‘Qanats’: el agua que fluye por el desierto

Estas infraestructuras de la antigüedad, usadas aún en nuestros días, han permitido hacer habitables lugares donde no era posible hallar ni una gota de líquido.

El acceso al agua potable ha sido desde el principio de los tiempos un factor fundamental en el desarrollo humano. Por esto, en lugares áridos donde no hay ríos ni manantiales, las sociedades ha tenido que extremar su ingenio y multiplicar su esfuerzo para tener acceso a esta sustancia vital. Este fue el caso de las comunidades que vivieron hace tres mil años en los desiertos de Persia, el actual Irán, y que desarrollaron una red de túneles subterráneos, los qanats, capaces de llevar agua del subsuelo de las zonas montañosas a los pueblos y ciudades de la región. El agua, extraída y transportada a veces hasta casi cien kilómetros de distancia, era consumida por la gente, en primera instancia, pero también se usaba para regar los campos de cultivo.

La construcción de qanats se extendió por otras zonas áridas y semiáridas cercanas a Persia, desde Marruecos hasta China, e incluso fue utilizada en Al-Andalus y, tras la conquista, en México y otras regiones de América. Con obvias variables debido a la tecnología y fuente de agua utilizadas, a este tipo de infraestructura se le llamó falaj en Arabia, foggara en Libia, khettara en Marruecos y kariz en los desiertos del noroeste de China (Oasis de Turpan) y en el Medio Oriente.

Aunque el empleo de qanats ha sido reemplazado por otros sistemas de extracción y suministro más modernos y avanzados, sigue en uso en muchos de estos lugares. En Irán, sin ir más lejos, funcionan todavía unos 20.000 túneles, con más de 250.000 kilómetros de recorrido. Y en países de la península arábiga, como Omán y Yemen, los qanats siguen siendo la principal fuente de irrigación para los campos de trigo que sustentan a la población que vive en los márgenes del desierto.

Un sistema eficaz pero bastante laborioso

Utilizando herramientas rudimentarias y en condiciones desfavorables, mineros especializados se encargaban de excavar decenas de kilómetros de pozos y túneles.

La construcción del qanat comenzaba con la excavación de un pozo vertical
–llamado pozo madre– hasta un acuífero conocido. Dicho foso, cavado manualmente, tenía el ancho mínimo para permitir al minero realizar su trabajo. Al llegar a la fuente de agua, comenzaba la perforación horizontal del túnel que debía llevar el líquido a su destino. Dado que la fuente original se situaba siempre a mayor altitud, el qanat estaba ligeramente inclinado y el agua fluía por el efecto de la gravedad sin necesidad de ser bombeada. La cantidad no podía ser controlada y dependía del nivel freático del manantial. Cada 30 metros de recorrido, aproximadamente, se hacia un nuevo pozo desde la superficie para tener acceso al agua, garantizar la ventilación, poder retirar la tierra sobrante y realizar tareas de mantenimiento –básicamente, eliminar la cal–.

Un mismo concepto pero con muchas variantes

Como se ve en este recorrido por lugares donde existen qanats, esta técnica ancestral de suministro de agua tiene presencia en casi todos los continentes.

Un falaj discurre entre palmeras en el oasis de Al Abreyeen, en Omán. ChameleonsEye © Shutterstock.

Un falaj discurre entre palmeras en el oasis de Al Abreyeen, en Omán. ChameleonsEye © Shutterstock.

Objetivo: aprovechar hasta la última gota

Toda la infraestructura creada para el transporte y distribución del agua en los centros poblados y en las zonas agrícolas pretendía evitar cualquier desperdicio innecesario.

El badgir, como éste en Meybud (Irán), pemite refrigerar el aire utilizando el qanat. © dynamosquito/Wikimedia commons.

El badgir, como éste en Meybud (Irán), pemite refrigerar el aire utilizando el qanat. © dynamosquito/Wikimedia commons.

Cuando los qanats llegaban a la ciudad designada, una cisterna de grandes dimensiones permitía almacenar y dar acceso público al agua. A partir de ahí, los túneles hacían pasar la corriente por debajo de la mezquita y las residencias de las familias más ricas, que disponían de acceso directo al canal mediante unas escaleras. El túnel desembocaba en última instancia a un amplio sistema de canales con los que se irrigaban los campos de cultivo. Dado que este sistema generaba un flujo continuo de agua, sin posibilidad de interrumpir o limitar el vertido, una red de depósitos y estanques artificiales permitía acumular el agua y no desperdiciarla en momentos en que su uso no era necesario.

20/09/2022