | Los reyes del camuflaje submarino

Los reyes del camuflaje submarino

El calamar de cristal, nombre genérico con el que se conoce a más 50 especies de cefalópodos propios de las regiones pelágicas, pertenece a la misma familia que el camalar gigante, la de los Cránquidos. Destaca por ser transparente –lo único que se percibe de su anatomía interna es una glándula digestiva–, cualidad que le permite pasar desapercibido a ojos de los depredadores. Su estrategia de camuflaje también incluye órganos bioluminiscentes, con los que es capaz de eliminar su sombra mientras nada, así como la capacidad de crear tinta, no para aturdir a sus perseguidores sino para convertir su cuerpo en un objeto tan oscuro como el paisaje donde vive. Foto: © NOAA Operation Deep Scope Expedition 2004.

6 | Dientes tan grandes que no caben en la boca

El pez víbora es un feroz depredador abisal de aspecto monstruoso, fácilmente reconocible por su cuerpo alargado y los largos dientes que sobresalen de su boca. Para cazar, principalmente crustáceos y peces pequeños, el animal se abalanza a gran velocidad sobre sus presas, impactando con fuerza contra ellas y ensartándolas finalmente con sus afilados colmillos. Luego las engulle enteras, lo que logra gracias a que puede desencajar los huesos articulados del cráneo. Este tipo de peces, que alcanzan como máximo los 30 cm de longitud, viven a partir de los 2.000 metros de profundidad en casi todos los mares de aguas tropicales y templadas del planeta, si bien de noche suelen subir a capas menos profundas en busca de alimento. Foto: © Tamar.org.

7 | Un tiburón que no ha evolucionado desde el Jurásico

Un tiburón que no ha evolucionado desde el Jurásico

La cañabota gris es un escualo muy primitivo que vive en la zona bentónica de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico, llegando en ocasiones hasta los 2.000 metros de profundidad. Se le considera una reliquia del pasado, pues a diferencia de los tiburones modernos, que tienen cinco branquias, éste posee una más, siendo conocido comúnmente como tiburón de seis branquias. La cañabota es un tiburón de gran tamaño, pudiendo superar los 4 metros de longitud. Su dieta incluye invertebrados, peces de tamaño pequeño y medio –incluyendo rayas y otros tiburones– e incluso focas. Tiene la peculiaridad de poseer ojos verdes fluorescentes. Foto: Greg Amptman © Shutterstock.

8 | Los velociraptores de las profundidades marinas

 M ás allá del talud continental, a partir de los 2.000 metros de profundidad, se encuentra un mundo frío e inhóspito donde no alcanzan los rayos del Sol y donde, en consecuencia, no abunda el alimento –la mayor parte de seres autótrofos, como las plantas, no viven allí porque necesitan la energía de la luz para crear materia orgánica–. Pero eso no significa que en las regiones abisales, que es como se llama este mundo de tinieblas, no haya seres vivos. Los hay, si bien adaptados a la oscuridad, a las bajas temperaturas y a las altas presiones, y con estrategias bien curiosas para conseguir comida sin ser devorados. Salvo excepciones, la mayor parte de seres abisales nunca suben a la superficie y, debido a esta adaptación a condiciones de vida extremas, tienen formas aberrantes. Hay especies que alcanzan proporciones descomunales –es lo que se conoce como gigantismo abisal–, peces que son poco más que una boca y un estómago, otros que son prácticamente transparentes e incluso organismos capaces de generar luz por cuenta propia. A continuación se muestran algunos de los animales más asombrosos que allí habitan. Gusanos gigantes en las chimeneas de los volcanes submarinos Este anélido de gran tamaño –puede alcanzar los dos metros de longitud– forma grandes colonias en los fondos marinos del Pacífico, entre los 2.000 y los 4.000 metros de profundidad, muy cerca de las fumarolas por las que los volcanes submarinos expulsan gases y vapores. Esto es posible gracias a su capacidad de resistir las altas temperaturas y la altas concentraciones de sulfatos. De color rojo intenso, el gusano de tubo gigante es uno de los pocos casos conocidos de simbiosis entre un invertebrado marino y bacterias, puesto que el animal la utiliza para transformar sustancias de su entorno en alimento. Foto: © NOAA Okeanos Explorer Program, Galapagos Rift Expedition 2011. 1 Una máquina de capturar y devorar seres incautos El Melanocetus johnsonii es un pez abisal que se caracteriza por tener una boca gigantesca, capaz de engullir presas que le doblan en tamaño, y un órgano bioluminescente sujeto a un filamento móvil que el animal utiliza como cebo. La diferencia de tamaño entre los dos sexos es enorme: las hembras, que miden alrededor de 20 centímetros, son casi diez veces más grandes que los machos. Para reproducirse, el macho muerde a su compañera y se acopla a ella cerca de sus órganos genitales. Durante un tiempo ella lo alimentará, como si de un órgano interno se tratara, a cambio de esperma con el que fecundar los huevos. Foto: © Museum of New Zealand Te Papa/Creative Commons. 2 El pez hacha marino, un fantasma en la penumbra El Argyropelecus Aculeatus habita en la zona mesopelágica de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico, entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad, donde los rayos del Sol penetran aunque muy tímidamente –como en cualquier capa abisal, no con la suficiente intensidad como para que las algas puedan hacer la fotosíntesis–. De noche es común que se acerque hasta los 100 metros de profundidad en busca de alimento. Son peces plateados de pocos centímetros de longitud y el cuerpo con forma de hacha –de ahí su nombre común–que utilizan su capacidad de generar luz para deslumbrar y confundir a sus depredadores. Foto: © Francesco Costa/Creative Commons. 3 Un pulpo casi invisible y con ojos cilíndricos El pulpo telescopio es una de las pocas especies de invertebrados que existe con ojos tubulares; es decir, en lugar de los habituales ojos esféricos, los tiene cilíndricos. Comparte esta característica morfológica con algunos peces abisales, que como él han adaptado este órgano sensorial para aprovechar mejor la escasa luz solar que llega a las profundidades oceánicas. A cambio, sin embargo, ha tenido que sacrificar visión periférica. Este octópodo, habitante de las regiones mesopelágicas del Indo-Pacífico, también se caracteriza por la ausencia de color en su cuerpo y por ser prácticamente transparente, lo que hace muy difícil su localización. Foto: © Steven Haddock/MBARI. 4 Los reyes del camuflaje submarino El calamar de cristal, nombre genérico con el que se conoce a más 50 especies de cefalópodos propios de las regiones pelágicas, pertenece a la misma familia que el camalar gigante, la de los Cránquidos. Destaca por ser transparente –lo único que se percibe de su anatomía interna es una glándula digestiva–, cualidad que le permite pasar desapercibido a ojos de los depredadores. Su estrategia de camuflaje también incluye órganos bioluminiscentes, con los que es capaz de eliminar su sombra mientras nada, así como la capacidad de crear tinta, no para aturdir a sus perseguidores sino para convertir su cuerpo en un objeto tan oscuro como el paisaje donde vive. Foto: © NOAA Operation Deep Scope Expedition 2004. 5 Dientes tan grandes que no caben en la boca El pez víbora es un feroz depredador abisal de aspecto monstruoso, fácilmente reconocible por su cuerpo alargado y los largos dientes que sobresalen de su boca. Para cazar, principalmente crustáceos y peces pequeños, el animal se abalanza a gran velocidad sobre sus presas, impactando con fuerza contra ellas y ensartándolas finalmente con sus afilados colmillos. Luego las engulle enteras, lo que logra gracias a que puede desencajar los huesos articulados del cráneo. Este tipo de peces, que alcanzan como máximo los 30 cm de longitud, viven a partir de los 2.000 metros de profundidad en casi todos los mares de aguas tropicales y templadas del planeta, si bien de noche suelen subir a capas menos profundas en busca de alimento. Foto: © Tamar.org. 6 Un tiburón que no ha evolucionado desde el Jurásico La cañabota gris es un escualo muy primitivo que vive en la zona bentónica de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico, llegando en ocasiones hasta los 2.000 metros de profundidad. Se le considera una reliquia del pasado, pues a diferencia de los tiburones modernos, que tienen cinco branquias, éste posee una más, siendo conocido comúnmente como tiburón de seis branquias. La cañabota es un tiburón de gran tamaño, pudiendo superar los 4 metros de longitud. Su dieta incluye invertebrados, peces de tamaño pequeño y medio –incluyendo rayas y otros tiburones– e incluso focas. Tiene la peculiaridad de poseer ojos verdes fluorescentes. Foto: Greg Amptman © Shutterstock. 7 Los velociraptores de las profundidades marinas

Los peces lagarto, dentro del grupo de los Bathysaurios, están en la cúspide de la pirámide trófica de los ecosistemas abisales, devorando a todo ser vivo que encuentran a su paso, incluyendo a miembros de su misma especie y sin despreciar la carroña. Viven normalmente en la zona batial, entre los 800 y los 2.500 metros de profundidad, aunque no es difícil encontrarlos también en aguas más profundas. Su boca, como la de otros cazadores de la zona abisal, es grande y está repleta de dientes afilados, aunque en este caso se parece más a la de un reptil o anfibio prehistórico. Aunque no se sabe mucho de sus hábitos y costumbres, parece probado que son animales hermafroditas. Foto: © NOAA/MBARI.

Actualizado: 21/09/2022