Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Una de las aiete maravillas naturales del mundo por la fundación New7Wonders. Cuando las vio, Eleanor Roosevelt, la esposa del presidente Franklin Roosevelt, apenas pudo decir: “Pobre Niágara”.
En febrero de este año (2016) algunas cascadas habían desaparecido. La sequía que afectaba a Brasil, Argentina y Paraguay dejó al descubierto las piedras que suele ocultar el agua. Dejó las cataratas desnudas. El pasado lunes 9 de junio, Iguazú registró 46 millones de litros de agua por segundo (el caudal habitual es de 1,5 millones). Las cataratas desbordaron, se evacuaron pueblos, se cerró el parque. La televisión mostró un océano puesto boca abajo.
No conozco Iguazú, pero me vino a la mente una tarde de hace años:
Durante una de sus conferencias, el escritor Alberto Vázquez Figueroa contó algo inolvidable. Cuando tenía unos 26 años y trabajaba como corresponsal de La Vanguardia en Río de Janeiro, conoció a una brasileña preciosa a la que quiso conquistar. Al principio, la chica le daba largas, le pedía que esperase: “Vamos a ir a Iguazú -le decía ella-. Pero vamos a ir el día que yo diga”. Y un día, por fin, le pidió que sacase los billetes. Cuando llegaron al hotel, y Alberto ya se frotaba las manos, ella le dijo: “Espera”. Al atardecer, cogió una manta de la habitación y lo llevó del brazo por un camino que bajaba hasta las cataratas. Tendió la manta en una extensión de hierba frente a ellas. Le volvió a decir: “Espera”. Conversaron, se quedaron viendo el agua estrellándose contra el agua, hasta que al cabo de un rato, tras las cataratas, apareció una luna llena gigantesca.
– La luna llena más grande y más bella que he visto en mi vida -contaba Alberto.
Cuando salió, formó un arco iris de luna que atravesó Iguazú de parte a parte. Y en ese momento en que asomó la luna y ambos quedaron bajo su arco iris, la señorita le dijo: “Ahora”.
– Y es de las cosas que uno recuerda para todo el resto de su vida. Silvia, se llamaba. Mi hija mayor se llama Silvia en recuerdo a ella.