El castaño, testigo milenario de la historia
Sagrado para los celtas, apreciado por los romanos, esencial en épocas de hambrunas durante varios siglos y presente en la actualidad, el castaño (Castanea sativa) es testigo quieto y mudo, pero activo, de la historia.
De crecimiento rápido, hasta los 30 metros, el castaño destaca por su longevidad (se conocen ejemplares milenarios) y por el impresionante grosor de su tronco, que se va ensanchando con el paso de los años, al tiempo que se vuelve cada vez más hueco. Hay castaños cuyos troncos se ahuecaron tanto, que podían acoger a varias personas y, de hecho, han llegado a albergar a un pastor con su rebaño. Algunos de los árboles monumentales más voluminosos de España son castaños, como el conocido Castaño Sagrado de la localidad malagueña de Istán, uno de los árboles más singulares de nuestro país.
El castaño es un árbol de hoja caduca que pertenece a la familia de las fagáceas, que engloba especies muy apreciadas por el ser humano por su madera y sus frutos como robles, encinas, alcornoques y hayas.
En el caso de España, se encuentra distribuido por buena parte del territorio, si bien es especialmente abundante en el norte y noroeste. Y es que se trata de una especie que prefiere climas templados, sin fríos extremos ni calores excesivos, requiere algo de humedad y prospera mejor en suelos de composición ácida. Entre las características del castaño sobresale su capacidad excepcional para rebrotar de cepa, dando lugar a la formación de rodales de monte bajo de gran extensión.
Sus hojas son simples, caducas y con unas dimensiones que oscilan entre los 10 y 25 centímetros de largo por los 5-8 centímetros de ancho. A ello se le añade que son aserradas en sus márgenes.
La flor del castaño
Las flores del castaño aparecen hacia verano, agrupadas en filamentos amarillos largos y estrechos en el caso de las masculinas (amentos), y en la base de estos, encerrando las semillas o castañas dentro de una cubierta o “erizo” en el caso de las femeninas.
El fruto del castaño, de entre 5 y 11 centímetros de diámetro, contiene de 2 a 7 castañas. Se trata del producto tan conocido en España y otras partes del mundo, que durante siglos ha sido la base de la alimentación de Europa -asadas, secas o en forma de harina- y que aún hoy nos ofrece el castaño milenario. De hecho, las castañas son un perfecto comestible energético.
Otras curiosidades de este árbol
El castaño ha dejado reflejada su trascendencia en la cultura popular. Así, resulta habitual encontrar referencias a este árbol en la literatura, el refranero o la música de hace varios siglos. Muchas de estas expresiones se siguen utilizando en la actualidad.
De manera similar a como sucede con otro de los clásicos como la encina. La densa sombra que generan ambos es otra de sus similitudes, a lo que habría que añadir el hecho de que ambos frutos (bellota para la encina) fueron una pieza clave en la alimentación mediterránea hasta el descubrimiento de la patata.
Hasta que la construcción cambió por completo y se empezaron a utilizar otros materiales, la madera del castaño fue la más empleada para el desarrollo de las viviendas y las cabañas.
El debate sobre el origen del castaño
Durante mucho tiempo, se ha atribuido al Imperio Romano la introducción y multiplicación del castaño en la Península Ibérica hace 2.000 años.
Esta es una creencia que la ciencia ha ido matizando en los últimos tiempos. Los estudios palinológicos, es decir, de restos de polen que pueden encontrarse en el registro fósil, y antracológicos, es decir, de restos de carbón de madera, demuestran que hubo castaños en la Península Ibérica al menos desde hace 300.000 años, de modo que no puede atribuirse a Roma su llegada a nuestro territorio.
Respecto al supuesto interés de los romanos por el castaño no hay muchas evidencias que lo avalen. De los escritos del escritor hispano Columela (siglo I) se desprende que los romanos no tendrían especial aprecio por los frutos de este árbol, aunque sí usaban su madera para la construcción y empleaban el árbol para el teñido de fibras y tejidos. El filósofo y botánico griego Teofrasto, en el siglo III a. C., destacaba el empleo de su madera, pero desechaba sus frutos por «las dificultades digestivas que causa».
Actualmente, se piensa que el castaño empezó a extenderse no durante el periodo romano, sino en los siglos siguientes. En la Edad Media se seleccionaron variedades que ofrecían frutos de mayor calidad y esto animó a ampliar su cultivo. El consumo de castañas como alimento fue especialmente útil en zonas montañosas que no eran aptas para producir cereal. Así lo afirma por ejemplo una investigación publicada en 2004 en la revista científica Vegetation History and Archaeobotany y llevada a cabo por los profesores Marco Conedera y Patrick Krebs, del Instituto Forestal de Suiza. (The cultivation of Castanea sativa (Mill.) in Europe, from its origin to its diffusion on a continental scale).