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Trinchera líquida contra el ébola

29 de Enero de 2015
Freetown. Sierra Leona. Alpha tiene diecisiete años y defiende su barrio del ébola con una cuerda.

Cada mañana ata un cabo en un árbol junto a una carretera de tierra de Freetown (Sierra Leona) y se sienta al otro lado del camino a esperar con el cordel entre los dedos. Sólo tiene que estirar para barrar el paso a los vehículos. Ha anudado bolsas de plástico a lo largo de la cuerda para que se vea de lejos que allí hay que parar. Cuando los coches se detienen, se levanta sonriendo y explica el tinglado:

—Buenos días, señores, control de temperatura y punto de lavado de manos, dice.

Apunta con un termómetro infrarrojo la sien de cada pasajero, suena un bip bip y enseña la temperatura que aparece en una pequeña pantalla. “36’2 grados, señor”, lee.

Si alguien dentro del taxi tuviera una temperatura superior a los 37’5 grados, no nos dejaría pasar. Luego invita al ritual de las manos con una cortesía a prueba de repeticiones.

— Si son tan amables de bajarse del coche un momento, pueden lavarse las manos ahí.

Señala un cubo verde con un grifo de plástico en la parte inferior y unas letras escritas en azul. “Agua clorada, 0’05%”.

Aunque los trajes de protección de plástico, con capucha, máscara, guantes y botas se han instalado en el imaginario global como la punta de lanza de la lucha contra el ébola, el agua es el elemento fundamental para combatir la peor epidemia de este virus de la historia, que ya ha matado a 8.795 personas y contagiado a más de 22.000 en Liberia, Sierra Leona y Guinea.

Un cartel clavado en la pared de uralita de una chabola lo explica sin rodeos: “Lavarse las manos con agua y jabón o agua clorada, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Luchemos juntos contra el ébola”.

En la entrada de los hoteles y restaurantes caros de Freetown, capital de Sierra Leona, o en los centros de tratamiento del virus siempre hay un cubo de agua clorada para lavarse, pero en los barrios donde el sol chamusca los techos de chapa, el acceso a agua limpia es un lujo para pocos. Por eso varias organizaciones humanitarias tratan de cavar una trinchera líquida contra el ébola. “Llevamos 88 litros de agua dos veces al día a cada casa en cuarentena de los barrios humildes de la ciudad; a veces más si en el hogar hay un bebé o vive mucha gente. Y sólo es el agua para limpiar, de la de beber se encarga el Programa Mundial de los Alimentos”, explica Helen Mayelle, de Save the Children.

El agua también es el pulmón de los centros de tratamiento de ébola. Cada paciente necesita entre 150 y 250 litros de agua diarios. Durante la etapa sintomática de la enfermedad, con terribles vómitos y diarreas, los enfermos pueden perder alrededor de cuatro litros de líquido diarios y reponerlos —en un momento de debilidad extrema y cuando lo que menos les apetece es beber— puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Pero es sólo una pequeña parte del total. La mayor cantidad del agua se usa para limpiar las ropas, manos y desinfectar los cuerpos, material y herramientas utilizadas por los médicos y doctores. En otro tipo de emergencias, una persona necesita unos 15 litros de agua diarios. En un centro de tratamiento de ébola, esa cantidad se multiplica por diez.

De hecho, el olor a piscina municipal en el ambiente que se percibe al acercarse a cualquier centro de tratamiento es un navajazo para el virus. Casi literal: el agua clorada mata organismos patógenos como las bacterias y virus porque rompe los enlaces químicos entre sus moléculas. Al dañar la membrana de la célula de los microorganismos, el cloro puede entrar en la célula y atacarla.

El agua con mayor concentración de cloro, un 0’5%, se utiliza para desinfectar los fluidos corporales de los enfermos, los cadáveres o los elementos que han estado en mayor contacto con el virus como colchones, letrinas, botas o guantes. El agua clorada al 0’05% se usa, además de para lavarse las manos, para hacer la colada o lavar termómetros o utensilios de cocina.

¿Qué ocurre con el agua utilizada para limpiar zonas contaminadas? Jean-Marc Leblanc, experto en higiene y saneamiento de Solidarité, a cargo de la gestión del agua en el centro de Médicos del Mundo de Moyamba, en el este de Sierra Leona, zanjaba cualquier preocupación. “El tiempo es un buen aliado, porque sabemos que el virus del ébola no vive mucho fuera de su huésped”.

ACERCA DEL AUTOR

Xavier Aldekoa
Africa Correspondent. La Vanguardia. Miembro de Muzungu, productora social e independiente. Autor de Océano África (Editorial Península). xavieraldekoa.net @xavieraldekoa.