Por ello, el lema del Día Mundial del Medio Ambiente, establecido por la ONU en 1973 y que tendrá lugar el 5 de junio, será “Alza tu voz, no el nivel del mar”. La jornada alerta sobre la devastación que ya causa este fenómeno en muchas partes del mundo, como en las islas Marshall o el archipiélago de Kiribati, en el Pacífico. Si como se prevé a finales de siglo el mar ha aumentado su nivel un metro, hasta un 80% de la tierra que los conforma podría verse afectada. ¿Se hacen a la idea? Países enteros anegados por el océano, azotados por la salinización de sus ecosistemas (lo que pone en riesgo el acceso al agua potable) y castigados por tormentas tropicales espoleadas por un clima cada vez más cálido.
En 2013 Ioane Teitiota, oriundo de Kiribati y residente en Nueva Zelanda, solicitó al país de los kiwis asilo permanente como refugiado climático para él y su familia. Era la primera vez que alguien lo pedía, alegando que no le pueden obligar a volver a un país que se halla en peligro de extinción, según ya predijo la misma ONU en 1989 (¡hace 25 años!). En Kiribati la altura máxima es de tan solo cuatro metros por encima del océano y todo apunta que allí el futuro es de todo menos prometedor. La petición fue denegada: la ONU no contempla hoy por hoy el estatus de refugiado climático. Pero más vale que vayan ampliando los criterios, porque tras Teitiota vendrán muchos más.
Mientras tanto hay países que van cogiendo la delantera en la lucha contra el cambio climático. Como Dinamarca. O los Países Bajos que, con un 26% de su territorio bajo el nivel del mar, son pioneros en lo que ellos denominan coloquialmente la lucha por «mantener los pies en seco». Sigamos su ejemplo antes de que los de muchos congéneres no tengan dónde pisar.